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Opinión

8 de Abril de 2013

Homo concertacionista

Las cosas que más valen la pena nunca son fáciles, decían un viejo amigo. Menos aún cuando se trata de tocar los formidables intereses que se han construido por décadas en un modelo social tan injusto como el chileno. Plagado de pequeñas minorías empresariales, económicas y políticas –“las elites”- que tanto tienen que defender. Pero […]

Daniela Marzi y José Luis Ugarte
Daniela Marzi y José Luis Ugarte
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Las cosas que más valen la pena nunca son fáciles, decían un viejo amigo.

Menos aún cuando se trata de tocar los formidables intereses que se han construido por décadas en un modelo social tan injusto como el chileno. Plagado de pequeñas minorías empresariales, económicas y políticas –“las elites”- que tanto tienen que defender.

Pero no nos engañemos. Nada más torpe que la falacia del “hombre de paja”, esto es, la idea de un rival caricaturizado a nuestro antojo. Los adversarios del cambio no solo son tipos codiciosos sin límites estilo Paulmann, ni esbirros de la dictadura tipo Novoa.

Hay un obstáculo mucho más difícil. Y lo es porque parecen estar del lado correcto: el “homo concertacionista”.
Muralla difícil de sortear donde las haya.

Es que el “homo concertacionista” es un tipo difícil. Vivió con tanta crudeza las inseguridades de la dictadura, que se aferro con uñas y dientes a las comodidades de la transición democrática a la chilena.
Que le quedo una democracia imperfecta –llena de enclaves de la dictadura-, injusta –una de las más desiguales del mundo- y excluyente – donde un grupo de familias controla buena parte del poder-, son pequeños detalles a sus ojos.

Lo importante, compañero o camarada según corresponda, es que derrotamos a Pinochet. De hecho, el “homo concertacionista” tiene heridas de guerra por las que exige un alto precio.

Como Bitar cuando acorralado por sus propias obras, exigía su medalla moral de haber luchado contra la dictadura. Que después se invento el CAE con el que miles de estudiantes se arruinaron la vida, es una minucia a los ojos de la gran historia, pensara de seguro nuestro homo.

Es que pasados los apuros de los tiempos de Pinochet, buenísimo y confortables fueron los más variados puestos de ministerios y reparticiones durante largos veinte años, donde lo importante era…era…..En realidad, ya ni se acordaban de que era eso importante que los tenia ahí y, mejor aún, ni importaba.

Y rápidamente su vocabulario mudo de hogar: de hablar de justicia y democracia para todos –basta leer el programa de Gobierno de Alywin del 1989-, sus palabras tomaron otro rumbo: gobernabilidad, estabilidad, pragmatismo. Vamos, el sueño de la democracia dormida de Escalona.

De hecho, hablar de pueblo era derechamente una rotería. Ahora, el homo concertacionista hablaba de “la gente” y si tenía cargo en el gobierno lo que se lleva era hablar de “opinión pública”.

Rápidamente los ideales pasaron a ser sueños de adolescentes al calor de fogata de verano. Justicia e igualdad fueron reemplazados por el credo de Foxley y Velasco: austeridad, responsabilidad fiscal y mucho espacio Riesco y Casa de Piedra. Neoliberalismo compasivo podríamos llamarle.

¿Distribución, educación pública, negociación colectiva, derechos sociales, asamblea constituyente?
Como diría Redoles nadie se mete en esas cosas compañero/camarada.

Por eso, ahora el homo concertacionista hará todo lo posible porque todo quede igual. Y la tendrán difícil los nuevos vientos de la política chilena, sean Jackson o Fuentes o cualquier hijo de vecino, frente a los Maldonados, Escalonas y Bitares.

O te sometes o no participas, dice la ley de oro de nuestro homo.

De hecho, no esa difícil imaginárselos reunidos en la noche cantando alguna canción de Silvio -para recordar cuando eran chascones y tenían ideales-, comentando por enésima vez su clásico del cine: il Gattopardo de Visconti y repartiendo cargos para “gente responsable” como ellos.

La duda final es, en todo caso, tan sencilla como cruda ¿podrá Bachelet construir un país a las alturas de los ideales de justicia e igualdad que Chile exige rodeada de tanto homo concertacionista?

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