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Opinión

13 de Enero de 2014

Acción política gastronómica

El otro día estuve en un restaurante alternativo y en sus paredes, a modo de collage, estaba todo, creo, lo que es considerado políticamente correcto desde el punto de vista de la cultura progre o alternativa. Se trataba de recortes de revistas, diarios y afiches. Hacemos el recuento: causa mapuche y sus derivaciones hacia los […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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El otro día estuve en un restaurante alternativo y en sus paredes, a modo de collage, estaba todo, creo, lo que es considerado políticamente correcto desde el punto de vista de la cultura progre o alternativa. Se trataba de recortes de revistas, diarios y afiches. Hacemos el recuento: causa mapuche y sus derivaciones hacia los pueblos originarios; movimientos sociales y sus grandes demandas, el pendejismo libertario y sus consignas del postromanticismo del siglo XIX; la diversidad sexual y sus especificidades; la conciencia ecológica y sus vertientes; legalización de la marihuana y semillería vernáculas; algo de esoterismo y yoga; y mucha cultura, sobre todo canción latinoamericana, algo de rock y poesía.
Ser o pertenecer a la cultura de izquierda consiste en apoyar y articular estas movidas y en operar discursivamente al respecto, y dedicarse comprometidamente, y con delirio, a alguna de ellas. Hay un detalle, la cultura de izquierda se siente con superioridad ética sobre la derecha, supremacía que perdió o que nunca tuvo, yo lo sé, los he visto, y son tan corruptos(as) y perversos(as) como los otros(as). El sentido común de izquierda funciona con ciertos tópicos característicos que, además de lo ya mencionado, incluye moda y modos de habla; el sentido común de derecha hace lo suyo con el otro Chile, tan aburrido como el otro, pero más cercano a la economía real, es decir, consumo suntuario, acriticidad y obediencia, y uniformidad política y apelación al orden establecido, etc. Ambas banalidades son patéticas, y aunque discursivamente las dos culturas se repelen, en la práctica hay transversalidad, porque comparten los mismos vicios y la misma ordinariez; es decir, son aspiracionales y arribistas, ya sea a nivel económico o social o a nivel cultural o intelectual, según corresponda.

CONSUMO DE INIQUIDADES
Debo reconocer que en lo personal, por un tema de ocupación de los espacios, pertenezco al primer grupo, al de la banalidad izquierdistosa. También reconozco que soy un poco esquemático al pintar un cuadro con un trazo muy grueso e hipersubjetivo. Dentro de este grupo de pertenencia el que más desprecio es al de los anarco panqueta okupa rockeros, que son una manga de drogos arrogantes carreteros que tratan de darle espesura a su trivialidad política con una consignería blanda. Quizás estoy exagerando porque hay algunos que son muy activos y propositivos con sus trueques y sus huertos, y su reciclaje. Quiero detenerme un rato en lo de la droga y la producción de crimen de baja intensidad que produce esta escena política, lo que incluye la vocación de dealers. Y no sólo consumen drogas, que sería lo de menos porque es obvio que la droga debe ser legalizada para controlar un mercado sin regulación, se dedican además a tomar copete en la calle y hablan de sus carretes como si se tratara de hechos heroicos, como que la droga los pone en situación de exclusividad. Además lo mean y cagan todo.
Ahora, el grupo que me es más cercano es el que practica agricultura orgánica, sobre todo los que se dedican a la curatoría de semillas. Como alguna vez fui agricultor tengo cercanía con el tema y cierta fascinación agrocultural. A pesar de que soy fóbico con los agricultores tradicionales y con el mundo campesino, las prácticas de ellos son súper fachas y son los responsables de muchos de los incendios forestales, suelen ser abusadores sexuales y son muy dañinos para el ecosistema. Por supuesto que me carga el hipismo rancio de ciertas prácticas que fomenta la agricultura ecológica como religión o sistemas de prohibición.

APOCALIPSIS NOW
Por otro lado, me imagino que los capucha o mucha militancia de los movimientos sociales van a extremar la exigencia porque tienen que demostrarle a los que llegaron al parlamento como sus representantes (los Giorgio, las Camilas y los Boric), que están equivocados, y que el parlamento no es el lugar en donde se resuelven los conflictos, sino el país mismo, en las áreas mismas en donde acontecen los hechos. Esto implica tomas y violencia callejera. Me temo que de a poco, gracias a estos impúdicos, y como efecto reactivo, va a empezar a surgir con fuerza el discurso de las viejas de derecha apelando a la higiene social que se haga cargo de limpiar la calles de tanta basura humana, es decir, limpieza que sólo pueden producir las FFAA o una policía sin restricciones. Todo esto a nivel latente, aún no es manifiesto. En la ciudad en que vivo la basura humana tiene todas las calles cochinas y compite con los perros por quien caga y mea más hediondo en la calle.
Los incendios forestales son un maldito preámbulo del Chile que se viene. Rodeados por un círculo de fuego esperamos el fin de esta democracia maldita, a manos de sus cultores, no se lo pierda. Mientras tanto, vamos a la playa.

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