Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

1 de Octubre de 2014

La historia de Sandra Alarma Zunino, la maquilladora de la muerte

Sandra Alarma Zunino es un nombre que provoca escalofríos entre sus ex compañeros de Teatro en la Universidad de Chile. Militante del MIR, delatora y finalmente agente del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, el destino la puso frente a sus víctimas como maquilladora en producciones publicitarias. Citada en causas judiciales y funada en Chile y el extranjero, ya no puede retocar su pasado.

Por

La-maquilladora-de-la-muerte-Sandra-Alarma--en-la-línea-de-abajo,-la-primera-en-el-extremo-derecho--junto-a-sus-compañeros-de-la-Escuela-de-Teatro-de-la-Universidad-de-Chile-en-una-gira.

Podría ser como otras historias de mujeres que se convirtieron en agentes de los servicios de inteligencia de Pinochet, es decir, militantes de izquierda como la Flaca Alejandra o Luz Arce, detenidas, torturadas, convertidas en delatoras y luego en agentes, pero que al final –en distintos grados-, colaboraron con la justicia antes de iniciar nuevas vidas. Pero esta historia es la de una mujer que nunca ocultó su identidad ni tuvo redención alguna.

Para los organismos de Derechos Humanos, la vida de Sandra Alarma Zunino se resume en el siguiente párrafo: Ex-miembro del MIR, agente de la Academia de Guerra Aérea (AGA), participó en torturas a prisioneros políticos, entre ellos un niño de 12 años. Se casó y tuvo un hijo con Cristián García Huidobro, Teniente de la FACH, apodado el “Peludo” y uno de los torturadores más crueles en el AGA. Fue responsable de la detención y desaparecimiento de varios de sus compañeros pertenecientes a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile.

De que Sandra Alarma fue agente del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA), es una información confirmada por diferentes causas judiciales abiertas durante el nuevo milenio. Las víctimas la identifican como torturadora y encargada de las pelucas y el make up de los agentes; sus superiores, como encargada de labores de seguimiento y detenciones, como afirmó el entonces comandante Edgar Ceballos Jones durante el proceso por la muerte del general Bachelet.

Curiosamente, tras el fin de la dictadura vivió más de una década haciendo lo que mejor sabía hacer: maquillando. Por sus manos pasaron modelos de la Agencia Elite y varios actores de comerciales. Ninguno, eso sí, que supiera o le importara quién había sido; ninguno, tampoco, que ella advirtiera que la podía reconocer. Sandra Alarma se convirtió desde entonces en un nombre que provoca escalofríos, en un fantasma que fue ahuyentado hasta otro país.

COMPAÑERA ALARMA

Hugo Medina la conoció bien en la escuela de Teatro de la Universidad de Chile en 1972. Sentado en una oficina en la Academia de Humanismo Cristiano, donde es profesor de teatro, quedó en silencio luego de escuchar de nuevo su nombre. A su lado, Arturo Celis y Marta Vergara, colegas y compañeros en esos años, se miraron preocupados. “Uno piensa que todo pasó, pero está ahí, cerca”, reflexiona Medina.

En 1973 el experimentado actor era presidente del Centro de Alumnos de la Escuela de Teatro. Recién egresado, volvió al edificio entonces ubicado en la esquina de Fanor Velasco con la Alameda, para continuar las labores políticas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). “Teníamos mucha fuerza en la escuela y la Facultad de Artes, le habíamos arrebatado la conducción al Partido Socialista y al Partido Comunista. Pero éramos demasiado inocentes, no teníamos ningún filtro”, advierte.

Medina ingresó a Sandra Alarma al MIR. El nuevo cuadro era apenas una estudiante veinteañera haciendo sus primeras armas en el teatro y la política. El actor la recuerda como buena para el carrete, alumna mediocre y atractiva: “No era muy cabezona, militaba como por inercia, pero como era joven y bonita, empezaron a darle pegas especializadas, lo que si hubiese seguido habría sido un error porque habría llegado más arriba. De todos modos no creo que haya trabajado en ese momento para los servicios de inteligencia”.

Quien tuvo una relación más cercana con la futura agente de la SIFA fue el actor Patricio Torres. “Éramos compañeros de curso y fuimos pareja de actuación en el grupo de trabajo que teníamos. Por eso para mí fue muy fuerte cuando me dijeron que por sus delaciones había caído uno de los grupos más importantes del MIR. No lo podía creer”, cuenta.

“No se vislumbrara que fuera una gran actriz o un gran talento, En cambio era una mujer trabajadora y responsable. Era la que nos conducía, la que nos hacía trabajar. El ser un buen cuadro político significaba ser buen estudiante también”, agrega el mentor de Teatro en CHV, quien venía de Talca y pronto encontró refugio en un edificio de la Universidad de Chile que los estudiantes de teatro se habían tomado para crear un hogar universitario.

Allí lo pilló el Golpe, durmiendo después de un carrete. Despertó, se vistió, agarró su cepillo de dientes y arrancó a la escuela de teatro, su primer encaminamiento. “No estaba Sandra, porque en realidad no había nadie, así que cerramos la puerta y nos fuimos al Hospital J.J. Aguirre. Sólo se quedó una compañera cubana, nunca más supimos de ella”. Los siguientes días el intérprete de “Peñita” en el Japenning con Ja, los pasó escondido en la población Camilo Torres con un revólver que ni siquiera funcionaba. Al final volvió a Talca.

En el hogar universitario los militares fueron recibidos con una lista de nombres. La célula de Medina se escondió en una población de Renca con dos “Matagatos” (pistolas caseras), dos escopetas y un rifle. Meses después, en la clandestinidad, cayó junto a otros 80 militantes. Dos años más tarde recuperó su libertad. Desde el día anterior al Golpe nadie vio a la compañera Alarma, aunque sabrían pronto de su suerte.

CAMBIO DE MAQUILLAJE

“Siempre me dijeron que habían infiltrados y yo creo que ella lo era”, dice Marta Vergara, quien conoció a Sandra Alarma dentro de la sala de clases. Sus palabras remiten al día 12 de septiembre de 1973, tras un llamado telefónico de una compañera de la escuela que la dejó fría: “Me dijo ‘el Igor (Cantillana) está preso, cuídate de la Sandra Alarma, que te va ir a buscar, los anda buscando a todos’”, recuerda.

Marta sigue su relato: “A los veinte minutos llegó Sandra a mi casa. Le dije lo que pasaba a mi papá, que era suboficial mayor en retiro, así que se puso el uniforme y abrió la puerta. Venía con un militar y mi papá les dijo que yo no me movía de ahí”. Marta volvería a encontrarse con Alarma en un bus dos años después, dice que ella la miró, se rió y se bajó.

Entre sus ex compañeros del MIR existían rumores. Medina cuenta que una compañera del movimiento revolucionario lo supo cuando vio un uniforme de la FACH en el armario de Alarma y ella le contó la verdad. Más tarde se hizo obvio, con la detención y desaparecimiento de varios de sus compañeros de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile.

A pesar de las sospechas de Marta Vergara, el historial de Sandra Alarma no sugiere que haya sido una agente encubierta antes del Golpe. Según organismos de derechos humanos, luego del 11 cumplió labores de enlace de un miembro de la Comisión Política del MIR. Fue detenida en marzo de 1974, en la casa de un miembro de la Comisión Política con quien vivía.

Luego fue llevada a la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea donde entregó todos los puntos de este militante, facilitando detenciones al por mayor. En ese lugar de detención ella permanece, según su propia declaración judicial, ocho meses sin sufrir apremios físicos. Hay diversos testimonios de ex presos políticos que agregan, que no sólo no fue torturada, sino que participó como torturadora en los maltratos inflingidos a los prisioneros.

Igor Cantillana, director de teatro exiliado en Suecia y delatado por Alarma declaró en una causa: “Fui interrogado por Sandra Alarma en la Academia de Guerra, estando vendado y esposado, pude reconocer su voz, y se reía cuando yo intentaba ignorar los nombres verdaderos y las direcciones de los compañeros de teatro como ‘Marcusse’ por ejemplo”.

En otro de los testimonios judiciales, una mujer, quien fue detenida junto a su hijo de 12 años, detalla sus labores. “Durante mi estadía en ese centro de detención permanecía vendada, salvo en algunos momentos en que podía desplazar la venda de mis ojos, lo que me permitió ver a una mujer, que participaba en los operativos de detención de otras personas. Conocía la identidad de esta mujer, pues la había visto en la Escuela de Teatro, su nombre era Sandra Alarma Zunino. Esta mujer utilizaba pelucas diversas, rubias y colorinas, así como personificaba diferentes identidades bajo la utilización del maquillaje, que utilizaba para detener, torturar y no ser identificada”.

Durante su estadía en la AGA, Alarma inició una relación sentimental con el teniente Cristián García Huidobro, apodado el “Peludo”, con quien se casó y tuvo un hijo. Las declaraciones de los propios aviadores hablan del perfil de su compañero de armas. Como el general (r) Sergio Poblete Garcés, que en una causa a cargo de la jueza Raquel Lermanda, responsabiliza a García Huidobro de ser uno de los torturadores más crueles en la AGA.

EL FANTASMA REAPARECE

Para sus conocidos -muchos exiliados, otros retirados de la política y no pocos, aún traumatizados por la traición de su compañera-, el de Sandra Alarma Zunino fue un nombre que intentaron dejar en el olvido y un rostro que nadie deseó volver a ver. Pero el destino en un país pequeño e impune se encargó de que eso, al menos como posibilidad, estuviera a la vuelta de la esquina.

De hecho, durante años trabajó a la luz del día en productoras publicitarias, como la de Juan Carlos Bustamante -admirada en los ochenta por su estética fashion-, la Agencia Elite y Mega. En el mundo de las revistas de papel couché y la belleza llegó a ser muy famosa, connotada y requerida. Fue un sector donde pudo ocultarse y construir nuevas relaciones.

Amparada en esa realidad protegida, fue como una fría noche de 1991 llegó a una Spandex a hacer una producción de moda para una revista. Las fiestas producidas por Daniel Palma y Andrés Pérez estaban en su apogeo como un espacio de diversión, glamour y diversidad, un fondo ideal para una producción de moda. Sin embargo, el fundador del Gran Circo Teatro, quien egresó de la Universidad de Chile en 1972 y desafió a la dictadura con arte callejero, la reconoció.

“Era una producción con Estela Mora y varias modelos conocidas, en el Teatro Esmeralda. Andrés había autorizado todo, pero cuando se dio cuenta de quien era la maquilladora, no aguantó y le pidió que se fuera. Al final se fueron todas”, recuerda Palma.

Aunque hasta ese momento no había sido requerida por la justicia, ni nadie la había denunciado de manera formal, su pasado de delatora y agente seguía persiguiéndola. Simplemente los actores se negaban a ser maquillados por ella y rápidamente se dio cuenta que ni las pinturas ni las pelucas le servirían ya, para pasar inadvertida frente a quienes no podían olvidarla.

“Pato” Torres fue uno de los que volvió a estar cara a cara con ella. “Después de muchos años, ya saliendo de la dictadura, me la encontré. Estaba de maquilladora de comerciales y me acuerdo que no quise maquillarme con ella, me dio pavor, ni siquiera le hablé. Fue muy fuerte el pencazo, fue la única vez en que volví a verla”, recuerda.

La negativa de Coca Guazzini, otra de las actrices de su generación, a ser maquillada por Sandra Alarma, es una historia conocida. Según Hugo Medina, “le dijo esta ‘conchesumadre’ no me maquilla a mí”. Aunque la defendían en las productoras que trabajaba, se empezaron a generar escándalos. Escabullirse fue la estrategia.

Lo vivió el propio Medina un fin de semana en que llegó a filmar un spot televisivo de un betún para zapatos. “Mientras me maquillaba, la mujer empezó a alegar que el fin de semana es para descansar y me cuenta que la maquilladora oficial la llamó a última hora para reemplazarla. Le pregunto el nombre… Sandra Alarma. Se enteró la noche anterior y no fue. Tenía su sentimiento de culpa”.

En abril de 2004 finalmente la vida se puso cuesta arriba para la maquilladora. Sobrevivientes del AGA, familiares de víctimas y la Comisión FUNA realizaron una denuncia enviando correos electrónicos con su historial a los lugares en que trabajaba. La acción incluyó la amenaza de funarla presencialmente donde fuese contratada. Sandra Alarma agarró sus cosas y se marchó a Sao Paulo.

Poco se sabe del presente de la maquilladora de la SIFA desde entonces. Algunos dicen que estuvo en Francia, que vive en Nicaragua y también que la han visto en Chile. La presidenta del Sindicato del Cine (SINTECI), Margarita Marchi, cumplió con informar su negro pasado de agente de la represión y del juicio que se le sigue, a las organizaciones del área audiovisual y cinematográfica de Brasil.

“Hace mucho tiempo que le perdí la pista. Sé que tiene una hermana en Brasil, que es productora audiovisual en publicidad. Como gremio tenemos relación con el sindicato de Sao Paulo, así que les contamos y les pedimos que informaran esta situación. Sacaron un boletín, lo difundieron y le impidieron trabajar. Logramos que fuera censurada en una película”, cuenta Margarita.

Marchi, quien también es maquilladora, conoció a la ex agente antes de conocer su pasado. La recuerda como “rubia, con una cara dura y voz ronca, fumaba mucho. Una mujer oscura, poco transparente en su manera de trabajar, negociaba sola, le quitaba las pegas a otra gente. Algunas personas no sabían de su pasado y otras sí, y eran íntimos amigos igual. Era buena maquilladora”.
Desde esa experiencia, explica cómo pudo seguir trabajando en total impunidad en el medio publicitario y de la moda, terminada la dictadura. “Supo ocultarse en ambientes donde los hechos del pasado no son relevantes, además que lo hizo en un momento donde todavía no estaba la información a disposición y nadie decía qué era exactamente lo que había hecho. Los únicos que sabían no lo dijeron hasta que se abrieron los juicios por la detención y tortura de un niño de 12 años. Ese día la expulsamos del sindicato y no volvimos a verla”.

Notas relacionadas