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Poder

10 de Octubre de 2014

El prontuario laboral del GAM: Las precariedades tras las exitosas cifras del Centro Cultural más taquillero de Chile

Mientras el mayor centro cultural del país programa más de 6 mil eventos al año, conquista a un público con recursos y su directora percibe un sueldo mayor que el de la presidenta de la República, sus trabajadores se cansaron de las brechas salariales, los despidos injustificados, el antisindicalismo y de que les pidan apretarse el cinturón mientras brindan con vasos plásticos.

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GAM

Hace unas semanas se celebró el cuarto aniversario del Centro Cultural Gabriela Mistral, conocido marqueteramente como GAM. En el espacio para las artes y la cultura más grande y moderno del país, los trabajadores no esperaban mucho. Se descorcharon algunas botellas de champaña y se sirvieron en vasos plásticos, acompañados de un alfajor. “Algo muy improvisado, habían puras caras largas”, comenta un trabajador que pidió no ser nombrado.

No es el único que prefiere el anonimato. Los bajos sueldos, las malas prácticas, la alta rotación del personal –cerca de 60 despidos desde 2010-, han sido razones más que comprensibles para que los funcionarios acumulen temor. Pero también para que el Sindicato, que agrupa a 48 de los 76 trabajadores, tome cartas en el asunto y haya decidido solicitar la intervención de la Inspección del Trabajo.

La gota que rebasó el vaso fue el despido de una periodista que, a pesar de padecer una enfermedad crónica que la tuvo semanas con licencia médica a principio de año, al momento de su regreso encontró su computador bloqueado y una notificación de desvinculación laboral, basada en la revisión de una evaluación hecha donde se le solicitaba cambiar su “actitud terca, a veces irascible o despreciativa”. Una medida inadecuada de acuerdo a la legislación laboral pues atentaría contra el principio de objetividad aplicado en estos casos.

Aunque ambas partes llegaron a un acuerdo compensatorio, la periodista finalmente fue despedida, engrosando la rotación de funcionarios en el área de Comunicaciones, una sección por donde han pasado alrededor de 15 personas desde que funciona el organismo.

Tras cuatro meses de investigación, la que contempló entrevistas a los trabajadores, la fiscalizadora de la Inspección del Trabajo, Verónica Torres Díaz, concluyó que el origen de todos los males en el GAM se debía al pésimo clima laboral. La evaluación contemplaba, además, algunas cartas que acusaban hostigamiento y despidos injustificados. El órgano fiscalizador solicitó una mediación voluntaria, la que solo fue aceptada por la directiva cuando la situación se hizo pública.

DESPIDOS MASIVOS

El clima de inseguridad se arrastra desde la creación del centro cultural y afectó al primer equipo de profesionales que trabajaba en el ordenamiento administrativo y de programación, con base de operaciones en el Centro Cultural Palacio de La Moneda, antes de la llegada de la directora ejecutiva, Alejandra Wood. En septiembre de 2011, un año después de la inauguración de GAM, sólo quedaban dos personas de ese equipo.

El descabezamiento partió con los cargos de más arriba. En 2010 la gerente de programación fue relegada a la dirección de la biblioteca y a fines de ese año fueron desvinculados un director y el jefe de operaciones. En mayo de 2011, les siguió el director del área de finanzas y unas semanas después su subalterno de RR.HH. y la coordinadora de la unidad de negocios. Estos últimos, damnificados con la llegada del constructor civil José Miguel Herencia -ex encargado de gestión de Publivía- a dirigir esa área.

Fue Herencia quien, a mitad de ese año, tomó una decisión que dejó al GAM sin funciones, cuando el jefe de operaciones y seguridad, Eduardo Quiroga, y seis técnicos eléctricos, llegaron a su oficina a pedir un aumento de sueldo y a hacer notar los problemas técnicos del edificio. El nuevo director de finanzas, lejos de escuchar los requerimientos, decidió desvincularlos del organismo. Ese día cuatro obras de teatro quedaron sin funciones. Herencia, quien no tenía ninguna experiencia en el mundo de la cultura, no previó que nadie podría operar el sistema eléctrico.

Alejandra Wood, directora ejecutiva de GAM, calificó entonces los despidos como “situaciones propias de una etapa de ajustes”. En sus cuatro años de funcionamiento, sin embargo, el centro cultural acumula más de 60 despidos, lo que da un promedio de 15 personas desvinculadas por año de una planta de 76, o sea, un porcentaje de despidos cercano al 20 % anual.

En 2012 la lista la engrosaron el director técnico, la directora de programación, la coordinadora de marketing, la programadora sala artes visuales; la coordinadora de medios y una asistente de producción. Entre 2013 y 2014 los despidos continuaron de manera transversal. Desde los directores comerciales, hasta algunos técnicos, pasando por coordinadores, asistentes y recepcionistas. “Hubo un tiempo en que pensábamos que en cualquier fin de mes nos podían echar”, cuenta un trabajador.

PATRONES DE FUNDO

El informe de la Inspección del Trabajo, fechado el 25 de julio, es categórico en remarcar “la necesidad de fortalecer el departamento de RR.HH, para que tenga una participación protagonista y concreta en la relación de los trabajadores entre sí y para con la empresa, acorde a lo esperable en una Corporación de estas características y exigencias de profesionalismo”.

La medida, en rigor, apuntaba a las constantes modificaciones del organigrama de GAM que habían generado un exceso de concentración en la toma de decisiones (es el caso del periodista Javier Ibacache, quien está a cargo de las áreas de programación, técnica, comercial, producción, gestión, mediación, educación y biblioteca), e incompatibilidades como la del abogado Cristian Uribe, director jurídico y al mismo tiempo a cargo de Recursos Humanos.

Para muestra, una de las trabajadoras finiquitadas, Franchesca Arancibia, asegura que el asunto fue incluso explicado en una carta enviada al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes: “Nos reunimos con Cristian Uribe, la persona que vela por los intereses legales de GAM y al mismo tiempo vela por el bienestar de sus trabajadores. Se nos dijo explícitamente que no seríamos contratados y que si hacíamos algún tipo de denuncia a la Inspección del Trabajo, no seguiríamos cumpliendo funciones en este lugar”.

Gloria Allendes, estudiante de Diseño Teatral en la Universidad de Chile que hizo una especie de práctica, donde cuatro estudiantes de dicha institución trabajaron como asistentes de iluminación, también vivió una situación irregular con Uribe. El 15 de enero se cayó en la sala de teatro sobre una caja de sonido, le pusieron puntos en la pierna y como le dolía la espalda, le dieron licencia.

No volvió hasta fin de mes, cuando se sintió mejor. La recibió Uribe, quien le explicó que debía firmar un documento donde renuncia a acciones judiciales y se compromete a no divulgar esta información. “Como venían las vacaciones me pidió que lo leyera y ojalá lo firmara pronto. Se lo mostré a una prima abogada y me dijo que no lo firmara. Había un punto que indicaba que GAM había cubierto los gastos y que yo ya estaba bien, lo que aún no era así”, agrega.

Francisca Peró, presidenta del Sindicato de GAM, explica que “es una forma muy chilensis de hacer las cosas. Los trabajadores creen que el patrón te puede echar cuando quiera y argumentar necesidades de la empresa, pero no puede hacerlo si no tiene cómo demostrarlo. Si a eso le sumas el desorden en la gestión de recursos humanos florecen las malas prácticas: hostigamiento, diferencias salariales, falta de políticas de contratación y despidos”.

Juan José Parada, ex encargado de sala del GAM y de los pocos ex trabajadores que se atreve a hablar, cuenta que el precario clima laboral lo invitó a renunciar. El también documentalista se fue en 2011, cuando los despidos eran constantes y el sindicato empezaba a crearse entre las sombras del edificio, para poder hacer frente al temor de ser despedidos arbitrariamente.
-El clima generaba una psicopatía bastante grande. No era sólo miedo, sino que también disputas entre áreas, con un trato poco amable e incluso agresivo. Y no sólo de la directiva hacia los trabajadores, sino entre nosotros. No vi actos directos de acoso, pero sí constantes despidos, con arrogancia, sin justificación, y diciendo que era por un tema de gestión- cuenta.

Según Parada el hecho de que no exista una política de contratación y que las personas sean despedidas al año sin alcanzar a formar equipos, plantea una pregunta mayor: “El GAM tiene cifras bonitas, con una estructura maravillosa en el centro de Santiago, un nivel de visitas grande, y un aporte basal del Consejo de la Cultura del 60%. Habría que revisar cuánto de su éxito se debe a la infraestructura y el financiamiento del Estado y cuánto a la gestión”.

EL SUELDO DE LA DISCORDIA

Los primeros días de septiembre de 2010 se inauguró el GAM. Fue en grande, con la Alameda cortada, y la presencia del entonces presidente Sebastián Piñera. En la víspera de la inauguración, su directora ejecutiva Alejandra Wood, anunciaba el desafío de convertirlo en el centro cultural más importante del país. ¿Cómo? “Con el excelente equipo de trabajo que formé y cuidando una mística que no cae del cielo. Dotándolo de espíritu y escuchando el rumor de la ciudad”, decía.

Apenas un año después el rumor venía del propio GAM. El gigante envuelto en cobre, llamado a ser el corazón de una red de centros culturales en todo el país, recibiría sólo 1.500 millones de pesos del Estado en su primer año y tenía un déficit de 400 millones de pesos. Al final el CNCA aprobó la entrega de los dineros durante agosto de 2011 y la directora obtuvo 100 millones de parte de la minera BHP Billiton.

La “estrella del GAM”, como la bautizó la revista Paula, había sido llevada por el entonces ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, para encontrar un socio privado que ayudara a financiar el centro. Mal que mal, Wood había sido gerente de asuntos externos en BHP Billiton y también gerente de asuntos corporativos de Scotiabank. El sueldo que le ofreció el ministro era un retroceso, así que la oferta subió: al año pasado la directora ejecutiva percibía más $9 millones de pesos brutos.

Los cuestionamientos al sueldo de Wood aparecieron a las pocas semanas de que el Gobierno recortara parte del presupuesto de Cultura para financiar la reconstrucción tras el terremoto. Y continuaron dentro de un centro cultural donde los técnicos trabajan muchas más horas de lo legal por cerca de $400 mil pesos: una diferencia de más de 20 sueldos.

Este año el GAM recibió $1.999.448.000 de parte del Consejo de la Cultura y para costear su funcionamiento debe generar la mitad de esa cifra con auspicios ($370 millones), los tickets ($249 millones), los arriendos de los locales comerciales ($238 millones) y eventos ($335 millones), como seminarios e incluso mitines políticos como el Tea Party que reunió allí a la derecha más conservadora en 2013. Lo último repercute directamente en la carga laboral de los trabajadores.
Para la presidenta del Sindicato, Francisca Peró, la naturaleza del GAM no ayuda a solucionar esos problemas: “Al recibir un aporte mayor al 50% del Estado no tenemos derecho a negociación colectiva. Cuando vas a pedir mejoras donde los directores te dicen que no hay presupuesto. No somos ni chicha ni limonada, heredamos lo peor de cada sistema”.

Con todo, la semana pasada el sindicato se reunió con el director de finanzas de GAM, José Miguel Herencia. En esa reunión, los trabajadores entregaron un petitorio y una agenda de trabajo para trabajar periódicamente en conjunto una generación de políticas de recursos humanos más clara. “Solicitaron que pidiéramos la mediación de la Inspección del Trabajo, en el entendido que sea un apoyo para ambas partes”, dice Herencia, “pero eso no significa que creamos que existe un conflicto de clima laboral grave”.

Sobre la alta cantidad de despidos y las desigualdades salariales, el directivo relativiza el tema. “Este año han habido solo dos despidos por necesidades de la empresa. La mayoría llegan a acuerdo, lo que es normal en una institución como ésta. Además las bandas de remuneración son bastante equivalentes a la industria cultural. Sobre la remuneración de la directora ejecutiva no me corresponde pronunciarme, pues fue un acuerdo al inicio del centro cultural y fijado por los representantes de la corporación”.

Por su parte el Sindicato está en conversaciones con el Consejo de la Cultura, que ha puesto el tema laboral de los trabajadores de las artes dentro de sus prioridades. Con esto esperan, por lo menos, no seguir escuchando comentarios contra el sindicato y frases más parecidas al trato del campo que a la realidad del mayor centro cultural del país. Mientras, los funcionarios –otra prueba más del enrarecido clima laboral- pagan las cuotas del sindicato en reserva.

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