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Mundo

25 de Mayo de 2013

Los campos de concentración norcoreanos: el viaje sin retorno

“Mis seis hermanos, si siguen vivos, están encerrados en un campo de concentración”, lamenta una norcoreana de 66 años huida a Seúl que indaga en vano desde hace cuatro décadas el paradero de su familia a través de los siniestros gulags del régimen de los Kim. Bajo el nombre ficticio de Kwang-sun, esta refugiada que […]

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“Mis seis hermanos, si siguen vivos, están encerrados en un campo de concentración”, lamenta una norcoreana de 66 años huida a Seúl que indaga en vano desde hace cuatro décadas el paradero de su familia a través de los siniestros gulags del régimen de los Kim.

Bajo el nombre ficticio de Kwang-sun, esta refugiada que llegó a Seúl hace diez años relata a Efe su trágica historia, marcada por la búsqueda de sus seres queridos desde que una tarde de mayo de 1969, cuando estudiaba en la universidad, recibió una carta que le comunicaba el arresto y desaparición de su padre.

“Fui a la oficina de seguridad local a preguntar de qué se le acusaba, pero nadie me dio una respuesta. Solo me dijeron que lo habían llevado a un campo de trabajo”, recuerda la desertora, una de los más de 25.000 norcoreanos que en las últimas seis décadas han logrado completar la dura travesía al Sur.

A finales de los 70 y tras años de indagaciones sin éxito, Kwang-sun se casó y abandonó su pueblo natal en el condado de Onsong al extremo septentrional norcoreano para instalarse con su marido, un marinero, en una localidad pesquera del sureste del país.

Allí fue donde recibió la noticia más trágica.

“En 1981 arrestaron a mis cinco hermanos, de trece años el menor de ellos, y a mi hermana durante una purga para eliminar supuestos elementos subversivos”, cuenta la refugiada

Sus pesquisas la llevaron en esta ocasión hasta uno de los conductores que reveló haber trasladado a los prisioneros al campo 12, en el noreste del país, cerca de la frontera con Rusia y con China.

La organización “Free the North Korean Gulag” (“Liberad el gulag norcoreano”) asegura que en Corea del Norte existen actualmente cinco campos de concentración en los que se hallan recluidas unas 200.000 personas.

Por ser hijos de un convicto, los hermanos de Kwang-sun sufrieron el “castigo por tres generaciones”, con el que el régimen norcoreano estigmatiza a los descendientes de quienes considera “traidores a la patria” y condena a niños a pasar el resto de sus vidas en los confines delimitados por las vallas electrificadas del gulag.

Esta situación es denunciada habitualmente por organizaciones como Amnistía Internacional, grupo que esta semana recordó en su informe anual que existen “constantes violaciones de los derechos humanos, ejecuciones extrajudiciales, trabajos forzados y torturas” a los prisioneros en los campos norcoreanos.

Unos campos cuya existencia niega el Gobierno de Corea del Norte, que acusa a quienes los denuncian de seguir una campaña orquestada por EEUU y Corea del Sur para difamar al régimen socialista más ortodoxo del mundo en el que todos los habitantes, mantiene, viven en un permanente estado de felicidad.

Recientemente, un norcoreano que regresó a su patria tras desertar al Sur aseguró en la televisión estatal del Norte (KCTV) que el Gobierno de Corea del Sur utiliza actores y actrices que simulan ser refugiados del país vecino para fabricar historias como la de los gulags como método propagandístico contra Pyongyang.

Es la versión de Corea del Norte, cuyo inescrutable hermetismo hace imposible aportar pruebas definitivas que demuestren la existencia de los campos de concentración y, con ello, obstaculiza el trabajo de las ONG que tratan de denunciar esta opaca realidad.

“Al margen de los testimonios de los refugiados, las imágenes (lejanas) de satélite son la única evidencia de los campos de prisioneros”, comenta a Efe Joo Ji-eun, gestora de Free the North Korean Gulag, mientras muestra los mapas y listados de prisioneros creados por la organización a partir de ambas fuentes.

Joo describe los gulag norcoreanos como “un lugar de no retorno” del que hasta ahora solo un prisionero, Shin Dong-hyuk, ha logrado escapar para contar su historia.

Relatada con detalle en el libro “Fuga del campo 14” (2012), fue llevada al cine el mismo año bajo el título “Campo 14: zona de control total”.

Shin, nacido en 1982 en el campo de concentración 14 del que huyó con 23 años, cuenta que presenció la ejecución de sus familiares cercanos y fue sometido a constantes vejaciones y torturas que llegaron a deformar su piel y articulaciones.

Al escuchar testimonios como este desde Seúl, la fugitiva Kwang-sun no puede contener las lágrimas al pensar que sus seis hermanos quizá estén experimentando una situación similar o la hayan sufrido hasta la muerte durante dos décadas, desde que llegó la hora de partir hacia su trágico y hasta la fecha irreversible destino.

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