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Cultura

5 de Agosto de 2013

Adelanto del libro Joven y Alocada: La hermosa y desconocida historia de una evangeláis

Primera parte: El lloro y crujir de dientes. Capítulo 16 Primer pololo tiene pelo de oveja, es el tipo de hueón que toca la batería en el aire cuando está en un concierto, escribe con ortografía ola ke ase y a veces me dice cosas como: «Oye, si no fuera porque tenís los ojos azules […]

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Primera parte: El lloro y crujir de dientes.
Capítulo 16

Primer pololo tiene pelo de oveja, es el tipo de hueón que toca la batería en el aire cuando está en un concierto, escribe con ortografía ola ke ase y a veces me dice cosas como: «Oye, si no fuera porque tenís los ojos azules no seríai bonita», pero nada de eso importa porque escucha Fito Páez-Charly García; va en segundo medio y yo en octavo, y eso es suficiente para el amor.

Además, romance secreto. Quiero decir: secreto para padres, para Tía Paulina y para los profesores Adonay. Todo el resto del mundo —hermana, la Pía, mis compañeros— sabe. El secretismo dura menos de dos semanas porque Madre saca su espíritu Madre Espía.

Sospecha de mi exceso de felicidad y llega a buscarme al colegio aunque siempre me voy en bus. Me descubre muy de la mano. No dice nada. Solo me mira. Siento la vista nublada, piernas como hilitos. Camino al auto con cara, con cuerpo, con ritmo de futura muerte en guillotina. Madre no me habla durante todo el viaje. El viaje es tan largo como esos cinco minutos culiaos en los que hay que correr en educación física.

En la casa, sigue sin hablar. Ordena lo que ya está ordenado y eso significa que está furiosa. Esta vez no tiene ojos de ciervo ni dice «Lo importante no es el hecho sino que me hayas mentido», porque, puta, el hecho es lo que más le importa.
—¿Por qué te lo estabas agarrando?
Sorpresa por su aseveración y por su hablamiento.
—No me lo estaba agarrando. Estábamos de la mano.
Madre ordena lo ordenado que ya ordenó. Furia ascendente.
—¿En qué más me he has mentido?
Hago repaso mental y me confundo. Nunca le hablo de mí pero no sé si eso es mentir y no entiendo todavía que lo que Madre quiere saber es si me metió la pirula o nones.
Ojos de susto.
—En nada.
Se queda callada para siempre y me voy a mi pieza. Pienso toda la tarde en la conversación que voy a tener en la noche con Padres y hago lo mismo que cuando tienen reunión de apoderados: me duermo a las siete, aunque sábanas pegadas a la piel por el sol calor.

Madre me despierta.
Estamos los tres sentados en el living. Me imagino una lámpara chica prendida pero no sé si fue así o es mi idea de interrogatorio. Padre tiene las manos entrelazadas y mira hacia abajo. Madre no soporta mirarme. Lo que sigue se resume en Padre diciendo que puedo pololear con una condición y Madre chilla: «NO LE PUEDES TOMAR NI LA MANO».

Segunda Parte: La Apostasía
Capítulo 2

Mi tiempo juvenil lo divido en: 70 por ciento pensar en Gregorio, 15 por ciento mesenyear, 10 por ciento fornicar, 5 por ciento estudiar.

Madre dice que soy adicta a msn y empieza con su Cátedra delas Adicciones:
—Las adicciones no solo son a las drogas. Hay gente adicta al café, adicta al chocolate, adicta a la Coca-Cola. TÚ ERES ADICTA AL MESENYER.

Madre es misteriosa. En su lógica del universo yo soy adicta al chocolate y al helao. Adicta a la chorrillana y a toda clase de guataquismo. Adicta a Gregorio y a todo lo que tenga que ver con su cuidado: pulgas, pelo, comida, amor. Pero lo único que le importa es la adicción al mesenyer. Y, como en año dos mil trece es una redsocial extinguida/extinta, acá va una elegía.

Madre es muy madre y tiene razón. Es la adicción más importante de todas. Soy joven y lúser, y eso significa que vivir en msn la vida no es vivir de verdad: pongo fotos en las que salgo sensual aunque todos sepan que no soy así. Joteo mejor que Jesús y en el cara a cara soy la pernez.

PadreMadre me dicen: «No puedes salir». Entonces yo, en msn, trato de ser lo feliz que habría sido saliendo.
Una vez agrego a un loco. Es cola. Me gusta más que la chucha y me hago la bacán con él: la másbuenaparatomar, la másbuenaparasalir, la máschistosa, la másmás. «Es que soy joven y alocada» le digo, y me autocelebro tanto la frase —como los papás que se ríen de sus propias tallas— que me la termino poniendo de nick.*

Cola no me pesca más allá de los besitos** pero, igual, gracias msn por las varias veces que mostré las tetas por wecam. Gracias msn porque por tu culpa soy mucho más interesante por escrito que por real. Gracias msn por toda la gente que me zampé después de joteos llenos de emoticones de la prehistoria. Y gracias msn por darme el entrenamiento suficiente en las artes del camboyanismo virtual que me van a permitir tener un fotoloc sucio.

*Se la plagié a Calvin, de Calvin y Hobbes, que decía en un cómic: «Es que era joven y alocado».
** Hay quienes no lo saben todavía: la colitud no se mejora.

Tercera Parte: El fin de los tiempos.
Capítulo 1

De todas las cosas malas de estar hospitalizada, hay dos de verdad peores.
No tener posibilidad de huir es una.

Hace más de dos años que no vivo con Padres. Eso nos permite lograr una cordialidad basada en verse solo los domingos, hora de almuerzo. Con Madre hablamos de lo hermoso que está Gregorio, y con Padre, de donuts y de papas fritas. Tengo suficiente espacio para ectrañarlos y, supongo, ellos a mí. Cuando empiezan con los discursos antifornicación, antigueidad, antipastilladeldíadespués/antiaborto, anticualquier otra religión (nuevo blanco favorito: musulmanes), pro Israel, pro gringosrepublicanos, pro Tía Paulina, me voy a mi casa y tengo una semana completa para olvidarlos (más o menos).

Pero, hospitalizada —algo raro tengo en los riñones— no hay huida ni tiempo de olvido y estoy obligada a escuchar los lamentos de Madre cuando Hermana, vía skype, le dice que lleva tres semanas pololeando con Ben Joplin y que se va a casar con terno.
Hermano chico chilla:
—Y YO VOY A IR CON VESTIDO.
Madre tiene toda la mala cueva que una madre evangelion puede tener. Yo, hija fornicaria. Hermana, hija fornicaria que quiere casarse con terno. Hermano, todavía no fornicario pero deseando ponerse vestido.

En la noche no puedo dormir porque todo todo todo me duele.
Madre no deja de pensar en el terno.
—¿Por qué crees que se quiere casar con terno?
—Porque encuentra que se ve más flaca.
—¿Pero por qué no se manda a hacer un vestido con el que se
vea flaca?
—Es que no quiere que se le vean los tatuajes.
—¿Por qué hace esto? ¿Por qué se casa con terno?
Intento calmar a Madre diciéndole que a veces hay gente que se casa muy vestidito blanco, ceremonia enorme y se separa a los dos segundos, que la felicidad no está en eso y bla bla bla.
—Es cierto —dice Madre con gesto exacto de que todo lo que digo entra por una oreja/sale por la otra.

El segundo problema hospitalario es que hay demasiado tiempo para pensar. Una semana de cama me obliga a dividir mi tiempo entre ver el horóscopo de Pedrito Engel en el matinal y repasar mi vida de los últimos tres años. El número no es arbitrario. Han pasado un poco más de tres años desde que Marialy me dijo lo de la película —trabajé en el guión, el rodaje está listo— y acabo de terminar pololeo de casi tres bla con Sailor Saturno.

Padres no saben ni de la película ni de Saturno. La educación evangelion me ha enseñado que salir a la luz es peligroso. Bah. Peligroso no es la palabra. Suena a que hay posibilidades, cuando salir a la luz es, invariablemente, como la pichula. Ya no pueden castigarme pero sí pueden dejar de quererme. No soy capaz de soportar el momento en que tendría que decir MadrePadre, debo comunicarles que forniqué y —peor aún— con un chorín y —peorpeor— es irremediable porque estuve en el amor y todavía la amo o, MadrePadre, debo comunicarles que soy una de las guionistas de una película que todavía no se estrena pero que está basada en mi vida y tú serás Aline Kupenapellidodifícil y tú, Alejandro Goic, y es muy bacán porque somos como nosotros pero más bonitos porque así es la magia del cine.

Me pasa lo que a todos los que no queremos salir a la luz: pienso que podré perpetuar la oscuridad por los siglos. En un sentido, tengo razón. Hay múltiples cochinaditas que he hecho sin jamás tener ni un poco de luz. Me siento inmortal y sin la necesidad de dejar de serlo. Me imagino que si la luz llega a mí, o yo a la luz, será el día en que ambos dos se vayan de misioneros a algún pueblo en China en el que no haya internet. Entonces, haciendo señales de humo, les diré que practico la colitud.

Con la película tengo fantasías que dependen del día. A veces pienso que Padres jamás se enterarán porque nadie irá a verla. A veces pienso que se enterarán de que existe la película pero jamás la asociarán conmigo porque Madre nunca abre el diario —para los partidos Chile versus cualquiera pregunta quiénes son los rojos— y Padre abre pero nunca en la sección cultura.

Las noches hospitalarias me ponen pesimista. Padres se enterarán y fin del mundo. Estoy en el año dos mil once, la película se estrena el dos mil doce, el dos mil doce es el fin del mundo —dicen los mayas dice el mago yin, dice un monje tibetano, dicen todos menos Jesús— y yo me sentiré como Judas pero ni siquiera con treinta denarios.

El libro ya está a la venta en las principales librerías del país. El lanzamiento se realizará este miércoles a las 19:30 horas en el Centro Arte Alameda.

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