Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

30 de Mayo de 2014

Rodolfo Carter, alcalde de La Florida: “Renuncié a la UDI hace dos semanas”

Hasta hace pocos días resultaba inexplicable que un alcalde UDI izara una bandera en apoyo a las minorías sexuales en la municipalidad de su comuna, pusiera un condón gigante en el centro de la misma y le pidiera autorización al SAG para plantar marihuana. Pero Rodolfo Carter lo hizo. Y, para no quedar corto, nos tenía reservada otra papita: hace dos semanas renunció a la UDI. Dice que en el partido le pidieron que no lo hiciera y que él está esperando qué se resuelve en el congreso ideológico. “Me siento incómodo con el traje de derecha”, dice.

Diego Bravo y Camilo Encina
Diego Bravo y Camilo Encina
Por


El alcalde Rodolfo Carter (UDI) está agotado. Son las 7 de la tarde del viernes 23 de mayo y se la ha pasado todo el día explicando a los medios de comunicación que la solicitud para poder plantar marihuana enviada al Servicio Agrícola y Ganadero, SAG, es un proyecto científico experimental. Dice que la Municipalidad de La Florida no venderá pitos sino que promoverá el consumo de aceite de cannabis entre 200 pacientes con cáncer. Pero Carter ya había dado que hablar. Izó una bandera en la municipalidad en apoyo a las minorías sexuales y, un poco antes, instaló un condón fluorescente, de 12 metros de alto, en el centro de la comuna.
Ahora, de pie, apoyado en la mesa de su oficina, pregunta: “¿te molesta que fume?”
En su mano tiene un cigarro. No un pito.

¿Cómo nace la idea de poner un condón fluorescente de 12 metros en el centro de La Florida?
Le pedí a los equipos de salud y educación de la comuna que me entregaran un informe de los temas más complicados que tenemos hoy en día los ciudadanos. Nos salieron dos o tres temas fuertes. Uno de esos fue que en los colegios hay muchas niñas que se están embarazando de forma temprana, finalmente terminan fuera del sistema educacional y, también, fuera de sus casas, porque las echan.

¿Y el condón fue idea suya?
Lo concebimos copiando el que se usó en Buenos Aires. El tema es que se hable del asunto, y lo conseguimos. Tratamos de no farandulizar la cuestión porque no me hace ninguna gracia cuando un político sale a repartir condones y se pone uno en la cabeza. Eso no sirve para nada. Aceptamos que el condón gigante puede tener una parte divertida, que te digan que el alcalde lo tiene grande o qué sé yo, pero atrás hay una realidad que todos deberían saber.

¿Nunca temió a la crítica? A lo que diría su partido, por ejemplo.
Fue un poco a la mala cómo se metió ¿o no?
No, a la mala no. Renunció (Jorge) Gajardo y después terminé siendo elegido casi al cachipún dentro del concejo. Luego, cuando la gente me votó, me confirmó. Entonces, tengo que estar a la altura de la confianza de la gente, aunque ni el partido ni el sistema confiaban en mí.

Entonces, se alejó de los coroneles del partido.
No solo de ellos, sino de los gobiernos mismos: de la Concertación, de Piñera, de este gobierno. Todos le han hecho el quite al tema de la sexualidad, pensando en lo que van a decir las Iglesias o lo que van a decir las encuestas. Si tienes un problema social que afecta a la gente humilde, es un pecado social no tomar las riendas del asunto.

¿Usted usa condón?
Cuando es necesario, sí.

O sea “toca guitarra con guantes”, como diría Carlos Larraín.
Esa es una frase muy poco feliz, porque el mundo es bastante más complejo que esa caricatura. En lo personal, no puedo estar más lejos de Carlos Larraín, porque él pertenece a un sector social al que nunca he entrado. Él ve a la sociedad chilena como antes de la reforma agraria y, en eso, hay un cierto desprecio por los chilenos que no son iguales a él. No lo he confrontado porque ha sido muy descalificador. Él le hace un muy mal servicio a la idea de libertad del país. Afortunadamente, en Chile, no hay más patrones de fundo como él.

Entonces, usted toca la guitarra con guantes y él es un patrón de fundo.
Creo que él tiene esa mentalidad, media asistencialista, de que aquel que no está de acuerdo con él, no tiene ningún mérito. Él ridiculiza al que piensa distinto y yo no pertenezco a ese tipo de personas. Tuve oportunidades que mis viejos no tuvieron, pero eso no me hace mejor persona que el resto. Muchas veces me siento incómodo con el traje de derecha, no solamente por la relación con Pinochet, sino por esta mirada elitista del resto del país. De hecho, muchas veces me pregunto si no son capaces de darse cuenta de que la enorme mayoría de los chilenos lo pasa mal todos los días: con un transporte público como las pelotas, con una ciudad desigual, con trabajos mal pagados, con educación mal pagada, con casas enanas. Entonces, es súper fácil predicar desde la comodidad heredada y no comprender que Chile sufre mucho, todos los días.

¿Cómo, entonces, llegó a la UDI?
Yo salí del colegio militando en la Democracia Cristiana, más que nada porque me chocaba ver a este caballero en la tele diciendo: “en 1973…”. Lo encontraba súper opresivo. Era una forma de país que nunca me acomodó. Después, ya en la universidad, me acuerdo que venía saliendo Jaime Guzmán de su clase de Derecho Constitucional, el primero de abril de 1991. Ahí, en el pasillo, mientras yo iba a Derecho Romano, estaba el Negro Palma Salamanca. Salgo de clases y vi que había una cuca con los vidrios quebrados afuera de la universidad. Llego a la casa y veo las noticias: Jaime Guzmán murió. Al otro día me hace clases Hernán Larraín. Ahí me pasaron dos cosas, vi el sufrimiento “del otro lado” y me quedó grabada una frase que dijo Hernán: “no importa si ustedes están de acuerdo o no con Jaime. La única lección que nos deja a todos es que él hizo de su vida algo extraordinario. Nunca se conformó con la mediocridad”. Para mí eso fue como un combo…

¿Qué hizo después?
En quinto año me hizo clases Rodrigo Álvarez, que después me pidió que lo acompañara a su campaña como diputado por Punta Arenas. Yo le dije que no tenía nada que ver con la UDI, pero él me pidió el favor como amigo, así que lo fui a ayudar. Ganamos la elección. Seguí trabajando con él en el gabinete. Conocí a Pablo Longueira, que en ese entonces para mí era como el diablo, porque siempre andaba enojado. Pero vi el tipo de persona que es. Entonces, en el 99, me hacen la encerrona: “¿por qué no entras a militar a la UDI?”, me dicen Longueira y Coloma. Yo les dije que no era pinochetista y que si se pudiera votar de nuevo por el No, lo haría. Al día siguiente llego a la oficina, me siento en mi escritorio y veo una ficha de militancia política donde mi apoderado era Longueira. Y ahí firmé. Es curioso, porque en esa época, que se estaba mucho más cerca de la dictadura, la UDI era muchísimo más tolerante.

LAS VOLADAS DE CARTER

¿AVP o matrimonio igualitario?
AVP de todas maneras, pero me gustaría escuchar un debate respecto al matrimonio. Si hay dos adultos que deciden unirse en matrimonio o AVP, el Estado no tiene por qué intervenir. Nadie tiene el derecho a decirle a otro cómo ama. No hago un juicio de si es antinatural o criminal o no sé qué.

¿Entonces está de acuerdo con la adopción en parejas homosexuales?
Creo que en esos temas debemos escuchar mucho, todos. Creo que las personas tienen derecho a amar, incluso del punto de vista religioso ¿Por qué va a decirle Dios a un grupo de compadres: “usted nació con un problema”? El cambio más radical que debemos tener como sociedad es el respeto en el debate. En los temas límites –aborto, matrimonio homosexual-, todas las posiciones deben ser escuchadas, y todos tenemos que estar dispuestos incluso a cambiar de opinión. Yo no me cierro a escuchar un buen argumento que me haga cambiar de opinión.

¿Usted fuma marihuana?
Me he volado dos veces. Una, cuando Pearl Jam vino a Chile y tocó en San Carlos de Apoquindo, por allá por el 90 y tanto. Yo trabajaba con Rodrigo Álvarez y le pedí permiso para venirme a Santiago por un día a ver a un enfermo. Pero era para ver a la banda. Llegué al estadio y ya se habían fumado todos los pitos. Y producto del mega-pito que se fumaron, por el humo, terminé voladísimo. Bajé caminando por San Carlos y no sé dónde llegué. La segunda vez fue hace como ocho años. Estábamos en un cumpleaños y alguien estaba fumando. Me ofrecieron y fumé. Me dio risa un rato y llegué a la casa con hambre. No volví a fumar –y no volvería a hacerlo- porque no me llama la atención. Ahora, sería súper hipócrita si no digo que he tenido acceso a todo tipo de drogas, como todos los políticos, pero nunca me ha llamado la atención. Le tengo miedo a las drogas que pueden acabar con tu libertad.

Como la cocaína, por ejemplo.
Claro, pero no hago estigma del que se fuma un pito. De hecho, creo que hay que discutir con más libertad la política antinarcóticos de Chile. La redacción de la ley 20 mil comete un error, y los expertos lo reconocen, porque no es lo mismo consumir un pito de marihuana a consumir cocaína. Hoy las fiscalías y las comisarías están llenas de cabros que se estaban fumando un pito y los narcotraficantes que venden coca, pasta base, están felices en las poblaciones porque nadie los toca. Hoy en día hay que centrar el debate y la persecución penal en los narcotraficantes.

¿Y en qué volada estaba cuando pensó lo del aceite de marihuana medicinal?
Lo que pasa es que me tocó ver a un ser querido con cáncer: yo perdí a mi papá por leucemia. Tuve que inyectarle morfina. Vi cómo se fue apagando y viví lo caro que era entregarle esa droga. En ese momento no pude hacer mucho porque yo era una víctima más. Hoy, como alcalde, puedo abrir el debate. Ahora, yo no estoy inventando nada nuevo. Esto es experiencia comparada. Lo están haciendo en muchas partes del mundo. No estamos hablando de legalizar el consumo ni andar vendiendo pitos en la calle. Estamos hablando de temas de profunda humanidad.

¿Habló con Moreira?
No, pero creo que comete un error garrafal porque ridiculiza el tema. Lamentablemente Iván es un gallo un tanto impredecible. Sale con estos pronunciamientos que son del orden religioso y yo no me pierdo nunca. Nosotros no estamos abriendo el consumo particular ni estamos promoviendo las drogas, y si es por valores cristianos, el primer mandato es compadecerse del dolor. La opinión farandulera y desinformada de Moreira va hacia un electorado cristiano y yo no estoy actuando con criterio electoral, estoy hablando con criterio humano.

¿Y con la directiva del partido ya conversó?
Ernesto (Silva) sabe perfectamente que yo he estado muy distante de la UDI en muchos temas, tanto en la relación con Pinochet como con el discurso un tanto autoritario respecto a las libertades civiles. No me sorprende que Ernesto sea más aperturista. Es un tipo inteligente, y las personas inteligentes no ven el mundo en blanco y negro. Él sabe que no estamos promoviendo la legalización de las drogas. Al revés: nosotros vivimos todos los días en las poblaciones peleando con los narcotraficantes. Hoy día tenemos que discutir con seriedad, sin temor, el beneficio de la cannabis sativa.

Usted no es como del ADN de la UDI.
Nadie es de ADN de nadie, ¿o crees que se nace comunista o PPD? Todos nacemos libres e iguales y uno va tomando decisiones conforme a sus ideas. Yo sentí en un minuto, cuando estaba Pinochet, que no podía ser partidario del régimen. Cuando volvió la democracia, y después de un proceso largo, me fui acercando a las ideas de la UDI respecto al futuro. Suscribo algunas cosas y tengo distancia con las personas que creen que le tienen que decir al resto cómo tienen que vivir. Una de las cosas que aprendimos con la dictadura es que nunca más íbamos a ser enemigos. Podemos ser distintos, podemos ser adversarios, podemos perder o ganar, pero este no es un país que se divide entre buenos y malos. Y eso, en lenguaje UDI, a veces está muy presente: el que no está con nosotros es un corrupto, un degenerado, un no sé qué. Pero la verdad es que cuando un socialista está enfrente, a lo más va a estar equivocado. Pero eso no lo hace una mala persona ni tampoco un enemigo.

Pero sigue existiendo un ala dura dentro en el partido ¿o no?
Bueno, es parte de la pega de Ernesto Silva y Javier Macaya demostrar lo que pueden hacer, y espero que lo puedan hacer. La UDI debe asumir los cambios, darse cuenta de que la sociedad chilena cambió y tiene que abrirse al mérito. La UDI, como todo partido político, es un partido de clases. Es decir, para ser diputado, tienes que ser “hijo de”, “amigo de”, o tener plata. Y eso es fatal, porque no podemos ser un partido que defiende a la clase media si somos descendientes de los apellidos famosos. No podemos ser un partido que defiende el mérito si a la hora de la verdad no hacemos nada cuando hay abuso de parte de las farmacias por el alza coludida de precios.

RENUNCIA AL PARTIDO

¿Qué le pareció el discurso de la presidenta Bachelet el 21 de mayo?
Siento que está un poco repetido el tema. Tengo la mejor opinión humana de Bachelet. Tenía la impresión de que ella es un ejemplo de reconciliación, pero este segundo gobierno he notado un tono revanchista. Creo que genera expectativas que no podrá cumplir, y eso le hace mal a ella y al país. Sabiendo que hay tres reformas que requieren mucha concentración del gobernante y una sociedad en paz, ella no reconoce que Chile está muy crispado. Me da pena escuchar los mismos eslóganes de lucha de clases que pensé que se habían erradicado en la época de Pinochet.

¿Y en relación con la reforma educacional, qué opina?
Me parece mal que con el prejuicio se pretenda poco menos que terminar con la educación subvencionada, en función de que algunos sostenedores claramente abusan. Eyzaguirre no se equivoca al decir que le ponen un nombre en inglés y atraen a la gente con una falsa idea de progreso. La gente busca movilidad social y tiene derecho a elegir. Lo que debe ocurrir es que no existan más abusos y, para eso, debe vigilarse más la subvención para evitar el lucro en materia de colegios subvencionados. Yo creo firmemente que no debe haber educación, ni pública ni privada, que lucre si recibe subvención estatal. El gran problema de la UDI es que estamos diciendo a todo que no y lo que debimos haberle dicho a la presidenta es “discutamos los impuestos. No tenemos miedo”, antes de aparecer defendiendo teóricamente a las empresas. El país sí necesita más dinero para educación. Como alcalde lo vivo todos los días, sabemos que con la subvención actual no llegamos a ningún lado.

En la Alianza creen que el discurso es casi como una nueva Unidad Popular.
La UP no va a volver. Creo que es una caricatura poco saludable porque ni los parlamentarios, ni los empresarios, ni la clase dirigente del país van a sufrir si el país se detiene. Los que van a sufrir va a ser la gente más humilde. En lo que podemos cometer un error es en que todos nos enfrentemos como enemigos, y en eso todos tenemos responsabilidad. La Presidenta tiene la oportunidad de parar a los fanáticos, de acabar con el tema de la retroexcavadora y toda esta parafernalia que está pasando en la Nueva Mayoría. La derecha también debe tener cuidado con el lenguaje, porque esta no es una guerra, es una democracia, y en democracia se gana o se pierde.

Usted habló de movilidad social, pero el modelo que defiende su partido agranda la brecha entre ricos y pobres.
El capitalismo sí produce desigualdad. El socialismo produce igualdad: los hace a todos igualmente pobres. Pero creo que el capitalismo no es una religión, es una herramienta de trabajo para generar riqueza. El capitalismo tiene que ser dirigido, no es una bestia que anda suelta en la calle. Cuando llegué a vivir a La Florida con mi familia, a los cinco años, el Mall Plaza Vespucio era un campamento, mi papá era poco más que junior y mi mamá era dueña de casa. Hoy soy alcalde de La Florida, con educación universitaria. O sea, el modelo no es tan terrible.

¿Pero no son esas las excepciones dentro del modelo?
No, porque ha sido masivo. Hace 20 años había 100 mil estudiantes en educación universitaria. Hoy son millones. El punto está en que hay correcciones profundas que hacer al modelo.

Pero son estudiantes endeudados y de Universidades como la del Mar.
Claro. No puede ser que existan universidades de mentira, que estafan a la gente con carreras de mentira que no sirven para nada. Pero eso no significa que hay que acabar con el sistema y que todo tiene que hacerlo el Estado. Pueden ser perfectamente universidades privadas, sin fines de lucro, que hagan las cosas bien. No soy partidario de tener un capitalismo sin límites. Creo que el uso de la libertad tiene que ser responsable, regulado, y se tiene que garantizar que a los más humildes no se les pase a llevar.

¿Qué puntos tiene en común usted con la UDI?
Yo creo que la UDI es partidaria de una sociedad de libre mercado, porque creo que la iniciativa privada es el motor del desarrollo. El mercado sin límite transforma a los ciudadanos en consumidores o clientes. Cuando el Estado está fuera de control, transforma a la gente en empleados. Creo que la libertad personal no debe estar sometida a la libertad del Estado. No es justo que una señora que hace el aseo en El Golf sale a una plaza de buena calidad, con pavimentos en buenas condiciones, iluminación led, una ciudad limpia, y se suba a la micro y en 40 minutos llegue al tercer mundo. Ahí el Estado tiene que acortar la brecha de la desigualdad. Ahora, ser partidario del Estado como asignador de recursos y de la libertad para emprender, no significa que el Estado tenga un rol, pero sí se reconoce lo que tiene que hacer.

Eso me suena a Evopoli, Amplitud o Fuerza Pública. Le pregunto de nuevo: ¿cuáles son los puntos que usted tiene en común con la UDI hoy en día?
Eso, el papel del Estado. Y lo hemos estado hablando responsablemente.

¿Y lo han escuchado?
Sí, pero yo renuncié a la UDI hace dos semanas, antes del concejo general.
Nos juntamos con Ernesto Silva en una bencinera en Costanera Norte. “Esto no da para más”, le dije. “Hace muchos años vengo escuchando que nos vamos a modernizar, que vamos a discutir, que nos vamos a poner al día, y siempre hay una urgencia electoral por la cual no se hace”. Me respondió: “¿Por qué entraste a la UDI?”, como una suerte de “¿qué hacís acá?”. Le conté que fue porque había un grupo de seres humanos notables que estaban por una idea de futuro y que ya no están en política, como Rodrigo Álvarez y Pablo Longueira, y luego empiezan a aparecer estos liderazgos sacados de las cavernas, sacando panfletos de campaña del terror de lo más pinochetista. Que el consejo general va a ser un concurso de belleza, no una elección política. Consciente de eso, me pareció decente renunciar antes de las elecciones de la directiva por la buena relación que tengo con Ernesto, para no hacerle una zancadilla. Le dije “ustedes están jugando a ser el 20%, porque con el sistema binominal da para salir, pero los alcaldes tenemos que apuntar al 50%, y con un partido que es cada día más retrógrado, cada día más detestado por la opinión pública y caricaturizado por la izquierda, es una apuesta imposible de subir”, le dije. No comparto lo que están haciendo y, en la forma, me hacen daño electoral. No tiene sentido.

¿No tiene sentido para usted seguir en la UDI?
Creo que tenemos que discutir la declaración de principios. La UDI no puede seguir usando como referencia la dictadura militar. Es como cuando los comunistas dicen que Fidel es la luz del mundo, siendo que es el último dictador de occidente. Eso es súper irritante. Es ridículo pensar que un partido que quiere mirar al futuro esté permanentemente atado al pasado. Es por una cuestión de decencia, porque además no hay nada más afuera.

¿Cómo? ¿Siente que el partido tocó el techo?
Sí.

¿Ve alguna alternativa al modelo?
Tenemos la obligación moral de apurar el tranco. No me hace sentido decir que en 10 años salimos del subdesarrollo. Para una persona que vive en la pobreza, 10 años son una eternidad. Yo no soy de los que dicen “¡Este país!”, como si dijera “este mojón”, porque este es un gran país que nos costó a todos, y no con el esfuerzo de Luksic, ni Paulmann, ni Angelini. El progreso lo ha hecho fundamentalmente la gente…

Pero, así como me lo cuenta, usted parece una excepción del modelo, como Golborne.
Lo excepcional es que soy de los pocos que están en estos cargos. Pero no es excepcional porque hay mucha gente en todos los partidos que puede tener esta mirada de la sociedad. Me acuerdo cuando cumplí 20 años. Empiezo a abrir los regalos y me acordé cuando tenía 10 años, y me di cuenta de que cuanto tenía 20 años ya era viejo. Y cuando cumplí 40, repasé mi vida para atrás y me dije: “ya cometí errores graves, ya me cagué a un amigo, se murió mi papá, los para siempre ya empezaron a aparecer: con ese amigo no me voy a reconciliar nunca, mi papá no va a volver, la mujer que amé toda la vida en la universidad nunca va a ser mía. Solo la puedo ver por televisión”. Y me di cuenta de que en 20 años más voy a tener 60, y ahí el arrepentimiento que tenga a esa edad… ya va a ser muy tarde. Si creo que hay que hacer las cosas correctas, hay que hacerlas. ¿Y si la UDI se enoja? Mala cueva. ¿Y si cambian? Qué bueno, ayudé.

¿Está desilusionado de la UDI?
Yo diría del sistema político en general, porque es un sistema muy inhumano. Uno ve cómo se transa todo, las peleas que uno ve por televisión son para la televisión, las descalificaciones son brutales, todo vale. Por eso es que la frase de Allamand es tan terrible: “la política es sin llorar”. Por supuesto que es con llorar, si las cuestiones duelen. La experiencia como concejal me preparó para el drama de llegar a un cargo como este donde te abren la puerta del auto, te dicen “señor alcalde” y el problema está en que la mayoría de los políticos se lo creen. Cuando tienes chofer, entrada oficial a todos lados uno se empieza a alejar y a creer que uno es mejor que otro. Le temo a mi propia vanidad…

Notas relacionadas