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Opinión

20 de Noviembre de 2012

Papelitos

Encontré un papelito que envolvía un billete de dos mil pesos en la calle. Lo abrí y vi con una letra muy inestable una lista de cosas: un jugo en polvo, un cubo de caldo; una lista larga de cosas para comer. Quizás la letra era de algún viejito o viejita que envió a un […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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Encontré un papelito que envolvía un billete de dos mil pesos en la calle. Lo abrí y vi con una letra muy inestable una lista de cosas: un jugo en polvo, un cubo de caldo; una lista larga de cosas para comer. Quizás la letra era de algún viejito o viejita que envió a un niño, me imaginé, o de una mamá que estaba ocupada. Y me dio una pena terrible pensar cómo deben haber reprendido al pobre niño o niña que perdió esos dos mil pesos. Así que me devolví y pregunté en el quiosco si no habían visto a alguien buscando algo, y expliqué la situación, y me dijeron que no habían visto a nadie. Y llegué a la casa con el papelito y los dos mil pesos de culpa.

Hace algún tiempo mantuve una colección de papelitos varios, luego me bastaba con fotografiarlos, ahora los conservo en mi memoria hasta donde aguanten. No soy fetichista, no sé qué de especial puede haber en el bar en donde bebía Teillier o en los zapatos que usaba Neruda. Soy más de deshacerme que de conservar cosas. Además, la imagen de los papelitos con versos o ideas da bastante pudor, es medio ridículo incluir esos papelitos garabateados en un libro, ¿qué nos quiere decir el autor? Mira qué sensible, escribí en una entrada al cine, en un boleto de micro. Mira qué inteligente, acá está el esquema del libro: es pura ingeniería y cada capítulo sobre el libro obedece a un recorrido, cada poema sobre la capilla Sixtina obedece a una de sus partes, etc.

El making de alguna película no es interesante a no ser que sea en sí mismo otra película. ¿Qué será del papelito de los mineros chilenos que Piñera mostraba en todas partes poniendo en ridículo a su propia esposa y a este país de por sí bastante para la risa? ¿Lo tendrá algún coleccionista? Por eso pensé que una colección posible debería tener también los papelitos de la técnica que se utilizaba en los años noventa y que consistía en mostrar un papelito en la caja del banco con una amenaza: entrégame todo el dinero o te doy un tiro aquí mismo. El asaltante podía incluso estar desarmado, ahí sí que se hacía efectivo “el poder de la palabra”, como diría algún poeta. O en los torpedos escritos con paciencia y talento durante la enseñanza media.

Cuando fue la elección hace algunos días, pensé en la cantidad de dinero invertida en publicidad, pendones, panfletos, todas esas cosas financiadas por las empresas para que las dejen seguir haciendo lo que se les ocurre. Una cantidad enorme de plata metida en publicidad. Con uno solo de esos pendones se podrían financiar muchas de esas llamadas ediciones independientes, que son independientes de la misma manera que un cantante es under o contracultural: hasta que aparece el primer cheque con muchos ceros, no nos mintamos. Pero un esfuerzo es interesante y siempre hay alguna gema, algún poema, algún tesorito en todas esas tentativas.

Y están los avisos de putas en las cabinas telefónicas y postes en Buenos Aires, son un papel mural que cubre la ciudad. Esos papelitos, los torpedos de la media, las ediciones independientes, los panfletos y el papelito con la lista del almacén habrían sido útiles para alguna obrita visual o una colección medio cursi, pero son ante todo el aperitivo del tiempo, que todo se lo traga.

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