Te molesta mi amor

(Una canción para Daniel Zamudio)
“Mi amor abre pecho a la muerte
y despeña su suerte
por un tiempo mejor”.
Silvio Rodríguez

Por Víctor Hugo Robles*

La diversidad sexual será recordará en 2012 por coloridas manifestaciones callejeras, enfrentamientos políticos, debates legislativos, avances culturales, transformaciones simbólicas y la trágica muerte del joven homosexual Daniel Zamudio. Su cruel asesinato movilizó sentimientos de indignación en un Chile distinto, inquieto, diverso, movilizado y demandante de mayor democracia e igualdad en tiempos post Pinochet. Su brutal sacrificio resultó ser la confirmación violenta de lo mucho que nos queda por avanzar en la construcción de una sociedad libertaria que respete las diferencias sexuales más allá de la descreída tolerancia social.
La muerte de Daniel Zamudio recordó tantos e innumerables dolores de pasados y presentes. Su cobarde crimen reactivó la memoria de incontados homosexuales que “fondeó” en las aguas frías de Valparaíso el homofóbico presidente Carlos Ibáñez del Campo; la lesbiana Mónica Briones asesinada por un agente de la CNI en los 80 o los homosexuales calcinados en la discoteca Divine en los 90. El crimen de Daniel Zamudio remató a todos nuestros muertos, golpeó en nuestros golpes e instaló el imaginario de la no discriminación -con ley o sin ella- removiendo las “cicatrices de risas en la espalda”, como escribe el cronista Pedro Lemebel. Daniel es parte de nuestra loca historia de dolores, pero también de los muchos desafíos e insistentes batallas por la liberación sexual.

“Murió Zamudio” publicó profusamente la prensa, transformando la pena en rabia y sentida protesta por una bella e intensa mirada apagada por un grupo de neofascistas bautizados como responsables expiatorios de la discriminación. Oportunista e hipócritamente, el periodismo monopólico predicó tolerancia y respeto al disidente sexual, mientras silenciaba responsabilidades ideológicas de la homofobia poderosa e ilustre en Chile, representada por monseñor Jorge Medina; el presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín; el animador de la TV basura, Kike Morandé y el sociólogo-opinólogo Fernando Villegas. Todos ellos y los conservadores parlamentarios de la UDI que votaron contra la Ley Antidiscriminación, sumados al actuar de líderes católicos y evangélicos, complicitaron con el asesinato de Daniel Zamudio, persistiendo e insistiendo en sus apocalípticos delirios morales. Hoy, transformado en nuestro San Sebastián, Daniel Zamudio hizo posible la emergencia del malestar colectivo de una sociedad que rechazó abiertamente la violencia y el castigo al diferente. Sin embargo, ¿cuánto de ese duelo representó repudio a las injusticias y cuánto correspondió a una reacción mediática – artificiosa?

Daniel Zamudio es un santo para el mundo popular que demanda favores estampados en su pequeña tumba del Cementerio General en Santiago. Una sencilla última morada que no será la definitiva. Instituciones, familiares, amigos y hasta el mismísimo Sebastián Piñera estarían aportando recursos para construir un memorial que inaugurará el Movilh en su reconocido afán corporativo, monopolizando así una triste e inolvidable tragedia nublados por las cámaras de la TV. Yo no estaré en la pomposa ceremonia. No imagino ni pretendo invitación. Ese día cantaré “Te molesta mi amor”, aquella hermosa canción que Silvio Rodríguez dedicó al Movimiento de Liberación Homosexual en los años 90, poetizando y solidarizando con nuestra histórica lucha contra el castigo a la sodomía en Chile.

*Periodista, apóstata y activista,
conocido como El Che de los Gays.