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Nacional

18 de Marzo de 2014

Las dos Claudias y Gabriela, la historia de una familia lesboparental

Claudia Amigo y Claudia Calderón no sólo tienen en común el nombre, también una historia de amor que las une desde el 2 de noviembre del 2007. Todo fue muy rápido. Se conocieron en la discoteque Naxos, intercambiaron sus números celulares y a los dos días empezaron a pololear. Ese mismo día Amigo le presentó a su hija Gaby - en ese tiempo de tres años -. La niña sacó todos sus juguetes y se los mostró, era la forma de darle la bienvenida.

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“Mom” (Amigo) y “Mami Clau” (Calderón), como las llama su hija Gaby, hoy llevan más de 6 años de relación. En la familia que han construido no existen los roles, de hecho – creen ellas – esa es una ventaja para Gabriela porque puede adaptarse a cualquier tipo de actividad. Puede jugar fútbol, puede ser una bailarina, puede jugar como si fuera una superheroína o, si quiere, como un superhéroe.

“La imaginación es de ella, su orientación sexual es de ella. Nosotras no tenemos nada que decir ahí, cero. Somos sus madres, la estamos guiando y de ninguna forma le vamos a quitar la libertad de ser quien ella es. Darle esa libertad es lo más importante que yo siento como madre y que tengo que cumplir” reflexiona Amigo.

En el colegio saben que Gabriela tiene dos mamás, desde un principio lo informaron porque tenían que saber que si un día una de ellas no iba a buscarla, tendría que ir la otra. Gaby está en tercero básico en un colegio municipal solo de niñas y cuando sus mamás van al colegio, tanto sus profesoras como la directora las felicitan por la generosidad y cooperación de la niña con sus compañeras. Les dicen que es una líder positiva. Era una sorpresa para ellas porque Gaby, no les contaba.

Claudia y Clau – así se distinguen- están conscientes de que a diferencia de otras parejas homosexuales ellas han tenido suerte en como ha sido aceptada su relación. En el trabajo, con sus amistades y principalmente en el colegio de Gabriela, ha sido natural. Las preguntas, eso sí, vinieron de sus propias familias: Clau, tuvo que explicarle de a poco a su madre y hermano su homosexualidad, no la entendían, pero con el tiempo la aceptaron y le tomaron cariño a Claudia y Gaby. Sus tíos y primos saben de su familia por las fotos que comparte en Facebook, pero no porque ella les haya contado directamente. Su decisión fue no hacerlo.

Claudia Amigo nació en Estados Unidos y toda su familia vive allí. Sus padres saben de la familia que conformó, pero no reconocen a Clau como su pareja ni como madre de Gabriela. “Ellos eligieron no darle el valor a nuestra relación”, confiesa. Cuando los abuelos de la niña están en Chile la invitan a comer y a pasear, solo a ella, nunca han salido con la pareja de su hija. “Y ese es un problema de ellos, no nuestro. Cuando puedan resolverlo recién ahí podremos conversar”.

A pesar de aquella indiferencia, las madres de Gaby decidieron casarse simbólicamente. Lo hicieron a través de Google Hangouts -videollamada- con la ONG francesa “Todos por la igualdad”, que casa a parejas homosexuales donde el matrimonio igualitario es ilegal. “Sabemos que merecemos derechos igualitarios, pero para nosotros lo primero son los derechos de todas las Gabrielas, de todos los niños de familias que no son heterosexuales. Que nuestra niña sea reconocida por ambas y que legalmente pueda poner sus dos apellidos en las tareas. Ella lo hace, porque esa es su silenciosa protesta” comenta Claudia Amigo.

La hija de Claudia y Clau no ha sufrido bullying por parte de sus compañeros. De hecho fue ella quien logró que el tema se pusiera en la mesa, que la profesora le explicara al curso lo que es la diversidad sexual y que existen distintos tipos de familia. Todas lo tienen como materia en sus cuadernos de ciencias sociales. “Sus compañeras le han dicho a la Gaby: ‘ojalá tuviésemos dos mamás’ o ‘qué bacán tener dos mamás’, pero les ha dicho que no es tan bacán, ‘no tenemos derechos’ responde ella. Y las niñas se quedan pensando”. relata Clau.
Gabriela incluso ha tenido pesadillas por el mismo tema. “Sabe que si a mí me llega a atropellar alguien y yo muero antes de que cumpla los 18, la Clau tiene cero posibilidad de luchar por la custodia de su hija. Queda a la merced de un juez que ni siquiera la conoce”, se lamenta Claudia, la madre biológica. Su mujer agrega: “Nosotras ya tenemos cuero de chancho. La senadora Van Rysselberghe o Carlos Larraín pueden hablar todo lo que quieran, que lo hagan para que la sociedad se empiece a dar cuenta la calidad de persona que han apoyado. Sus palabras no nos definen a nosotras sino lo prejuiciosos que son”.

“Cuando hablan en contra de nosotros, los homosexuales, no están usando su libertad de expresión porque no tenemos igualdad de derechos humanos. Estamos hablando de un Estado que deja de lado a sus ciudadanos una y otra vez, en todos los ámbitos. Cuando les toca hablar pelotudeces son expertos, pero no lo son cuando tienen que legislar por los derechos de la Gaby y el resto de los niños” – concluyen las dos Claudias.

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