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Opinión

17 de Enero de 2014

Guía maestra: cómo explicarle a tu madre qué chucha es un hipster

“Esto de la crisis está afectando mucho a la juventud. Pobres chicos y chicas. ¡Y cada vez hay más!”, te comenta tu madre cuando se cruzan en la calle con un grupito de jóvenes en el centro. Abrigos largos y con pinta de haber sido rescatados de lo más hondo del baúl de los recuerdos, […]

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“Esto de la crisis está afectando mucho a la juventud. Pobres chicos y chicas. ¡Y cada vez hay más!”, te comenta tu madre cuando se cruzan en la calle con un grupito de jóvenes en el centro. Abrigos largos y con pinta de haber sido rescatados de lo más hondo del baúl de los recuerdos, chaquetas de lana que ya perdimos de vista hace años, barbas de varias semanas, bigotes de todo tipo, pelos desaliñados, engominados imposibles, jeans gastados, lentes antiguos… “¡Esta pobre juventud ya no tiene ni qué ponerse! Míralos, si hasta se tienen que poner la ropa de cuando sus padres tenían su edad”, exclama finalmente tu madre.

Vía CookingIdeas

Así es, los hipsters se multiplican en cada rincón de la ciudad trayéndonos a las retinas los gloriosos años 80-90. Jóvenes bohemios con pintas de mendigo salvo en los bolsillos, en los que llevan sus electro-cosas de última generación –preferiblemente de marca Apple-; y en las etiquetas de la ropa, que no son precisamente de mercadillo.

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Smartphones de ultimísima generación, filtros de Instagram a granel, auriculares gigantes, café de Sartbucks en la mano y exaltación del espíritu ochentero y noventero temprano. Bicicletas viejas, fixies, cámaras de fotos analógicas y algún libro o disco de vinilo bajo el brazo. Son diferentes, son inconfundibles.

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¿Dónde encontrarlos? En cualquier Starbucks que se precie; o en esos bares de hipsters que parecen hogares de refugiados: cajas de madera usadas, sillas viejísimas, sofás sacados de algún basurero y ampolletas desnudas colgando de la pared o el techo conforman el mobiliario del local, que a menudo también dan conciertos.

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“¡Si es como cuando yo tenía tu edad! Igual igualito. ¡Madre mía, llevábamos las mismas pintas! Recuerdo que cuando iba a la facultad tenía un vestido igualito al de esa chica”. Dice tu madre, que sigue sin salir de su asombro. Sí, porque un día, tarde o temprano, esos hipsters se miran al espejo y descubren que ya no son ellos, sino sus padres, y el tiempo entra en un bucle infinito e implosiona haciendo añicos todo lo que tiene sentido en esta vida.

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Ser hipster –alternativo, pionero, diferente, bohemio…- se ha vuelto tan mainstream que no son pocos los jóvenes bisoños que también se suman a esta moda y manera de vivir la vida –después de haber pasado por pertenener a otras tantas tribus urbanas-. Y es aquí cuando todo esto se nos empieza a ir de las manos.

Revisa el resto aquí.

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