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Opinión

27 de Septiembre de 2014

La ironía de los Cuerpos

Por el momento, las cosas de cama parecen no tener arreglo. Primero tienen que aclararse las relaciones entre género y sexo. Los cuentos de Guzmán indican que falta un buen rato.

Susana Munnich Busch
Susana Munnich Busch
Por

cuerpos

Aunque soy la mujer del autor, me ha dado la gana de comentar Cuerpos, el último libro de cuentos de Jorge Guzmán, motivada por la crítica de Patricia Espinosa en Las Últimas Noticias titulada Mermelada para todos.

Pese al título, parece que la mermelada no es para todos, por lo menos Patricia Espinosa claramente prefiere otros sabores. Y tiene todo el derecho, cada cual tiene sus gustos. Quizá, acostumbrada a la Caperucita Roja, esperaba que la niña fuera nuevamente devorada, para luego poder quejarse del lobo malo. Quizá prefiere el sabor picante, ese de las continuas penetraciones, cabalgatas femeninas, posiciones desconocidas, pornografía normal en una literatura con sexo. O le gusta el toque dulzón, presente en las ‘las películas para mamá’ de que se burlan las adolescentes. Yo la entiendo, también me gustan esos sabores.

Pero no creo, como ella, que la prosa de estos cuentos sea banal. Puede ser distinta a la habitual de Guzmán, pero ¿por qué pedirle que escriba siempre igual? A estos cuerpos que se muestran les conviene una prosa clara, directa y sin rebuscamientos. Por eso pienso que la contratapa del libro es iluminadora: dice que sus personajes saben lo que quieren del sexo, el problema es que no pueden cumplir sus deseos, o si los cumplen, muy pronto los achata la desilusión. Sin embargo, el temple de los cuentos no es desilusionado, es gracioso, liviano y alegre. Cada uno de los seis es una reflexión crítica sobre el estereotipo masculino y todos ironizan o ridiculizan el rol del macho bárbaro dominante y exitoso.

Comentemos algunos. Partamos por Hotel de lujo, donde una viuda caliente se siente tironeada entre sus deseos sexuales y su fidelidad al finado esposo. Como en todos los cuentos, su imaginación trabaja febrilmente en representaciones eróticas, en paralelo con sus ganas corporales. Pero ya sea porque ella es demasiado desafiante, o porque su compañero es de los que no funcionan la primera vez o por cualquier otra razón, el galán poderoso en vez de ostentar una erección importante sólo tiene su olfato para mostrar. En La alegría ya viene el varón satisface plenamente a su compañera antes del matrimonio, pero después no sabe entenderse con su condición de esposo y de padre de sus dos hijos y el texto se ríe continuamente del contraste entre este desempeño lamentable y sus capacidades eróticas. El personaje de Hilo de vidrio narra desde su madurez su amor edipiano por una mujer mayor.

Ella le cumplió sus deseos de cualquier cosa, en suma era la madre perfecta con sexo incluido, todo esto ironizado por el narrador, que se ríe del niño tiránico que fue y que se creyó dueño absurdo de su amante. El lector comparte la risa del personaje narrador, porque se da cuenta de que ha seguido buscando lo mismo. En Fuente de soda la ironía alcanza a casi todos los participantes del cuento, gorda “hipnotizada”, cabrón que la presta y narrador. Estos tres comparten una experiencia sexual exhibicionista, y muchos años después, el que se exhibió con la gorda pretende convencer a una joven amante de que lo acompañe en una nueva relación exhibicionista, inspirada por la anterior. Hace el ridículo, porque en vez de entusiasmarse, ella se esfuma. El cierre de los cuentos es Las faldas de Cecilia, ahora la que domina es una estudiante veinte años menor que su profesor. Todo funciona como en una pareja tradicional, pero invertido, por eso las faldas: ella es la que paga, ella decide y ella se tira al maestro, y él se despide alabándola tal como las mujeres tradicionales alababan el desempeño de sus amantes para robustecerles el ego. Lo gracioso es la situación, puesto que al invertir los roles, el estereotipo masculino y el femenino aparecen igualados, pero la frustración del deseo persiste.

En Cuerpos, Guzmán comparte la visión sobre los géneros de Polanski en La Venus de las pieles. Ambos coinciden en que, por el momento, las cosas de cama parecen no tener arreglo. Primero tienen que aclararse las relaciones entre género y sexo. Los seis cuentos de Guzmán indican que falta un buen rato.

**Ensayista. Autora de Nietzche: La verdad es mujer.

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