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Cultura

26 de Noviembre de 2014

Malú Sierra publica sus conversaciones con presidente uruguayo: Con Mujica a puertas cerradas

A partir de mayo de este año, la periodista y escritora Malú Sierra conversó largo y tendido con José Mujica, en la propia casa del entrevistado. “Mujica, ligero de equipaje” se titula el libro donde el “presidente más pobre del mundo” habla de todo. “Hay gente muy generosa que nos admira, pero no nos sigue”, suelta por ahí. En los extractos que aquí publicamos, acusa los errores de la guerrilla que integró –los Tupamaros– y cuenta cómo hizo para no volverse loco durante los 14 años que pasó en la cárcel.

Por

Malú-Sierra

En la primera cita, sabiendo que tenía por delante muchas horas de conversación obligada, hizo un berrinche: “que yo tengo que gobernar, tengo mucho que hacer para estar haciendo libros. Además, los libros se escriben pero no se leen. Se escriben, se distribuyen y se leen poco. La gente no tiene tiempo”. Pero le duró poco. Calderita de Lata.

Se excusó de ese exabrupto cuando estuvimos en su despacho presidencial.

–Lo que pasa es que estoy lleno. En mi país por lo menos, como los medios tienen dificultades económicas, traen a unos pobres botijas de las escuelas de periodismo, ¡con un cursillo y los mandan! Y la verdad, terminan siendo insoportables. Porque yo me supongo que para hacer un poco de periodismo hay que tener un fondo cultural, haber leído bastante y no, allá los mandan. Son unas pobres criaturas. No entienden nada. He vivido un problema de hacer un chiste y los tipos, no, no, no. Se les escapa.

LA GUERRILLA

Que fueron los perdedores, no quedan dudas.

–Cuando uno se mete en una vía revolucionaria no espera que le tiren palomitas. Por eso yo no acompaño el lloriqueo ese, yo no me inscribo en el lloriqueo, el que se mete en una revolución sabe que corre peligro y si se metió inadvertidamente puede haber cometido un error, pero nosotros no éramos inadvertidos. Y cometimos un error imperdonable. Habíamos creado un movimiento muy grande y teníamos que plantearnos opciones de poder, pero no se puede sostener clandestinamente un movimiento muy grande, porque si usted es muy grande tiene lugares donde el enemigo le va a pegar por todos lados, se pone enormemente vulnerable.

Nos pasó algo que desde el punto de vista militar se llama saturación. Lo describe muy bien uno de los militares de derecha que hizo la guerra en Creta. Decía que no quería la participación de la hucha (el dinero del Estado) pues él no pensaba derrotar al imperio británico, sabía que era imposible. Lo que pensaba era, con poca gente, salirle tan caro que el otro fuera a una negociación. Bueno, nosotros nos tendríamos que habernos planteado un cambio de estrategia global, pero llegó un momento en que nos quedamos sin estrategia. La estrategia de recrear un movimiento armado, con un apoyo de masas, estaba cumplida, pero eso no podía ser definitivo, eso tenía que ser un medio para saltar a otra etapa y ahí nos quedamos sin estrategia.

(…) Solían reunirse en los bares para ponerse de acuerdo y en uno de ellos fueron delatados. Llegó la policía y seis balas le dieron a Pepe, mientras los otros tres pudieron huir. Lo dieron por muerto, le dedicaron canciones, pero resucitó. Sin bazo y con una cicatriz gigantesca en el abdomen. Tenía entonces 35 años.

LA CÁRCEL

Catorce años estuvo José Mujica preso en distintas cárceles. Dos veces escapó, pero la tercera fue la definitiva. Durante once años, seis meses y siete días fue llevado de cuartel en cuartel, junto a ocho compañeros considerados como rehenes. Torturado hasta dejarlo hecho un guiñapo humano. Al borde de la locura. Que ese era el objetivo explícito, en los dichos de un coronel de ejército:“Ya que no pudimos matarlos cuando cayeron, los vamos a volver locos”.

(…) De las salvajadas que hicieron con él habla poco, reconoce que en una oportunidad le redujeron la celda a un espacio mínimo. Pintaron una línea blanca en la mitad del calabozo y le prohibieron atravesarla.

–Sí, y en otra ocasión me tuvieron siete meses bajo la obligación de estar sentado, todo el día, los siete meses. No me dejaban pararme de la silla, solamente para ir al baño.
De noche me acostaba. De día estaba sentado. El guardia tenía una puertita abierta y se paseaba, mirándome.

Estuve como siete años sin poder leer ni escribir, entonces me dedicaba a pensar en la construcción de herramientas que recordaba y afinamientos para trabajos. Todo intelectual. Me imaginaba que tenía que conseguir esto, conseguir lo otro, ponerle esto, ponerle lo otro a mi construcción. Eso me llevaba horas. Imaginaba el trabajo que tenía que hacer y como resolvía los problemas técnicos que se me presentaban en esos trabajos, levantar una pared, mover una ventana. En general todas cosas prácticas que yo no podía hacer. Me pasaba horas con eso.

(…) Y aunque nunca pensó en el suicidio reconoce que estuvo a punto de volverse loco.

–Tuve alucinaciones cuando estaba en el Paso de los Toros, dos o tres años antes de salir libres, me venía como un fuego en la oreja y se me ponía que me estaban espiando y que tenían un aparato y sentía dolor en el oído. Era todo imaginario. Entonces empecé a estar muy mal y al final decidieron llevarme para que me vieran en el hospital militar y me tuvieron internado. Fue maravilloso, porque vino una psiquiatra que cuando la vi dije ¡puá!, esta está peor que yo, porque la mujer me hablaba arrastrando las carretillas, que sé yo, me dio la sensación de que estaba loca. Entonces me mandó un montón de pastillas. Seguramente eran tranquilizantes y cosas de esas, pero me las ingenié y las tiraba todas, no tomaba nada. De desconfiado.

Pero logré una cosa. Esa señora mandó como recomendación que me dejaran por lo menos leer libros de ciencia y me los consiguieron. Libros de matemática, de física, de química, de ciencia pura. Y dejarme escribir. Ahí empecé a escribir. Estudiaba, sacaba problemas. Y escribía, escribía y escribía. Porque el problema que me estaba apareciendo es que el pensamiento se me dispersaba, se me empezaba a dislocar, no podía razonar; sistemáticamente el pensamiento se me iba. Parece que hubiera una relación entre escribir y disciplinar el pensamiento. Entonces, cuando empecé a escribir, en realidad me auto curé. Se me fue todo.

El último tiempo que pasé en el penal, ahí la vida ya era distinta, podíamos leer, hablábamos, teníamos patio, en fin. Cuando salí había superado el problema. Pero me podría haber despeñado tranquilamente.

¿Y EL SUEÑO BOLIVARIANO?

“¡El sueño bolivariano es pura literatura! Estoy podrido de escuchar el discurso del sueño bolivariano, sí, Bolívar esto y lo otro, pero cuando tenemos que negociar entre los Estados y se debe concordar, aparece el nacionalismo y nadie quiere ceder ni un ápice. ¡Nooo! No vale la pena hablar, menos de Bolívar, hay que hacer algo concreto. A Bolívar lo respetan de la lengua para afuera”.

Malú-Sierra1
Mujica, ligero de equipaje
Malú Sierra
Editorial Chucao, 145 páginas

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