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Opinión

17 de Mayo de 2015

Genaro y la Maripepa

Dicen que Pinochet llamaba a Genaro Arriagada el pelado que hablaba bien. Más allá de la veracidad del rumor, este me hizo cuestionarme un par de cosas, cosas como ¿qué era hablar bien para Pinochet? (me limitaré a conjeturar que, seguramente, guardaba alguna relación con el mareo); y si Arriagada fue siempre pelado o alguna […]

Tal Pinto
Tal Pinto
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Genaro-y-la-Maripepa

Dicen que Pinochet llamaba a Genaro Arriagada el pelado que hablaba bien. Más allá de la veracidad del rumor, este me hizo cuestionarme un par de cosas, cosas como ¿qué era hablar bien para Pinochet? (me limitaré a conjeturar que, seguramente, guardaba alguna relación con el mareo); y si Arriagada fue siempre pelado o alguna vez tuvo pelo, algo tonto si se tiene en cuenta que a nadie le falta el pelo del todo, pero no tan tonto si avanzamos una teoría de los efectos, personales y culturales, de la calvicie: ¿confiere o quita prestigio?, ¿aumenta o disminuye el sex appeal?, ¿hace más factible que se congele el periostio?

Pero, comenzarán a ladrar los impacientes, ¡esta reseña debería celebrar que Genaro Arriagada escribió una novela y dejar de perder el tiempo con conjeturas sobre la calvicie! Tan cierto como el sol. ¿Tiene algún mérito “Trostsky y la Marilyn”? Sin duda. Ha sido escrita. No sólo eso: tiene más de 300 páginas, es decir, no es ni breve ni tan larga, es ideal. Como una vaca, o un canario.

Además: Genaro Arriagada no ha escrito una épica sobre los piratas del Índico, o un romance crepuscular acerca del sexo senil, ni siquiera una recensión sobre los pros y los contras de una asamblea constitucional, nada de eso, no: sorprende con una novela sobre el golpe militar, aunque, para mayor franqueza, también es una novela policial, una novela amorosa, una novela de aventuras y una novela sobre el empresariado. Y realmente es una novela, o varias. Se leen cosas así: “Han pasado años y Chile es una democracia consolidada cuya transición política y logros económicos son reconocidos a nivel mundial”. O: “Correlación no es sinónimo de mayoría; por supuesto siempre hay que salir a buscarla, pero incluso puede faltar”. O hasta: “También fui muy solo, no más (sic) que pertenezco a un tipo de hombre que no sabe expresar sus sentimientos”.

“Trotsky y la Marilyn” la escribió Genaro Arriagada, qué duda cabe, pero parece obra de La Concertación. La imagen central de la novela —un revolucionario asesinado por un general de ejército corrompido— es una que, con algunas diferencias, se vuelve sobre los fundadores del nuevo Chile, quienes, parapetados en el ejercicio de un poder sin contrapesos adoptan, “en los años venideros”, la arrogancia de los vencedores. Arriagada ambicionó, usando los modismos del thriller y la novela política, hacer una radiografía del Chile actual. Luego de mirarla por los cuatro costados mi diagnóstico es que, a pesar de los innumerables anacolutos, solecismos y la mala redacción; las frases hechas y los arranques de cursilería; a pesar de que Arriagada no tiene ni el oficio ni la experiencia del novelista, “Trotsky y la Marilyn” es la imagen misma de la transición.

A la pregunta de por qué Arriagada eligió la novela para dar cuenta del pasado de Chile y del suyo, la respuesta parece ser porque el género, siempre, sirve para distanciarse de los hechos. Ojalá que su autor se haya beneficiado de la experiencia, porque el lector, o al menos este lector, no encontró en “Trostsky y la Marilyn” nada verdaderamente redimible.
Hay ocasiones en que al crítico no le queda más que reírse de sí mismo.

(lectura foto portada libro)
TROTSKY Y LA MARILYN
Genaro Arriagada
J. C. Sáez Editor, 2014,
353 páginas

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