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Mundo

22 de Septiembre de 2014

“Catadora de venenos” de Hitler revela los secretos de su dramática vida

Era una veinteañera cuando el alcalde de Partsch, una ciudad a 400 kilómetros de Berlín, le ofreció trabajar como catadora de comida de Adolf Hitler. Falta de dinero y, en realidad, con pocas opciones de hacer otra cosa, aceptó y tuvo que probar, durante dos años y medio, toda la comida que luego el Fuhrer comería, como una forma de descartar que la comida estuviera envenenada.

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Era una veinteañera cuando el alcalde de Partsch, una ciudad a 400 kilómetros de Berlín, le ofreció trabajar como catadora de comida de Adolf Hitler. Falta de dinero y, en realidad, con pocas opciones de hacer otra cosa, aceptó y tuvo que probar, durante dos años y medio, toda la comida que luego el Fuhrer comería, como una forma de descartar que la comida estuviera envenenada.

Margot Woelk, de 96 años hoy en día, fue la única sobreviviente entre las quince mujeres que se dedicaban a probar la comida dirigida al Fuhrer, en su búnker llamado la Guarida del Lobo y que se encontraba en el bosque de lo que antes era Prusia Oriental y hoy en día es Polonia.

Woelk, en un documental de la televisión alemana, contó que “había constantes rumores de que los ingleses querían envenenar a Hitler” y agregó que el Fuhrer “nunca comía carne. Nos daban arroz, fideos, pimentones, guisantes y coliflores”.

“Algunas chicas comenzaban a llorar cuando empezaban a comer porque estaban muy asustadas. Lo teníamos que comer todo”. “Después, teníamos que esperar una hora, y cada vez nos aterrorizaba enfermarnos (…) Solíamos llorar como cachorros de lo contentas de haber sobrevivido”, cuenta la anciana.

Incluso, rememoró uno de los hechos históricos del último período del nazismo: la Operación Valkiria, cuando un grupo de soldados alemanes intentaron asesinar a Hitler colocando una bomba cercana a su refugio. “Estábamos sentadas en unas bancas, y de repente escuchamos y sentimos este increíble bombazo. Caímos de las bancas y escuché a alguien gritar: “Hitler está muerto”, pero por supuesto que no lo estaba”. Tras la insurrección, los nazis mataron a 5.000 sospechosos de tener algo que ver con el atentado.

Cuando ganaron los aliados y Hitler se suicida no terminó el drama para Margot Woelk. Según recuerda, junto a sus compañeras de “cata de venenos”, se trataron de disfrazar “de mujeres viejas, pero los rusos vinieron por mí y las otras chicas”. “Nos rasgaron nuestros vestidos y nos arrastraron al consultorio de un doctor. Ahí nos violaron durante 14 días, fue el infierno en la tierra”.

Más tarde se reencontró con su marido, que sirvió al ejército alemán como soldado, pero los horrores de la guerra los mantuvieron alejados hasta que se separaron. Woelk, fue la única de las quince chicas que se dedicaban a probar la comida de Hitler que sobrevivió, y hasta el día de hoy, tiene pesadillas por su dramática historia de vida.

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