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Opinión

18 de Agosto de 2014

Guerrilla zen y guerrilla inútil

“Ningún aprovechador haciendo biografías de personajes de la dictadura o la farándula, ninguna avivada ni victimización. Es como si estos libros salieran corriendo tras el lector (¡ahí está la solución al problema de la lectura: que escriban con gracia, que lo pasen bien escribiendo!)”. Escribir sobre la relación de uno con los libros es presuntuoso, […]

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ZEN
“Ningún aprovechador haciendo biografías de personajes de la dictadura o la farándula, ninguna avivada ni victimización. Es como si estos libros salieran corriendo tras el lector (¡ahí está la solución al problema de la lectura: que escriban con gracia, que lo pasen bien escribiendo!)”.

Escribir sobre la relación de uno con los libros es presuntuoso, da mono. Un libro debe ser tratado como un juguete, un crucigrama, una lámina de álbum del Mundial con un jugador de Ghana o Corea, sin ningún otro estatus ni importancia. Mi fantasía: regalar luego de leer; comprar siete libros, leerlos, anotar un verso o un párrafo y luego regalarlos. Fin. Giorgio Jackson tuiteó sobre el problema de la lectura, que no es problema y si lo fuera, se resuelve sacando el IVA y con circulación, zapping, intruseo y sordera a las patotas de todos los estilos: conservadoras, minorías, académicas, feministas, etc. Y también con el rechazo a homenajes y entronizaciones. ¡Un poquito de contracultura por el amor de Dios! Es sencillo: restar importancia a la palabra y ponerla en circulación.

Viajo a Buenos Aires cada dos meses y algunos amigos me piden libros de editoriales taquilleras (ya que en Chile se traduce sólo Ginsberg, Patti Smith, sandías caladas). Bestia Equilátera, por ejemplo, saca literatura inteligente pero entretenida, son como primos lejanos de César Aira y hacen el casting que él haría. Ningún aprovechador haciendo biografías de personajes de la dictadura o la farándula, ninguna avivada ni victimización. Es como si estos libros salieran corriendo tras el lector (¡ahí está la solución al problema de la lectura: que escriban con gracia, que lo pasen bien escribiendo!). Veamos.

i. GUERRILLA ZEN
Elogiado en New Yorker, en Huffington Post y en Paula –lo que me imagino garantiza su encanto y levedad de sangre– leo Toque de queda (Bestia Equilátera, 2014), una novela de Jesse Ball (NY, 1978) mínima en el lenguaje pero precisa en sus recursos, húmeda y triste. En el contexto de un gobierno totalitario fantasmal, un ex violinista se dedica ahora a redactar epitafios para lápidas, vive con su hija sordomuda y recuerda a su mujer asesinada. No es una novela política, no está en clave realista, alguien habló de la ternura de Miyazaki con cucharadas de Kafka. Es un regalo perfecto si se quieren hacer los sensibles-inteligentes con alguien, porque hay silencio, bosques, juegos puertas adentro con la hija sorda. Y algunos fragmentos realmente notables, como el método revolucionario –bastante implementable, diría yo– que le enseña un amigo al protagonista, una especie de guerrilla zen:

“Cualquier miembro del gobierno, cualquier miembro de la policía secreta es nuestro objetivo. Vives tu vida y no haces nada fuera de lo común, pero si en cierto momento te encuentras en condiciones de causar daño a un objetivo, lo haces. Luego continúas como si nada hubiera pasado. Nunca te esfuerzas para alcanzar esa oportunidad. Uno no se prepara, salvo mentalmente. El crimen perfecto depende del azar: por casualidad pasas frente a una mesa con un collar de diamantes, en un momento todos miran hacia otro lado; te apropias del collar y sigues de largo; ahora eres el dueño de un collar de diamantes. Tenías todos los motivos para estar en ese lugar y en ese momento, como parte de tu rutina”.

ii. GUERRILLA INÚTIL
A la editorial Caja Negra parece interesarle entregar productos contraculturales pero con su respectivo mea culpa y autoanálisis. Como en el recién salido del horno Memoria de los ritos paralelos, de Miguel Grinberg, el único beat latinoamericano y cuya carta a Allen Ginsberg es también una llamada de atención al engrupimiento beat. Dice la carta:

“¿Cuántos manifiestos has firmado en tu vida? ¿Dos, siete? ¿Te sentiste mejor después de haberlo hecho? ¿En paz contigo mismo? ¿Misión cumplida? ¿O fue sólo diversión? […] Uds. actúan como mendigos que piden un rinconcito para desarrollar su idea de libertad. Y discúlpame, pero eso no es AMPLIAR EL ÁREA DE CONCIENCIA, eso es esconderse porque el peso de los EEUU es demasiado. Y ustedes hacen cosas que saben que van a ser problemáticas, y luego se quejan como adolescentes diciendo que los policías son gente mala, pero al mismo tiempo se divierten porque uno de los privilegios de ser un ciudadano aquí es que pueden desafiar a la policía y divertirse. LeRoi Jones está apasionado por los revolucionarios de Venezuela, Howard Schuman por los de Colombia, Mark Scheleifer con los de La Habana. Por favor, déjennos solos a los de América Latina. Si quieres hacer algo por la revolución, hazlo AQUÍ, no en nuestros países. Varios de ustedes viajaron a Cuba, la policía toleró la manifestación en torno al Lincoln Center, todo como en las grandes fiestas del Día de Graduación, no hay lastimados, cada cual regresa a casa con el alma en paz, han hecho algo bueno, tiernos girls and boy scouts de las Artes. Nada de problemas, ¿sabes por qué? PORQUE NINGUNO DE USTEDES ES PELIGRO”.

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