Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

13 de Octubre de 2014

El ejemplo de Silvia Huenchufil, la estudiante de Propedéutico que ahora devuelve la mano

Las palabras de Silvia emocionaron desde la Presidenta hasta a sus propios compañeros, el viernes pasado durante el lanzamiento en la Región Metropolitana del Programa de Acompañamiento y Acceso Efectivo a la Educación Superior. Hace seis años sólo quería salir del colegio para trabajar y ojalá estudiar de noche un título técnico, de no más de dos años. Hoy está a punto de ser Trabajadora Social. Ésta es su historia.

Por

Silvia Huenchufil

Soy la mayor de cuatro hermanas. Mi papá es obrero de la construcción y mi mamá dueña de casa. La primera de mi familia en entrar a la universidad. Entré al liceo Centro Educacional de Pudahuel a Primero Medio el año 2004. Yo quería estudiar en otro liceo, en uno mucho mejor, no quería estudiar en mi comuna. Quería entrar al Liceo Técnico 28, pero no pude entrar. Pasé todas las pruebas, todo bien, quedé aceptada, y me dijeron ‘ahora tiene que pagar la matrícula y el uniforme’ que eran 150 mil y tantos pesos. Y no los teníamos, mi papá no los tenía en ese momento. Mi mamá me dijo que me iban a tener que inscribir en un colegio de la comuna, donde la matrícula vale 15 lucas y con las notas que tenía quedaba al tiro. Tenía un 6,2 en Octavo Básico.

En ese momento mi expectativa era estudiar ahí y después trabajar. He trabajado desde chica, compatibilizándolo con los estudios para poder ayudar a mi papá con los útiles o lo que fuera. Trabajé en el persa. Vendía ropa, libros, cassetes. Teníamos puros cachureos que se vendían. Y con esa plata compraba chocolates y dulces y los vendía en el curso. Con lo que hacía me iba moviendo. Cuando cumplí 15 años trabajé de empaque envolviendo regalos, luego en cajas. Después, en Segundo y Tercero medio, empecé a trabajar en un local de comida rápida (Kentucky Fried Chicken) con permiso notarial. Ese fue mi primer trabajo con contrato, en Las Condes. Llegaba súper tarde en la noche a mi casa y como al otro día tenía que ir al colegio y tenía buenas notas, me dejaban llegar a las 9 de la mañana. Siempre tuve buenas notas en el liceo, 6,5 promedio.

No sabía qué tipo de educación recibía. Lo único que sabía era que yo era de ese colegio y que entraban cabros de todos lados, las sobras de todos los liceos llegaban ahí. Me quedaba cerca de la casa, que para mi mamá era algo que influía también porque mis hermanas estaban más chiquititas en ese momento. Y ahí me quedé y dije que iba a tratar de tener buenas notas y ser la mejor alumna.

En Tercero Medio tenía que ver qué iba a ser de mi vida, si estudiaba una carrera técnica o científico humanista. Y decidí estudiar administración en pequeñas empresas. Hice eso y en Cuarto Medio, por ahí por agosto de ese año, me dicen si quería participar en un programa de la Usach. Ahí lo único que quería era terminar mi carrera, salir de Cuarto Medio, hacer la práctica y trabajar. Porque mi papá no podía pagarme una universidad y el puntaje PSU que yo sabía que iba a tener no iba a ser muy bonito, iba a ser de 400 puntos.

Lo único que quería en ese momento era trabajar y a lo más estudiar y trabajar, hacer las dos cosas. Pensaba en un título técnico, de no más de dos años, no en una Universidad porque eso estaba muy lejos. No estaba en mi mirada. Y decía lo mismo que dicen los chiquillos: Trabajo un año y después estudio. Eso era lo que yo quería.

Pero cuando se me presenta esta oportunidad en la Usach, la tomé. Fue la directora del colegio y unos profesores la que me dijo. Éramos como 12 personas, que tenían buenas notas en sus cursos. Y de los 12 fuimos como 8 que aceptaron este desafío. Teníamos que ir todos los sábados, esa era la condición, de 8 a una de la tarde. 100% de asistencia. Faltabai’ un día y quedabas fuera. El otro requisito era dar la PSU, pero daba lo mismo el puntaje que te diera porque no lo iban a mirar. Al contrario, iban a ver tu trayectoria escolar y las notas y asistencia de los días sábado. Y así fue. No falté ningún sábado, pasé todos los ramos y en diciembre me dijeron que yo quedé seleccionada para entrar en la universidad, después de la PSU.

Creo que fue un sábado por la mañana. Yo me venía levantando y me llaman por teléfono: “Hola Silvia, tú has quedado seleccionada para la carrera de Bachillerato en la Universidad de Santiago”. Y ahí yo… fue un cambio en mi vida, marcó como un antes y un después. Porque, como te dije, mis expectativas eran trabajar y después estudiar y me llaman y me dicen que puedo estudiar en la universidad, gracias a mi esfuerzo, mis notas y mi perseverancia. Y sin pagar ni un peso. Eso fue muy emocionante. Iba a ser un cambio para mi familia, iba a abrir mi mente, conocer otro mundo que yo lo tenía totalmente lejano. Ese día mi mamá estaba feliz. Lloramos, pataleamos, saltamos de felicidad porque nunca se nos había presentado una oportunidad así a nosotros. Más que nosotros somos de clase baja, media. Y mi papá feliz, orgulloso de la oportunidad.

Fue un cambio de acostumbrarme a nuevos hábitos de estudio. Conocer chiquillos que venían de colegios mejores. Ahí era bien competitivo, como que tenís que tener buenas notas y ser el mejor para optar a las carreras. Todos querían entrar a Medicina, porque es una vía más fácil ya que por PSU no pudieron, por “Bachi” podían hacerlo. Entonces siempre ahí había competencia. Y nosotros éramos la primera generación del propedéutico, que entraba por otra vía que no era PSU. Y me sentía súper polla.

Me daba vergüenza levantar la mano porque una vez yo estaba sentada detrás de un niño, en una clase de Matemáticas y otra niña que estaba sentada al lado mío y que era mi compañera de Propedéutico, levantó la mano y dijo: “profe, sabe que no entiendo esto”. Porque nosotros veníamos con un nivel muy bajo del colegio. A nosotros nos preparaban para un técnico, no para entrar a la universidad. Y este niño dice: “hay, cómo no lo va a saber, qué tonta, si eso lo pasaron en segundo medio”. Me quise morir y pensé para mí que nunca iba a levantar la mano, no voy a preguntar nunca nada pa que se anden riendo de nosotros porque veníamos un liceo prioritario, vulnerable y no teníamos los conocimientos que ellos tenían. Y eso me marcó caleta también. Me dio miedo, frustración y acostumbrarme a eso fue difícil.

Ahí, como tenías la opción de entrar o no entrar a clases, no era como el colegio. Y para qué te voy a contar de mis primeras notas. No eran las que tenía en el colegio, eran puros 1. Un 1,4 me saqué en mi primera prueba y en la segunda me saqué un 2. Dije: qué hago aquí, esto no es para mí. Y me sentía muy mal por las notas. Cómo tan tonta, pensaba. Así me trataba yo misma. Y era porque no veníamos de una buena base del colegio, no veníamos preparados como los chiquillos que estudiaron en un preuniversitario y tenían conocimiento, harto. Fue muy complicado el primer año, el adaptarme. Ya en segundo año me fue mejor. Pasé algunos ramos y los que me echaba eran de Matemáticas, siempre. Y me lo eché tres veces. Me da vergüenza decirlo, pero eso pasó. Y por esa razón me retiré de la universidad.

No era la culpa de los profes, porque ellos nos ponían hasta ayudantías, más horas de matemáticas y aún así no. Por ese lado no va lo mío. Igual teníamos compañeros y amigos que entraron por PSU y fueron muy muy buenos compañeros con nosotros. Y nos explicaban, nos ayudaban, hacíamos grupos de estudio y ellos mismos me iban enseñando, explicando. Igual eso a varios les ayudó harto, a algunos que están a punto de titularse, igual que yo. Porque pudieron salir adelante, a pesar de todo eso.

Muchos desertaron. El primer año salieron por lo mismo, porque tenían puros 1, puros 2. Y se fueron. En segundo año también. De mi colegio se fueron varios. También por problemas económicos, porque ahí los horarios que tenías en la U, con ventanas gigantes y con ese horario no podíamos encontrar pega. No podíamos trabajar. Lo que yo hacía era trabajar los fines de semana. De vendedora, captadora de crédito, en locales de comida rápida. Cualquier cuestión que me compatibilizara con el estudio. Porque también teníamos que tener plata para las fotocopias, plata pa la micro, pa comer. Gracias a Dios yo tuve en ese tiempo la beca de la Junaeb, que me salvaba harto. La municipalidad por ahí nos regaló una platita para poder comprarnos un notebook. Eso igual nos ayudó porque tuvimos el apoyo en ese tiempo.

Cuando renuncié, me llaman por teléfono y me dicen: Silvia, qué pasó, por qué renunciaste. Porque los profes estaban muy preocupados por los que éramos propedéuticos. “Pero toma de nuevo el ramo, te damos la posibilidad”, me dijeron. Uno hasta tres veces lo puede tomar, si no, ya después chao. Me ofrecieron ayuda, pero yo dije que no. “Esto no es para mí, lo números no son para mí”. Fue el único ramo que topé y si no pasaba ese ramo, no podía salir. Tres años llevaba ahí y uno más me moría. Tenía ramos aprobados también de pedagogía general básica y no, tampoco servía para profe. Ahí decidí renunciar.

Me salí a mediados del 2010 y decidí hacer un curso técnico. Algo tengo que hacer porque no me puedo quedar así. Y me metí a estudiar Técnico en Enfermería y Primeros Auxilios, algo así. Estuve ahí como cuatro meses en un instituto, en Estación Central. Imatec creo que se llama, ya ni me acuerdo. Por último para tener algo y no quedarme con el puro cuarto medio.

Mis papás se enojaron. Igual les costó. Mi papá se sintió súper mal cuando supo que me había ido, porque yo traté de pasar súper piola en la casa hasta que les dije que había renunciado y no iba a seguir estudiando. Se sintieron defraudados porque habían puesto toda la esperanza en que yo sacara un título profesional, que fuera la primera de la familia y no se pudo. Fue terrible igual porque era una gran oportunidad porque mi papá no gastaba ni uno conmigo.

Y me llaman de nuevo en diciembre de 2010. Me preguntaron de nuevo que por qué me había ido, que necesitaban que yo volviera, que me iban a ofrecer otra cosa. Eso fue que entrara a la Universidad Católica Silva Henríquez, que también tiene Propedéutico.

También estuve en los cursos de gestión personal del Propedéutico, los tres años que estuve en la Usach. Todos los años, de agosto hasta diciembre se necesitaban alumnos para ayudar a estos chiquillos. Lo hice el primer año gratis y el segundo nos pagaron. Teníamos cursos de 10, 12 niños. Ahí hice clases en la U. Alberto Hurtado y en la Silva Henríquez. Ahí me conocieron y después me llamaron para ofrecerme que estudiara, que no podía desertar y que tenía hábitos de estudio para seguir. Fui un día y me mostraron una lista de carreras en la universidad. Yo me fui al tiro por el lado humanista, de las ciencias sociales y me fui por Técnico Universitario en Educación Social que tenía la universidad en ese momento y que duraba dos años. Era en la noche y encontré que podía trabajar de día y estudiar de noche. Pero no sé qué onda, no se matricularon en esa carrera y no siguió. Lo que más se parecía era Trabajo Social, así que ahí tomé eso.

Ahí partí como avión. Aprobé todos los ramos el primer año. Mis notas ya no eran 1, ni 2, sino que 5 o 6. Segundo año me convencí que era lo mío. El tercero hice mi práctica intermedia en la Vicaría de la Solidaridad, estuve todo un año ahí en práctica. Totalmente convencida de que ese era mi camino. Y ahora estoy en la tesis, no he reprobado ningún ramo. Todo lo que viví en la Usach la llevé acá y no me costó nada. Escribir ensayos, papers y todo bien. Me queda un semestre para titularme.

Cuando estaba en la Silva Henríquez, trabajando y estudiando perdí un poco la pista, pero a fines del año pasado me preguntó si quería trabajar como asistente en el mismo programa. Yo le dije que feliz porque eso me permitía estudiar y hacer la pega que ellos me piden. Y en abril ingresé al taller como asistente. Entonces ya hacía más pega administrativa, no de mi carrera. Y ahora comenzó el programa PACE y estoy de lleno en eso, en el área de gestión personal y preparación para la vida universitaria. Estoy a cargo, con un compañero, de 12 ex propedéuticos que pasaron al programa. Y con la vinculación con los colegios, con los terceros medios de los 12 colegios que tenemos convenio.

Fui a Talagante el otro día a contar mi experiencia a los terceros medios y segundo medio. Fui a mi colegio también a hablar con los apoderados del colegio. Y quedan todos así con los ojos bien abiertos porque dicen que se puede igual lograr las cosas. Si ven que uno vive en una población estigmatizada por la droga no por eso uno se va a quedar ahí, no por eso uno va a hacer lo mismo que los demás y ganarse la plata fácil. Y al contrario, uno tiene que buscar otros rumbos. Yo les contaba mi experiencia, cómo era entrar a la Usach, cuáles eran mis notas, cómo me sentía en esos momentos. Que la frustración era muy grande y que después de esa caída tan grande de desertar en la universidad y después volverse a levantar eso también les llamó mucho la atención. Y eso de estar devolviendo la mano a lo que hicieron conmigo, es genial.

También me invitaron al desayuno el otro día con la Presidenta. Fui con mi generación, chiquillos que vienen hace dos años y estudiantes de Tercero Medio de los colegios con los que trabajamos. Y fue una experiencia muy bacán, muy buena. Le contamos todo lo que tuvimos que pasar, las notas que teníamos en la universidad, que nos costó mucho adaptarnos a este nuevo mundo. Conocimos La Moneda, casi toda La Moneda. Nos sacamos una selfie con ella.

Y el viernes fue la presentación del programa PACE en la Usach me pidieron que hablara. Conté mi testimonio ante la Presidenta, el ministro, el rector, el alcalde. Estaba muy nerviosa porque siempre había hablado con poca gente, máximo 30 personas. Ahí conté mi experiencia y les llegó caleta. Personas que yo nunca había visto en la vida me felicitaban, me decían que en realidad se pueden lograr las cosas. Y que gente que somos de familias esforzadas también, que no es necesario tener harta plata pa’ poder estudiar.

Creo que los niños que estudian en liceos emblemáticos son súper egoístas. Sin una forma como el Propedéutico, el Ranking de Notas o ahora el PACE, muchas personas que pueden con harto esfuerzo salir adelante no lo harían. Y eso de irse del colegio para mejorar el ranking, en algunas partes incluso no está funcionando porque les hacen bullying y se tienen que devolver. A ellos igual los jodieron un poco con esto, pero muchos de ellos tienen nivel para rendir en cualquier parte. Yo tengo un primo que entró ahora al Instituto Nacional. Tuvo que dar como mil pruebas y tienen malas notas a pesar que saben mucho. Pero ellos tienen una educación que yo no tuve antes de entrar a la universidad y eso sirve mucho.

Estoy feliz porque aproveché la oportunidad y ahora quiero devolverlo. Es lo que me gusta y aunque se viene mucha pega por delante, es lo que quiero que pase, que muchos más como yo tengan la oportunidad de ser universitarios.

Notas relacionadas