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18 de Agosto de 2013

Usain Bolt comienza a levitar

La acumulación de medallas de oro -seis olímpicas, ocho mundiales-, el tintineo del metal más noble en su cofre de pirata caribeño, ha debido de perturbar el juicio del ser humano más rápido de la historia, Usain Bolt, que empieza a sentirse, tal vez con razón, en un estrato superior al común de los mortales. […]

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La acumulación de medallas de oro -seis olímpicas, ocho mundiales-, el tintineo del metal más noble en su cofre de pirata caribeño, ha debido de perturbar el juicio del ser humano más rápido de la historia, Usain Bolt, que empieza a sentirse, tal vez con razón, en un estrato superior al común de los mortales.

“El macho alfa”, como le llaman en su tierra, un tipo que se atreve a dirigir un mensaje a Dios mediante una red social, aunque sea para pedirle disculpas por haberle restado parroquianos (“God I am sorry”), es que ha perdido la noción real de su naturaleza humana.

Sucedió el día en que corrió los 100 metros, el domingo pasado. El pastor de la Iglesia Apostólica jamaicana de Hatfield, Basil Barnaby, decidió acortar la misa para que sus parroquianos, y él mismo, según confesó después, pudieran contemplar la carrera por televisión.

Al día siguiente, en su cuenta de twitter, Usain pidió disculpas al Supremo: “God I am sorry” (Dios, lo siento), junto a un enlace que remitía a la noticia publicada por The Jamaica Star.

Desde su primera traca olímpica en Pekín 2008, Bolt repite una y otra vez, como si fuera un mantra, que su único objetivo es convertirse en leyenda.

Al repetir la tríada en los Mundiales de Berlín y en los Juegos de Londres ya alcanzó esa meta en plena juventud. En Moscú, lo ha hecho por tercera vez. De ahí a considerarse un semidiós, no hay más que un paso.

Justo el que ha dado en Moscú, que le ha tributado, por cierto, un tibio recibimiento pese a que los organizadores del torneo utilizaron profusamente su pose del arquero en la cartelería para promocionar los campeonatos.

Las masas no se han rendido a sus encantos, como ocurrió en todos los escenarios anteriores de sus exhibiciones. Menos de media entrada registró el estadio Luzhnikí el domingo 11 de agosto, día en el que recuperó el cetro de 100 metros que había perdido dos años antes en Daegu (Corea del Sur) por descalificación al precipitarse en la salida de la final.

Pero si el género humano, a excepción del último día, le había dado la espalda, alguna divinidad debió de sentir pena por él aquella noche de la final de 100 metros y le hizo un guiño de complicidad: un relámpago iluminó la pista un segundo después de que el bólido jamaicano cruzara, vencedor, la raya.

Lo captó la cámara, puesta en ráfaga, de un fotógrafo francés enfocada hacia la meta. Relámpago sobre relámpago, que ese es el significado de Bolt (lightning bolt).

Mientras el héroe se frenaba, un fogonazo eléctrico conectó la tierra, donde mora provisionalmente el jamaicano, y el cielo, donde empieza a erigir su dacha con miras a su jubilación, después de los Juegos de Río 2016.

La imagen remitía, por asociación de ideas, al Nuevo Testamento: “y el velo del templo se rasgó” (Marcos, 15-38).

Todo, a su alrededor, contribuye a mantenerle suspendido, como en levitación, unos metros por encima del plano en que se mueve un ser humano del montón: la facilidad con que obtiene sus victorias, la nube de cámaras que le persigue para captar hasta el mínimo detalle de sus calculadas excentricidades, y la rapidez vertiginosa con que llena la hucha.

De Moscú se va con la sensación de no haber levantado pasiones, pero, a la hora de hacer caja, en su cuenta corriente hay 140.000 dólares más en rodeo de una semana: 60.000 por cada triunfo individual y 20.000 más como miembro de relevo 4×100.

Es el fruto de siete carreras, es cierto. En conjunto, apenas la mitad de lo que cobra en los mítines por una sola, pero la mayoría de los atletas que participaron en estos Mundiales no gana eso en todo el año.

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#el rayo#Jamaica#Usain Bolt

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