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Poder

9 de Agosto de 2013

Qué hay detrás del perdón de Piñera por el cagazo del Censo

La petición de perdón del Presidente sorprendió ayer a sus ministros y asesores quienes creen que el tema lo conversó con el tercer piso. Más allá de eso, en La Moneda van a sacarle lustre a la estudiada humildad del jefe de Estado en la campaña presidencial ya que estiman que sentó un precedente para emplazar a Bachelet por no haberse disculpado por la cadena de errores de la Armada que llevaron a no decretar tsunami el 27/F. De paso, el Gobierno quiere evitar que el Censo sea recordado como el Transantiago de Piñera.

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Pasadas las nueve de la mañana del miércoles, en el despacho del ministro de Interior, Andrés Chadwick, el subsecretario de Economía, Tomás Flores, intentó, con más ganas que certezas, intentar explicar qué se podía hacer tras el lapidario informe de la Comisión Externa que analizó el Censo 2012 y que recomendó volver a realizarlo tras sus serias falencias estadísticas. La noche anterior, el documento había sido recibido por el director del Instituto Nacional de Estadísticas, Juan Eduardo Coeymans y, como él mismo admitió, fue una sorpresa absoluta la radical sugerencia de no usar los datos recabados en la elaboración de políticas públicas. Tras el encuentro con Flores -en la que también participaron otras autoridades y asesores- Chadwick se contactó con el Presidente Sebastián Piñera quien se encontraba fuera de Santiago, y éste decidió retornar de inmediato a La Moneda y convocar a un comité político extraordinario.

En el encuentro Piñera no disimuló su “frustración” y “rabia” por cómo Francisco Javier Labbé había conducido el proceso del Censo y también realizó una autocrítica por la dilación del Gobierno en adoptar medidas al respecto cuando el escándalo recién apareció en la agenda pública. De hecho –y aunque no se mencionó en esta instancia- personeros de Gobierno admiten que hubo “un exceso de confianza en Labbé” por parte del entonces ministro de Economía, Pablo Longueira, cuando surgieron los cuestionamientos de personas que no fueron censadas y éste aseguró -apelando a la información entregada por el ex mandamás del INE- en que el “reclamo de un par de personas en las redes sociales”, nada decía sobre la calidad del Censo.

La clave de la cita, sin embargo, fue dilucidar si de verdad era preciso realizar un nuevo procedimiento y para ello Piñera llamó a Coeymans y a expertos de la comisión y, finalmente, optó por esperar la opinión de técnicos internacionales.

Pese al duro diagnóstico, quienes estuvieron presentes en ese Comité –que se repitió la tarde del jueves-, coinciden en que el jefe de Estado no adelantó específicamente que iba a pedir perdón para enfrentar a la ciudadanía. Más aún, cercanos al gobernante afirman que probablemente tras la determinación está el consejo de sus amigos de toda la vida -Fabio Valdés, Carlos Alberto (“Choclo”) Délano, José Cox, Ignacio Guerrero, Ignacio Cueto y Andrés Navarro-, con quienes consulta las decisiones más complejas y que implican para él un costo personal. Es este “tercer piso” el que lo convenció, por ejemplo, de vender Chilevisión y desvincularse de Lan Chile, transacciones a las que Piñera se resistió siendo candidato y aún estando en ejercicio.

Por lo mismo cuando ayer en la mañana Piñera aseguró que “efectivamente se cometieron errores en la planificación y en la ejecución del censo del año 2012, y quiero pedir humildemente perdón a todos los chilenos por esos errores”, hubo sorpresa entre ministros y asesores, pero de paso, de inmediato sus colaboradores entendieron el por qué de la estrategia: con el perdón Piñera no sólo le quita de inmediato la bandera de lucha a la oposición para cuestionarlo -si él admite la culpa de un error, pierde fuerza el que lo emplacen por haberse equivocado-, sino que además da pie, ahora con hechos, para continuar fustigando a Bachelet por no haberse disculpado por no decretar alerta de tsunami el 27/F.

Esta arista fue analizada en profundidad en el comité político y luego en el estratégico donde se determinó en primer lugar hacer fuerza en los detalles del informe que no son perjudiciales, por ejemplo el que se establezca que los datos no fueron adulterados, sino que presentado de forma equivocada al no establecerse que la población era la estimada, no la censada efectivamente (esto tiene efectos judiciales favorables para Labbé);que el costo de 30 mil millones de pesos en el Censo corresponde al periodo 2008-2012, es decir, no sólo fueron utilizados en esta administración; y que queda en evidencia que es preciso modificar el INE. Y en segundo lugar, acorralar a Bachelet: “Si ella tiene que pedir perdón va a ser porque la vocera una y otra vez puso como ejemplo como este gobierno admite los errores y rectifica y no se escuda en la soberbia de no ofrecer disculpas por los errores”, resumen en La Moneda.

Por otro lado, apuntan, Piñera, aunque admite que esta es la marca más negativa en su Gobierno, quiere dejar en claro que este no es su propio Transantiago, una política de transporte por la que Bachelet sí pidió perdón el 26 de marzo de 2007, a más de un mes de la implementación, y que la tuvo contra la pared hasta 2008 en los sondeos. “Sabemos que la oposición quiere hablar del Transantiago de Piñera, pero este no es un daño real a la población ni tampoco significa costos de mil millones de dólares en un año. Es algo que se hizo mal, pero no es homologable”, explica una autoridad.

En términos prácticos, insisten en Palacio, más allá de la ironía de haber promocionado “el mejor censo de la historia” y terminar repitiéndolo, los errores del Censo no significan una molestia cotidiana para la población, como si lo fueron las largas filas para tomar micros y las malas condiciones de viaje en especial durante el primer año de implementación del plan de transporte y, por lo mismo, confían en que el traspié no será penalizado en extremo en los estudios de opinión.

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