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Opinión

18 de Septiembre de 2014

Osvaldo Cerda (79), El Buey de Peñaflor: “Yo veía a las minas bailar la cueca y me calentaba”

Es todo un personaje en la Viseca, el Patio de los Polleros, en Estación Central. Llegó vendiendo chancho a la chilena y terminó cantando cuecas en sus pasillos, junto a otros emblemas como son los extintos Nano Núñez y el Baucha- que estiró la pata el sábado pasado- con los que pisó todas las casas de putas capitalinas en los años 50. En Peñaflor, “El Buey” tuvo las mejores quintas de recreo donde se tocaba cueca brava y comía a destajo. Grabó canciones con el actor Daniel Muñoz y lo acompañó al Festival de Viña y del Huaso de Olmué. Hace un año está retirado. Casi se va cortado y quedó medio sordo. Pero no pierde el humor y tiene la talla a flor de piel. Es de las últimas leyendas de la cueca brava que va quedando en pie.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

BUEY-2

Agradecimientos a Félix Llancafil.

¿De dónde viene el apodo de “El Buey”?
-De mi padre, que volteaba animales y los vendía en la casa. Él era robusto, espalda grande y gordo. Como un güey. Y le decían así. Y por herencia también me decían “El Buey”. Yo era gordo, pesaba 132 kilos, y era de espalda grande. Imagínese, ahora peso 72. Era comer y tomar. Le puse bueno. Y no me quejo.

¿Dónde se crió?
-Soy nacío y criado en Peñaflor. Toda la vida he sido comerciante. Tuve tres carnicerías y las mejores quintas de recreo en el balneario del Trapiche. En todas las quintas, se bailaban cuecas y yo tuve las mejores cuecas, con dos pianistas, dos bateristas y doce cantores arriba del escenario. La fiesta comenzaba a las dos de la tarde y duraba hasta el otro día. Se comía bueno y harto: porotos graneados con plateada. Gallina de campo. Humitas, pastel. Nada vegetariano. Todo para rendir. Mi fonda, que era la oficial en Peñaflor, era la mejor. Tenía a don Emilio Olivares, a mi compadre Perico, al Peso, al Nano Núñez, al Baucha. Venía gente de todos lados a comer y bailar.

¿Eran muy distintas las fondas a las de ahora?
-Ahora son sumamente caras y no habían tantas. Estaba la fonda oficial donde comían los huasos del rodeo. Y otras fonditas chicas. Pero todas tenían música en vivo.

¿Qué se tocaba en las fondas?
-Cueca, vals, tango, bolero, guaracha, cha cha chá.

¿Y qué estilo de cueca se escuchaba?
-Las bravas, pues. La más bonita. No esas cuecas pa agilados y machucaos. Las bravas son las pulentas, las más diablas, las más pillas, no son como las tradicionales. Hablan de minas encachás, de prostíbulos, las otras son muy ahueonás. Y son más diablas, porque nacieron en los prostíbulos, que habían en esos años, como el de la Carlina, de la Ñaña, de la Chela, de La pecho e palo, de La Nena del Banjo, de La Lechuguina. Todas esas fueron escuela pa mí. Tantas casas que uno recorrió. Yo estaba en todas. Mi compadre Perico, el Baucha, el Mesías, el Nano Núñez- el mejor autor de cuecas de Chile- venían a cantar a mi negocio y tocaban en las casas de gastar.

¿Y para qué tenían músicos en las casas de putas?
-Pa incentivar, pues. Además que los cuequeros iban a cantar, a tomar y a lo demás, pues. La hacían toda. “El peso del puñal”, por ejemplo, llegó vendiendo tortillas y huevos en las casas de puta. Después aprendió la cueca y comenzó a cantar.

Cuando iba a los prostíbulos, ¿usted ya le pegaba al canto?
-Yo cantaba de chico y me interesé por la cueca cuando empecé a ir a los prostíbulos de la calle Maipú. Todos ponían música en vivo, orquestas y su par de cuequeros. Tenía 15 años e iba a bailar. Eran los años 50.

¿Iba sólo a bailar?
-A bailar, a todo, pues. ¿A qué iba a ir si era un prostíbulo, pues? A mí me gustaban las casas de gastar.

Le gustaba el hueveo.
-¡Me gustaban las minas, pos! Y la tomatera en la noche. ¿Aónde va a tomar en la noche usted con una güena mina, después de bailar para terminar acostándose con ella? ¡A una casa de putas, pues!

¿Las conquistaba con el canto?
-Con el billete, pues. Con qué más va a ser. Fui muy amigo de la Lechuguina, que tenía casa de putas en los Callejones, y que estaba casada con el Zapata. Era muy buena cliente de mi negocio. Llegaba el domingo con todas las mujeres al Trapiche. Viera cómo comían. Muy buena mesa. Todo a la pinta. Las minas llegaban con los lachos y maricones. Y se quedaban a dormir y se iban al otro día. ¿Cómo es que se llamaba la Lechuguina, esta vieja hueona? Ay, cómo se llamaba. ¡Raquel, se llamaba la vieja hueona! Las putas comían todo de primera. Almorzaban pasteles de choclo, humitas, gallina de campo, en la tarde carne a la cacerola, pollito arvejado.

Se alimentaban bien.
-Es que trabajaban duro, pues. Y en mi negocio, se quedaban hasta el otro día acostás y curás. Y métale y póngale con los rotitos. Ganaban plata. Eran buenasmozas.

¿Nunca pololeó con alguna?
-No. Pa qué. Eran pa puro acostarse. Puta, si no era mal encachao yo. Tenía mis minas. Fui muy puto. Pero fue etapa pasada. Cuando conocí a mi mijita, mi esposa, nunca más me acosté con una puta. Ahora me la paso puro rezando.

No le creo.
-Sí. Esa etapa pasó. Sipo, le cuento: yo me iba de las putas a la misa. En ese orden.

Las culpas, pues.
-Por qué, po. Yo soy un pecador. Y lo asumo. No soy hipócrita como los canutos. No era un santo. Hay algunos que se han casado cartuchos. Y no se han portado ná mal. Yo soy terrible católico. Yo iba a los prostíbulos, me venía en la primera micro de Santiago a Peñaflor, y directo a misa. Antes paraba en El Hoyo, pero no como el de ahora, que es puro lujo y extremadamente caro, sino cuando era picada donde llegaban todos los viejos de amanecía a tomarse el cañazo y comer huevos duros con tortilla.

¿Quién lo llevó a las casas de putas? ¿Su papá?
-No, jamás. Ni siquiera tomé con mi papá. Yo fui solito a las casas de puta. A mí me llevó la curiosidad. Cuando cabro uno es caliente. Entonces, pasaba por fuera de los callejones y estaban todas las minas en las puertas, en el día, con las piernas abiertas, mostrando todo. Y uno pasaba y te decían: ven a casarte, mijito, ja, ja, ja. Y yo le hacía la pasá del pintor por ahí. Y me pescaban y me decían: ¿no ves que es tuya? Y me mostraban la teta. Antes eran muy rechuchas las maracas. Y uno, puta, pegaba una meada de cabro joven. Y quedaba listo. Partíamos altiro.

¿De dónde sacaba plata?
-Los primeros polvos que me tiré me costaron 4 pesos con 90.
Eran baratas las prostitutas.
-Harto baratas. No como ahora, que dicen, que cobran harto. A mí me servía cualquier micro. Con todas me podía acostar. Uno le veía las piernas y estaba listo. Pero me gustaban potoncitas, bien potoncitas, y se lo ponía por el chico. Ahora uno se acuerda mucho de esas cosas y se calienta mucho. ¿Sabe usted que las viejitas son las más calientes que hay?

No sabía…
-Tengo un amigo, que era chofer de micro, y se fue de portero a un asilo de ancianas. Puras viejas más o menos. Y se las ponía a todas. Las viejas se peleaban por él. Él me decía que nunca había visto viejas tan calientes.

¿Cómo se cuidaba?
-No había tanta cochiná. Cuántas veces estuve con mujeres y nunca me pegué nada. Y eran mujeres que se metían con unos y con otros. Ahora son cochinos los hueones. Yo era tan caliente, que me acostaba con una y después volvía por la otra vereda para acostarme con otra. Cabro joven, pos, oiga. Me gustaban las minas. Lo trabajaban bien a uno. Yo veía a las minas bailar la cueca y me calentaba. Bailaban muy bonito la cueca. Y luego para incentivarse bailaban el malcornao, como diría el huaso, apretaditos, pos.

¿Tomó jugo de nuca, como lo hacían los matarifes, para rendir?
-Esas son puras huevadas y tonteras. Nunca tomé. Si uno estaba con una mina, se ponía a bailar, a conversar, y estaba listo. No se necesitaba nada más. Es que yo era muy caliente.

¿Echa de menos que no existan las casas de putas?
-No. Se terminó todo. Ahora queda puro sexo y nada más. Antes usted iba donde la Lechuguina, en Serrano con Diez de Julio, y había música. En la casa de puta que existía, había música pa incentivarse, pa tomar ponchera, pa tomar pisco, pa gastar.

¿Y usted gastó mucho?
-Uf, me lo gasté todo, no junté nada, me farrié toda la plata en prostitutas y fiesta.
La vida es para disfrutarla. Con las quinta de recreo gané mucha plata, ajuera que tenía restorán y carnicerías.

¿Se dio lujos?
-Todo lo gasté con los amigos. Con la gente que trabajaba en mis locales, nos íbamos en una micro pa Cartagena, los viernes que eran los días más flojos en el Trapiche. Nos íbamos a las cinco de la mañana. Llevábamos humitas, pasteles, huevos duros, tortillas y una ternera pa hacer a la parrilla ahí mismo en la playa. No podían faltar los chuícos de vino. Íbamos con las garzonas y las viejas cocineras. Nos poníamos a bailar en la playa. Así eran los paseos. Volvíamos muertos de curaos en la micro.

EL CANTO
EL-BUEY_-FOTO_ALEJANDRO-OLIVARES

¿Cuándo y cómo aprendió a cantar?
-Empecé a cantar a los 20 años en las ruedas de cantores en la Viseca. Me metía a cantar en el lote. Yo no era un verdadero músico, solo un entusiasta de la cueca. Siempre con la talla. Aprendí solo. Escuchando. Todo lo que sé, lo escuché en los prostíbulos. Nunca tuve un profesor. No, para qué. La calle es la mejor escuela.

¿Qué cuecas cantaba?
-Cuecas diaulas, pues.

¿Cómo cuál?
-(canta) Caramba, se arrancaron con el piano (Carola, ay, sí) / Caramba, que tenía la Carlina, Caramba, que tenía la Carlina, Caramba, le echan la culpa a la Lolo (Carola, ay, sí) Caramba, también a la Lechugina ,Caramba, se arrancaron con el piano ¿Cómo lo cargarían? Si no es vigüela (Carola, ay, sí) dijo la Negra al banjo, con la Chabela…
La que grabé con Daniel Muñoz para el Festival del Huaso de Olmué, esa me gusta: Sueño tengo, dormir quiero.

¿Cómo conoció al actor Daniel Muñoz?
-Me vio en un documental y quiso conocerme. Un día estaba vendiendo chancho a la chilena en la Viseca, sin papeles, sin ni una cosa, a la mala, cuando veo un matrimonio que me miraba mucho, pero yo seguía métale gritando: queso caeza, arrollao, lengua e chancho, oreja e chancho. El matrimonio no se iba. Yo me decía: me tinca que son los impuestos internos. Y me escondí. Pero me siguieron. ¿Osvaldo Cerda, es usted?, me dicen. Chucha, sí. ¿Quiere prieta? No. ¿Sabe quién era? La productora de Daniel Muñoz, que me invitaba a tocar un cuecazo en Viña y nos fuimos pa allá con el Nano Núñez. Grabamos un cd. Luego partimos pa Olmué y fuimos el mejor número. No nos pifearon nunca, porque a la Cecilia Echeñique la mataron a pifias. Cuando presentamos el cd nunca me voy a olvidar una anécdota que me pasó.

¿Qué le pasó?
-La señora del Daniel en esos años era una muy buenamoza y señorita. Yo estaba sentado y pasó con una copa. Pero la confundí con una bailarina que conocía. Y le dije: puta, qué vai tiesa, pos, hueona. Y me quedó mirando. Yo no me di cuenta quién era y le dije: y te sacaste el Kino, chuchetumare, que no pescai. Me miraba y me miraba sin entender nada. Al rato salimos todos a bailar con nuestras señoras. Y sale Daniel con la que yo le había echao los garabatos ¡y era su esposa! Casi me muero de vergüenza. Cuando les conté, se cagaban de la risa.

Usted es casi del inventario de la Viseca, en Estación Central. ¿Desde cuándo va para allá?
-Hace como 65 años. Íbamos con mi padre a comprar aves pa hacer cazuelas de campo. La Viseca era y es un negocio de hombres, porque ahí se iba a tomar su pencazo de vino tinto y blanco, y luego se hacían los negocios. Un lugar para bravos.

¿Cómo era la Viseca en esos años?
-En esa época, no se vendían pollos muertos. Eran vivos y con pelos. Ahora los venden pelaos. Nadie comía pollo pelao. A la gente le daba asco el pollo pelao. El huevo blanco nadie lo comía tampoco. Uno compraba la cachá de gallinas en un canasto y se la llevaba vivas en la góndola. Yo tenía un gallinero y ahí las ponía. Las mataba pa hacer cazuelas. No costaba nada matar una gallina. Se las pescaba del cogote y listo. A la Viseca yo iba los jueves, viernes y sábado. Y estaba todo el día. Ahí llegaban todos a cantar cuecas. Yo iba a vender chancho a la chilena y me ponía a cantar también. Antes llegaban puros viejos a cantar cueca, ahora llega la cachá de cabros jóvenes, que me van a buscar pa cantar.

¿Le gusta como cantan los cabros jóvenes?
-Sí, cantan bonito, pero no con la picardía de uno. Porque uno nace con la picardía. Y los cabros hasta ahí nomás. Nosotros andábamos metidos en la pata de los caballos. Íbamos pal matadero donde habían puros diablos, nomás. En la Vega, en la estación, en la Viseca, puros diablos y puros choros. Los cabros de ahora cantan, pero no les sale, se les nota altiro. Hay que andar en la diablura.

El Baucha decía que los jóvenes cantaban mal…
-Es que el Baucha pelaba a todo el mundo. Pero cantan bonito los cabros. Me adoran. Les gusta que les enseñe los dichos, las cuestiones, el coa.

¿Qué cuequeros llegaban a la Viseca?
-Puta, estaban todos. Llegaba el Perico, el Mesías, el Baucha, el Peso, el Manolo Santis, el Chaucha, el Pollo. Y, bueno, llegaban todos los choros. Pero no me voy a ponerlos a sapear aquí.

¿Es verdad eso de que por la cueca corría sangre?
-Claro, se paraban a pelear a cuchillas, pero vi más peleas en el Trapiche que en la Viseca. Llegaba mucha gente diabla y añiñao. Vi pelear a sablazos varias veces. En los cités cantaban cueca y se agarraban a peleas. En la estación siempre pelearon a tajos, en el matadero también. Es que eran guapos. De repente peleaba uno del matadero con otro de la Estación. Peleaban por liderazgos.

El Nano Núñez era bueno para los combos
-Era pero bueno pa los combos. Era añiñao, choro, bravo, malas pulgas. No le aguantaba cosas a nadie. Y todos sabían que era bueno pa pelear. Yo no peleaba casi nunca. No era bueno pa eso. Pero el Nano era tremendo…Las letras hablan de eso. A mí me gustaba ese ambiente que no era pa giles. Por eso me gusta la cueca brava. Hay que nacer en los bajos fondos pa hacer cuecas. En la Viseca, en la Vega Central, en el Matadero Franklin y en el Blanqueado, ahí nació la cueca. La cueca no viene sólo del campo, viene de la ciudad donde pasan las cosas, poh.

¿Cómo ve hoy a la Viseca?
-Yo no voy hace un año, cuando casi me muero. De ahí que ya no tomo nada. Hay muchos menos negocios. Se ha muerto toda la gente antigua. Se murió Luchito Castro. Se murió Chumita. Se murió don Pedro Castro. Se murió otro diablo, se ha muerto mucha gente. Se murió mi compadre Segundo Cáceres, el dueño del Colchagüino. Se murió el Gato Escobar. Una pena.

Ahora se murió el Baucha.
-Ojalá Dios lo haya perdonado por ser tan hocicón y envidioso. ¿Usted le hizo la entrevista al Baucha? ¡Tanto garabato que echó! Ese es el hombre más hocicón que había en Chile.

Peleaba con todo el mundo
-Y con palabras gruesas. Como enojado. El Baucha era un rebelde sin causa. Y fue de los mejores cantores que ha existido en Chile. En eso no hay duda.

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