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Opinión

24 de Junio de 2013

Jesús in Wonderland

No me malentienda, por favor. Con “Wonderland” me refiero a Chile, país orgulloso de sus “maravillas” y casi indiferente al maltrato que empapa su convivencia. Pero con “Jesús” no me refiero a Jesús, sino a su iglesia. Es decir, la que identifica a Jesús con el mesías (“jristo” en griego); la figura cuya venida, según […]

M. E. Orellana Benado
M. E. Orellana Benado
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No me malentienda, por favor. Con “Wonderland” me refiero a Chile, país orgulloso de sus “maravillas” y casi indiferente al maltrato que empapa su convivencia. Pero con “Jesús” no me refiero a Jesús, sino a su iglesia. Es decir, la que identifica a Jesús con el mesías (“jristo” en griego); la figura cuya venida, según los profetas de Israel, inauguraría una era de concordia y buen trato en la que “el lobo morará con el cordero” (Isaías 11.6). Y, en particular, me refiero a la Compañía de Jesús.

Comenzaré con una pregunta jesuítica: ¿es Chile un país católico? Para no latear, diré que mi respuesta es un “franco sí y no”. Sí, porque el catolicismo forjó las sociedades surgidas del encuentro, el enfrentamiento y el mestizaje de los peninsulares con los pueblos originarios de América. Además, las primeras lumbreras chilenas en la literatura universal fueron los jesuitas Lacunza, Molina y Ovalle.

Pipiolos, liberales y francmasones, en santa alianza con sus pares británicos y estadounidenses, lucharon contra la influencia católica. Así se amplió el ámbito de la libertad en Wonderland. Pero esa “lucha sangrienta” cesó hace mucho. La pugna entre católicos y “laicistas”, así como las anteriores “guerras de religión” entre cristianos, fueron mero bullying escolar frente al conflicto entre comunismo, liberalismo y racismo (1939-1989).

Pero Chile no es un país católico. En 1813 éramos menos de un millón de almas. Nos cuidaban, educaban y guiaban 10.000 curas y monjas. Para seguir siendo un país católico, hoy necesitaríamos 200.000. ¡Pero son menos de 2.000! ¿Cuántos autoproclamados “católicos” contribuyen con el 1% de su ingreso a la Iglesia? ¿Y cuántos de ellos (y ellas) observan la moral sexual católica? La procesión de Corpus Christi en Santiago, ciudad de cinco millones y medio de personas, convocó diez mil personas en 2013. Y fue noticia en la prensa seria.

Encabezado por el Papa Pío XII, nuncio apostólico en Alemania (1917-29), un sector de la jerarquía católica pareció apostar por el triunfo de Berlín en la guerra iniciada en 1939. Concluida la fase bélica del conflicto, otro sector, asociado a la Compañía de Jesús, la teología de la liberación y la “opción preferencial por los pobres” pareció creer que Moscú ganaría en la guerra fría. A partir de 1978, el papa Juan Pablo II fue un “aliado objetivo” del “abortista” Washington. El conflicto ideológico iniciado en 1939 concluyó con la victoria de Washington en 1989. Y también Moscú tuvo sus millonarios. ¿Quién se benefició al interior del catolicismo?

El tradicionalismo católico que, relegado a las catacumbas por la República Española y diezmado por los fusilamientos republicanos de la guerra civil, renació y reinó en solitario esplendor durante los cuarenta años de Franco. El liderazgo fue del Opus Dei, “la Obra”, for friends (1928). El Fuhrer apoyó al “Caudillo de España por la gracia de Dios” (véase el “Guernica” de Picasso). Pero Franco apoyó a Washington, que mantuvo bases aéreas en España hasta 1992. La Obra llegó a Wonderland en 1960. Luego de 1973 arrebató a la Compañía la tajada del león de la nueva clase alta católica chilena. Tiene colegios para hombres y para mujeres. Y una buena universidad en la “cota mil”. Aportó a Jaime Guzmán Errázuriz en la política; a José Miguel Ibañez Langlois en las letras; y a Carlo de Gavardo en el deporte.

El carismático cura jesuita Berríos, ahora misionero en África, denunció hace poco al tradicionalismo en Wonderland. Muchos “dicen que creen en Jesucristo” señaló pero, en el fondo, adoran “al dios del consumo”. Terremoto. El jefe jesuita chileno pidió perdón al arzobispo capitalino por este diagnóstico. En 1969, un tradicionalista católico chileno publicó un ensayo titulado: “La Compañía de Jesús; ¡ay!, Jesús, qué Compañía”.
*Consultor, ex secretario de la Confraternidad Judeo-Cristiana de Chile y ex integrante del Consejo de la Fundación de la Organización del Bachillerato Internacional de Ginebra.

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