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Mundo

3 de Enero de 2014

Por qué no debes creer lo que has leído sobre krokodil, la llamada “droga zombie”

vía animalpolítico Durante las últimas dos semanas han aparecido en los portales y la prensa mexicana un gran número de notas sobre la llegada a México de una nueva droga llamada ‘krokodil’. Casi la totalidad de los artículos anuncian con apocalíptica prognosis el arribo de una sustancia que carcome a sus usuarios de adentro hacia […]

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Durante las últimas dos semanas han aparecido en los portales y la prensa mexicana un gran número de notas sobre la llegada a México de una nueva droga llamada ‘krokodil’. Casi la totalidad de los artículos anuncian con apocalíptica prognosis el arribo de una sustancia que carcome a sus usuarios de adentro hacia afuera, y desatan con impecable amarillismo una nueva ola de desinformación. En una época donde los prejuicios y la polémica moral son la base para la constante criminalización y estigma de las personas que utilizan drogas, es importante revisar con mayor detalle la supuesta aparición de esta sustancia en el mercado mexicano.

Krokodil es el nombre común con el que se ha dado a conocer a la desomorfina o dihidrodesoximorfina, un análogo de opiáceo inventado en el año 1932 en los Estados Unidos. El nombre de su variante moderna proviene del ruso y significa cocodrilo. Es probablemente una derivación del nombre clorocodida y quizás se relaciona también con el aspecto de piel escamosa que presentan sus usuarios habituales.
La droga puede ser fácilmente elaborada a partir de precursores como la codeína que se encuentra en drogas médicas, yodo y fósforo rojo. El proceso de síntesis es similar al de la metanfetamina, pero en el caso de la desomorfina, el resultado es altamente impuro y contaminado de subproductos tóxicos y corrosivos. Es vital decir que la sustancia es comúnmente procesada en rudimentarios laboratorios caseros, por lo que con frecuencia el producto final incluye altas concentraciones de químicos de procesamiento y diversos alcaloides opiáceos.[1]

La aparición de krokodil, otro resultado no intencionado de la guerra contra las drogas

Los pocos estudios que reportan la aparición moderna de la sustancia y su uso humano datan del 2002 en Rusia. Ese fue, coincidentalmente, un año en el que dicho país comenzó a reportar una estabilización de su mercado de heroína, que venía creciendo rápidamente desde dos décadas antes.[2]Sin embargo, el tráfico de heroína se enfrentó también durante la primera década del siglo actual a cambios políticos como son el primer gobierno de Vladimir Putin, y el control del Talibán sobre los territorios productores de amapola del norte de Afganistán, fuente principal de la exportación a Rusia.

Para principios de 2011, encuestas entre usuarios de heroína en Rusia reportaban que la sustancia se había vuelto menos accesible (69%)[3], y los precios al menudeo habían escalado más de tres veces durante la última década.[4] Al mismo tiempo, el precio del anhídrido acético utilizado para procesar la heroína, se disparó de $24 dólares a $350 dólares por litro durante el mismo periodo.[5]

Esto es, entre 2001 y 2011, la heroína en Rusia se hizo menos accesible y en consecuencia, más cara. Quizás más importante, la sustancia comenzó a ser producida con mayores niveles de pureza para satisfacer la demanda prevaleciente.[6]

Esto último resulta central. Ya sea que la reducción de la accesibilidad y el aumento del precio se deban a la interdicción más eficaz o al aumento de la demanda, el hecho es que este contexto es propicio para la invención de nuevas mezclas, y el ingreso de sustancias innovadoras al mercado. Fue así que para 2011, Rusia y Ucrania reportaron 100,000 y 20,000 personas, respectivamente, que usaron krokodil de manera inyectada.

La histeria de las drogas y la incansable búsqueda de un chivo expiatorio

A pesar de lo que el gobierno de Felipe Calderón utilizó como argumento retórico, la prevalencia del uso y del abuso de drogas ilegales no representa un problema de salud pública en México.[7] Ello, naturalmente, no quita que el país deje de invertir en prevención universal al respecto.[8] Entre más baja mantengamos la prevalencia de uso, mejor. A todos nos conviene que las personas nunca comiencen a utilizar drogas. Hace sentido para la salud pública, para la preservación de los derechos humanos y para la economía del país.

Sin embargo, existe un gran problema con intentar responder al fenómeno y la realidad del uso de drogas desde la moralidad. Durante los últimos 100 años, el sistema nos ha enseñado tabúes y mensajes de miedo para que las generaciones más jóvenes se mantengan lejos de la experimentación y el uso de drogas. A ello se suman los muchos artículos de prensa sobre krokodil, creando una histeria para espantar y alejar a la población de una sustancia específica.

Independientemente de los mejores aprendizajes de la comunidad internacional sobre el hecho de que el miedo y la desinformación son muy malas herramientas para reducir la prevalencia de uso y de abuso, los medios de comunicación continúan apelando al desgastado recurso.[9] Aún más importante, mostrar a las personas que usan drogas como ‘muertos vivientes’ o ‘zombies’ sólo contribuye a que la opinión pública se olvide de que son –independientemente de nuestra moralidad- personas, y por lo tanto tienen derechos.

Krokodil en México: un sinsentido para el mercado de la heroína

Es cierto, krokodil existe y sus impactos orgánicos son reales. El uso de esta droga es un fenómeno al que Rusia y Ucrania, principalmente, se han enfrentado durante los últimos once años. Sin embargo, el caso y la realidad de México es otra. Como un país productor y exportador de amapola, la producción nacional de heroína creció en 105% de 1999 a 2007.[10] Desde entonces hasta hoy la producción se ha triplicado, ubicando a México como el segundo mayor productor global de heroína, que exportamos principalmente a Estados Unidos.[11]

A diferencia del contexto ruso, la heroína es hoy ampliamente accesible en México (definitivamente más accesible, por ejemplo, que la codeína para la producción de krokodil), y su precio al menudeo se mantiene bajo[12]. Mientras los precursores que sirven como ingredientes para sintetizar krokodil sean más caros que la heroína misma[13], no tiene ningún sentido pensar que las personas que consumen opiáceos tengan incentivos para cambiar de sustancia de preferencia. O en otras palabras, reportar uno o dos casos de krokodil en México es un sinsentido y un distractor de las necesidades reales de salud en el país.

La prevalencia del uso de heroína y la respuesta de la salud pública

A diferencia de Rusia, México posee servicios de salud para las personas que utilizan drogas inyectadas, incluyendo los opiáceos. Si bien las autoridades de salud tienen frente a ellas una titánica labor pendiente para responder a la epidemiología de las drogas, la realidad es que existen políticas esenciales de reducción de daños, focalizadas en las ciudades de mayor prevalencia de uso de heroína: Hermosillo,Tijuana y Ciudad Juárez.[14]

La literatura sobre intervenciones focalizadas de salud es clara en el éxito e impacto de la reducción de daños para uso inyectado.[15] Los programas de intercambio de jeringas, la sustitución de medicamentos opiáceos, la aplicación de naloxona para casos de sobredosis y los sitios de uso seguro son respuestas efectivas y eficientes. Sin embargo, ahí donde Europa y Canadá han avanzando con las acciones antes mencionadas, logrando la reducción de prevalencia y eliminando la sobredosis por heroína, Rusia ha prohibido y penalizado la reducción de daños.

Los resultados del prohibicionismo y de la falta de ciencia para guiar las acciones de Rusia en torno a las drogas son desastrosos. La aparición de krokodil y su prevalencia de uso son solo una muestra de ello, a la que se suma la reducción de la edad de primer uso inyectado que durante la última década ha pasado de 17 a 14 años en dicho país.[16]

El reciente cierre obligado de organizaciones civiles[17] y el recorte del financiamiento internacional para la reducción de daños en Rusia[18] son factores clave que se suman a la realidad del mercado. Krokodil es otra consecuencia no intencionada del sistema internacional de fiscalización de drogas y su guerra prohibicionista.

Si el uso de heroína continúa siendo bajo, el reporte de un caso de uso de krokodil en México (después desdicho por autoridades de salud), es irrelevante. Si los medios de comunicación tienen un interés real en contribuir a la prevención del uso y del abuso, concentrarían sus esfuerzos en reportar las incoherencias y fallas de nuestra actual política de drogas, y no en la continua estigmatización de quienes las consumen. Si krokodil puede enseñar algo a México es que dejar en manos criminales el control del mercado de drogas es desastroso para la sociedad en su conjunto.

* Aram Barra es internacionalista por la UDLA Ciudad de México y experto en política de drogas. Es co-fundador del programa de drogas de espolea.org y oficial de programa para América Latina de México Unido Contra la Delincuencia y Transform Drug Policy Foundation.

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#droga#krokodil#México

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