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Nacional

12 de Junio de 2014

Teresa Donoso, 54 años, pobladora: “Mi marido me dejó la decisión”

Llegué con hemorragia al hospital. Había tomado miles de mugres: yerbas, pastillas, incluso me puse inyecciones. Si hasta hice fuerza con la guata. El doctor y las enfermeras se dieron cuenta al tiro que había abortado y me hicieron un raspaje a sangre fría “pa’ que no te acostumbrís, asesina” decían. Como el dolor era […]

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Teresa Donoso

Llegué con hemorragia al hospital. Había tomado miles de mugres: yerbas, pastillas, incluso me puse inyecciones. Si hasta hice fuerza con la guata. El doctor y las enfermeras se dieron cuenta al tiro que había abortado y me hicieron un raspaje a sangre fría “pa’ que no te acostumbrís, asesina” decían. Como el dolor era tan fuerte, yo gritaba y pedía anestesia, pero ellos me callaban diciéndome “no te gustó matar a tu hijo”. ¿Qué hijo? ¡Si era un embrión! Es que ellos no piensan lo que podís sentir. Para ellos erís un animal que está obligado a reproducirse sin pensar. Están equivocados. A las mujeres no nos gusta abortar, pero cuando no tenís las condiciones: ¿para que vai a traer otro hijo más?, ¿para que tengai culpas con él? Cuantas veces uno ha escuchado a las mamás decir “por culpa de este cabro huevón tuve que casarme, por culpa de él no pude estudiar”. Yo no quería eso. Además mi marido estaba sin pega y me dejó la decisión a mí siendo que la cachita la habíamos echado los dos.

Es que los hombres siempre te dejan sola. Por eso, hay que enseñarles a las mujeres pobres que usen el condón aunque el hombre les diga que es como hacerlo con guante. Si al final son ellas las que están más vulnerables a tener aborto. No es por discriminar, pero las mujeres con recursos entran a una clínica por apendicitis, abortan, y salen caminando regias. En cambio, las mujeres pobres tenemos que ir a los servicios públicos donde nos maltratan, hacernos las valientes y dejar que nos hagan lo que quieran porque en la casa hay más cabros chicos esperando. Yo aborté dos veces y desde entonces le tengo pánico al ginecólogo. Me da terror subirme a la camilla y abrirme de patas. A veces pienso ¿cuántos abortos se hacen diarios en una clínica? ¿Cuánto ganan los médicos con el cuerpo de la mujer? Pero, claro, a mí el médico me gritaba “asesina” como si fuera la única en el mundo. Si en la población cuando yo era chica había una vecina que hacía “remedio”. Les ponía una sonda a las mujeres. Un largo pedazo de goma que se incrustaba en la vagina por dos días y al caminar la mujer rompía la bolsa y venía la hemorragia.

Si yo conocí a una señora que tuvo quince hijos y abortó diez con ese método. Seguro que para los católicos ella está ex comulgada igual que yo, pero a mi no me importa porque no soy católica y no tengo culpas porque yo tomé una decisión pensando que mando mi cuerpo y nadie, ni los gobiernos, ni los estados, ni los maridos, pueden exigirme que tenga un hijo que no puedo tener porque eso va en contra de mí como persona. Por eso, si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría de nuevo y si caigo presa, mala suerte, porque creo que llegó el momento que las mujeres nos atrevamos a decir “eh, yo aborté, yo lo hice y sácame una foto” igual como los Provida se fotografían. Si hace poco tiempo hicieron un recital en contra del aborto y fue Sol y Lluvia ¡¿de qué me estai hablando?! No sé, yo creo que estamos retrocediendo. Si ahora quieren quitarle la pastilla del día después a las mujeres jóvenes y también la “t” de cobre, simplemente, porque a la gente de derecha se le ocurre. Ahí es cuando yo me preguntó ¿dónde está la gente de izquierda progresista? ¿Dónde está la gente por la que voté y dijo que iba a estar a favor de nosotras las mujeres? Yo creo que hay que salir a las calles, protestar, correr a La Moneda y gritarle a la Presidenta, “oiga, ¿qué le pasa? ¡Reaccione! ¿O es que acaso como está rodeada de tanto huevonaje se puso tonta?”.

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