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Opinión

22 de Julio de 2013

Merca

Vienes por Barros Luco, la calle central del barrio de Barrancas, caminas lento por el bandejón central, vas mirando con atención las calles, porque todavía no conoces bien la zona, te diriges al supermercado Lider. Deberías haber ido ir al mall, pero no te gusta el gentío consumista de pueblo chico, para eso mejor ir […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Vienes por Barros Luco, la calle central del barrio de Barrancas, caminas lento por el bandejón central, vas mirando con atención las calles, porque todavía no conoces bien la zona, te diriges al supermercado Lider. Deberías haber ido ir al mall, pero no te gusta el gentío consumista de pueblo chico, para eso mejor ir a Santiago; además, quieres ver a esa cajera que te interesa. Te gusta la atmósfera que reina en la calle a esa hora de la tarde, te recuerda tu propio barrio viejo de la capital, allá en La Pintana. Crees que esta ciudad pudo ser más hermosa de lo que es, que toda ciudad costera no puede ser fea, que es como una ley, el sólo hecho de que haya mar hermosea la vida, piensas. Me lo has comentado alguna vez. Piensas que es una gran ventaja comparativa que Santiago esté tan cerca del litoral central. Es bueno estar acá, aunque no se gane tanta plata, opinas, aunque te haces una pasada por la metrópolis, un rato por Bellavista y en un ratito vendes todo, y también carreteas, aunque le temes a meterte en líos porque hay algunos que te ubican y una vez ya te hicieron una mexicana. Y a ti no te gusta la violencia, me lo has dicho. Tienes un fierro, pero le haces el quite, aunque en las noches neblinosas del puerto te preocupas de andar trayéndolo, por si acaso.

Lo mejor que tiene este país, piensas, creo, es que el litoral está cerca de la capital. La merca la hacemos circular a mayor velocidad, me has dicho. Muchos del ambiente están acá o tienen sus casas de descanso y de fondeo en esta provincia. Y ahora que te veo ir al supermercado imagino tus ganas de vivir una vida plena. Así me lo dijiste y me llamó la atención, en realidad todo lo tuyo me llama la atención. Te llamaré en la noche y me preguntarás, como siempre, si quiero pintura verde o pintura blanca. A mí siempre me ha parecido que ese lenguaje cifrado o código, que es un chiste, incluso tú mismo has bromeado por teléfono preguntándome si quiero pintura verde tipo cogollo o me basta con paragua.

Igual me vendes lo mejor porque me estimas como cliente y porque siempre te resuelvo cuestiones tributarias, porque tu jefecito te manda a la oficina y tú me buscas a mí para que la cosa sea más llevadera, pensando en que ese negocio que están montando, digamos, el otro, el de las cabañas, tiene sus complicaciones. Se podría decir que somos amigos. A veces te mando un mensaje por Facebook, pero me recomendaste que no usara esa vía, porque mucho idiota ha caído por andar mostrando el negocio, igual que los flaites abacanados que se sacan fotos exhibiendo fierros. Te mueves por todo el litoral. Es probable que más tarde nos tomemos un par de cervezas, aunque si se nos hace tarde tú vas a comenzar con el ron cola, lo más seguro que en el Subterráneo. Es muy probable que nos veamos el fin de semana, porque aquí no hay mucho donde ir; yo sé que a ti te gusta ir al Bar Escondido, porque ahí tocan los más under de la zona, los auténticos, y eso te gusta, pero ahí no mueves merca, prefieres compartir con ellos, y a veces regalar algún pitito, incluso te gustaría tocar con ellos, pero los respetas demasiado como para venderles.

Les tienes cariño a esos cabros, porque los sientes cercanos y genuinos, por eso no te gusta que se revienten. Te molesta que a veces se hagan mierda como los viejos maracos de la muni que suelen salir a carretear con unos funcionarios de la gobernación, y que abusan de cabritos y cabritas como ellos. Incluso te he escuchado hablar contra el abuso de poder, aunque la política no te interesa, me lo has dicho, a pesar de que muchos de tus clientes viven de esa pega. A ti te gusta más el arte, se te nota y eso te hace distinto. A veces has acompañado a los Perros del Ritmo que son unos cumbiancheros apanquetados que todavía se juntan los fin de semana en la casa del jote, que tiene como un centro cultural en su patio, aunque los vecinos siempre llaman a los pacos por ruidos molestos. Eres batero, te encanta y se te nota, sobre todo cuando haces el gesto del percusionista cuando hacemos una transa. Yo te he acompañado un par de veces, porque yo toco algo de guitarra.
Y ahora que te miro caminar por Barros Luco, a lo lejos, mientras yo voy a Impuestos Internos, porque es la fecha del IVA -y mi tío me saca la mugre en esta fecha-, me doy cuenta de que me agrada verte. Andas con la parca roja que se te infla con el viento y que te da un aspecto divertido, porque te da ese aire de hombre de mar que no eres, pero que podrías ser. En alguna oportunidad quisiste comprar un bote y yo te hice algunas averiguaciones. Sé que te gusta caminar por el barrio y medir el pulso comunitario, te gusta ver a las viejas y a los viejos en sus menesteres cotidianos, porque te recuerda los barrios de tu infancia pobretona en la zona sur de Santiago, que se poblaba de gente que venía de la provincia, como tu misma familia que son originarios de la zona del carbón; así la llamabas tú, y no Lota o Concepción, tienes una manera divertida de hablar. Te gusta esto, prefieres esto a convertirte en el típico flaite de auto enchulado que anda exhibiéndose sin ningún pudor, tú no eres así. Una vez me explicaste que también se trataba de un tema de seguridad, que en pueblos chicos los tiras cachan al tiro y existe la posibilidad de que termines trabajando para ellos si no te sabes mover bien o si te exhibes demasiado. Después te vuelves al Quisco en colectivo o en la porteña que se demora en pasar. Allí arrendaste una casa con opción de compra. Yo sé que a veces te quedas por el área, en una zona incierta entre San Juan y Tejas Verdes; yo lo sé porque ha habido madrugadas en que me he conectado contigo y he tenido que ir para esos lados. A veces me gustaría seguirte a tus guaridas y compartir contigo esa vida aventurera. También hemos hablado de cosas profundas en esas caminatas bajo la neblina, cruzando el puente Lo Gallardo para encontrarnos con algún cliente que te espera al otro lado. Te acompaño y compartimos una línea o un pitito. Yo me río porque dices cosas divertidas. Como que hace bien para el frío fumarse un buen cogollo. En el puente el viento helado que viene del mar no lo para ningún edificio, pasa por la cuenca del Maipo y te cala los huesos. El río es hermoso en su silencio. Como que a ti te da por la poesía, porque tú eres el que dice esas cosas cuando nos detenemos y miramos la corriente, una vez vimos el reflejo de la luna y tú dijiste que el río florecía en noches así, y recordaste una vez que encontraste una enorme puerta de pino oregón en la orilla y que hiciste una enorme maniobra para sacarla, y llevártela. Incluso tuviste que contratar un flete y me contaste que las vas a usar cuando arregles la casa que te quieres comprar. No es común que alguien tenga tan claro su proyecto de vida.

Tengo un cliente medio maraco, pero buena persona, es lo que me gusta de la provincia, hay buena gente todavía; no todos, pero algunos sí, una buena porción de gente que cumple su palabra y que no anda con esa huevá maldita de los flaites y de los choros que cagan el negocio con su mala onda o con su informalidad. Huevones que no respetan acuerdos o que basurean de más el producto o te andan queriendo cagar. Este compadre trabaja con el viejo que nos ayuda con los papeles del negocio. Es muy buen cliente y me ayuda caleta, y no me anda cobrándome favores como lo hacen los viejos maracos empingorotados que siempre andan tratando de bajártelos.

Esos que arriendan cabañas para puro maraquear y te llaman a la hora de los quesos para llevarles merca. Este maraco chico una vez me acompañó a Santo Domingo a donde unos maracos locales que habían invitado a una locas santiaguinas bien cuicas, y los muy perros se querían servir a este cabro que es como muy fino. Y habían unos viejos que este cabro conocía por la pega con su tío, porque el pueblo es chico, y eso a la larga es un problema. A este compadre le gusta el hoyo, pero no es corrupto ni loca de atar. Yo cacho que le gusta ir a ver a los pendejos músicos por si caza algo. Aquí los músicos son una tremanda cofradía, esto es algo muy bueno que tienen los pendejos acá, como que todos tocan un instrumento y rockean como locos. Yo a veces me dejo caer en sus tocatas y me rajo con algún pitito. Por ahora le hago los puntos a la cajera del Lider que está bien apetitosa, aunque muy señorita. Necesito una mina que me acompañe en la cabañita que me quiero agenciar.

Mi problema, por ahora, es que tengo que decirle muy diplomáticamente a este maraco chico que no se me arrime tanto, porque en el ambiente me están comenzando a hacer bullyng. Y, por otro lado, debo tener más cuidado porque siento que hay un huevón que me tinca que es tira que me anda sapeando y siguiendo los pasos. El otro día me paró en la calle para preguntarme si tenía algo y yo me hice el huevón. Mi jefazo me recomendó que fuera a ver a un político culiao de acá, que es nuestro cliente, y ofrecerle ayuda en su campaña y así tener un paraguas por si la cosa se pone difícil. En período electoral suele aumentar el consumo. Justo ahora que camino por la avenida principal de acá veo venir al maraco chico que debe estar yendo a Impuestos Internos, voy a cruzar la calle para no toparme con él. En la tarde debo pasar por la muni a dejar un pedido y quedé de juntarme con la cajera en la placita que está antes del puente Llolleo. Como que necesito una buena corneteada y me da lata resolver el tema con una maraca de puerto, tan fríamente, digo yo; ojalá me aguante el salto. Creo que vamos a ir a ver la puesta de sol. Estoy aburrido de tanta falsedad y de la vida poco auténtica, por eso no está nada de mal un toque de naturaleza y de romanticismo. Y el mar es tan hermoso. ¿No me estaré volviendo maraco?

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