Entrevistas
7 de Agosto de 2024Genaro Arriagada: “Sería ridículo llegar y pensar que tenemos que volver a la Concertación”
El exministro, que hace dos años renunció a la DC, señala que su expartido ha hecho "un pobre papel" en la última década y que "lo que hemos visto en Amarillos y en Demócratas es que muy luego están en brazos de la derecha. Así no se construye el centro". Su mirada también es crítica hacia la izquierda: "Si la centroizquierda no es capaz de convocar a los pobres a votar por los partidos que ellos tienen, quiere decir que están fracasando".
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El exministro de la Secretaría General de la Presidencia, Genaro Arriagada (81), renunció hace poco más de dos años al espacio donde militó por 58 años, la Democracia Cristiana (DC). Dice que “ha sido muy duro, como para tantos que nos hemos ido, pero fue una acumulación de errores, de indefiniciones y de aceptación de una tutoría por parte de grupos ajenos”.
Hoy, desde la independencia, una de sus preocupaciones es la fragmentación del sistema político: con 22 partidos, dice, “no resiste ningún sistema político parlamentario o presidencial (…). Así no se puede gobernar. Echarle toda la culpa a Boric es fácil, pero injusto”.
Desde su óptica, Arriagada analiza los últimos cinco años de la política nacional. Convulsos, entre el estallido social, la pandemia, el cambio de signo entre gobiernos y los procesos constituyentes. De todas formas, Arriagada, del ethos concertacionista, da un portazo a quienes anhelan volver al período en que le tocó hacerse parte del gobierno: “Los problemas hoy son nuevos”.
—¿Qué lección se puede sacar de la efervescencia social de 2019, los dos procesos constituyentes fallidos, el reniegue del octubrismo y la contrarespuesta más conservadora?
—Hay una frase que se le atribuye a Hegel que dice que “la gran lección de la historia es que nadie aprende las lecciones de la historia”. Con el transcurso del tiempo, este período se va a mirar de una manera mucho más tranquila (…). Ahora, el país se remeció hasta sus raíces y lo que vino después es que se superó esto de una manera pacífica, por la vía de una “orgía” de elecciones con momentos muy fuertes. En un momento determinado, cuando se crea la Convención Constitucional, hay un endiosamiento de los independientes, con una actitud refundacional absoluta. Y su proyecto el país lo rechazó de una manera brutal.
Y en el segundo llamado, los conservadores cometieron el mismo desvarío presentando un proyecto que era una contrarrevolución esculpida en una Constitución. Algunos dicen que esto fue una pérdida de tiempo. Yo no: fue un tiempo que el país se tomó para semisolucionar un problema que en otras circunstancias habría conducido a una guerra civil o a un quiebre constitucional muy fuerte. Aquí se salió de esto y el país se ha ido encaminando a una situación que, no siendo perfecta, es una situación razonable.
—Más allá del tiempo que nos tomamos, ¿están resueltas las inquietudes que desencadenaron las protestas hace cinco años?
—Hay distintas maneras de mirar esto, algunas son muy impopulares. Una es llegar y decir que este país sigue siendo uno que tiene los mejores indicadores en un conjunto grande de situaciones, por ejemplo en los niveles de pobreza, desigualdad —que son altos, pero no son extremos—, o incluso las propias cifras de violencia.
—Impopular, porque estamos en un momento en que indicadores como el de la violencia se están deteriorando.
—Eso es cierto, algunos se están deteriorando, pero también hubo un momento en el cual el país quiso rechazar lo que era la esencia de la política, la búsqueda de acuerdos, de un cambios graduales, y vino toda la reacción para condenar los 30 años. Hoy, si algo ha ganado, no son los 30 años, porque no se puede volver atrás, pero sí la idea de que el país debiera caminar hacia políticas más bien socialdemócratas.
—Ya que menciona los “30 años”, ¿le faltó a su generación defender con más tesón el legado de la Concertación?
—Hubo un oportunismo, se debió haber defendido lo que se había hecho. Pero también es cierto que los proyectos se agotan por dos razones: una, porque fracasan. Y otra, porque se cumplen. Y la Concertación está más cerca de un proyecto que se agotó porque cumplió. Eso es lo que hoy el país mira. Pero sería ridículo llegar y pensar que tenemos que volver a la Concertación, los problemas son nuevos.
Genaro Arriagada: “Los que se han ido (de la DC) invocando al centro han construido partidos que orbitan la derecha”
—El doble rechazo a los proyectos constitucionales se podría interpretar como que Chile aún es un país “moderado”, o más “centrista”. Pero en las elecciones no se escoge al centro y el “péndulo” entre la izquierda y derecha ha sido notorio. ¿Qué ocurre ahí?
—De partida, la izquierda no ha tenido una respuesta categórica frente al problema de la inmigración, frente al problema de la violencia y ha sido ambigua respecto del problema del crecimiento económico. Esas cosas la complican, pero sigue siendo una fuerza muy significativa. Ahora está quebrada, porque en su interior hay un polo socialdemócrata y hay un polo de este comunismo raro, que ya no tiene ideología, pero que sigue siendo una fuerza.
Y la derecha vive bajo la impresión de un éxito que está al alcance de la mano, que no creo sea así. Mi convicción es que hoy día la carrera presidencial está abierta y pretender que uno va a hacer un proyecto afirmado sólo en la seguridad es insensato. Pero la derecha también está quebrada entre lo que los republicanos califican de la “derecha cobardita”, pero que aún es bastante poderosa.
—¿Por qué, entonces, cuando hay oferta de “centro” en la papeleta no logra convocar y los electores migran a los polos?
—Porque no son capaces de ser centristas. Para ser centristas hay que tener una posición dura hacia ambos lados. Y aquí lo que hemos visto en Amarillos y en Demócratas es que muy luego están en brazos de la derecha. Así no se construye el centro. Este país tiene la contradicción en el cual el grueso de la gente quisiera un centro y lo único que no se le ofrece es centro. No hay un liderazgo ahí.
—¿No ocurre lo mismo con su expartido, la DC, que históricamente ocupó ese espacio pero hoy está aliándose en pacto electoral con la izquierda?
—Hay un viejo dicho que dice que el abismo de la historia es muy grande y se puede tragar a países y a partidos completos. La DC está en una situación muy difícil, muy disminuida como partido y en sus liderazgos. A mí no me gusta hablar de la DC, porque ahí tengo todavía muchos amigos, pero han hecho un pobre papel en los últimos 10 o 15 años. Y los que se han ido invocando al centro, no han construido un centro, han construido partidos que orbitan alrededor de la derecha.
Pienso, por ejemplo, en la DC en su periodo de más gloria con don Eduardo Frei Montalva. Por estos estos días se celebra el cambio social más profundo que se hizo en el siglo pasado, la reforma agraria, que cambió la estructura social chilena y que lo enemistó para siempre con la derecha. La DC de los partidos distantes del anticomunismo grosero de la derecha…
—Cree que se distinguían bien de ambos lados.
—De ambos lados, porque cuando se derrumban los socialismos, el partido quedó en un estado de mucha fuerza.
—Cuando habló del estado de la derecha, decía que sustentar únicamente el proyecto político en la seguridad es “insensato”. ¿Por qué, considerando que es una de las mayores preocupaciones ciudadanas?
—El “partido del orden” tiene un problema: que el orden que ellos proponen es un orden fundado en una acción policial ajena al control jurídico y moral. Cuando pensamos, por ejemplo, en Venezuela, allí está habiendo cada día más “orden”, El último informe de la expresidenta Michelle Bachelet hablaba de que en un solo año una de las policías del régimen había ejecutado a 5.200 personas en un solo año. Eso no es un orden. Eso es una dictadura sin más. No es un orden el de Nayib Bukele cuando tiene el 7% de la gente joven metida en las cárceles. Aquí lo que se requiere es otra cosa
Nunca he sido cercano a la derecha, pero la centroizquierda está mostrando una carencia de proyectos. Y no me estoy refiriendo al PC, porque está en una cosa que poco entendemos. ¿Cómo se puede llegar y defender a Venezuela? (…). Aquí tiene que haber una propuesta que sea democrática, auténtica, pero que sea social. Y que tenga condiciones para crear las bases de un desarrollo económico sostenible como lo crearon los primeros 20 años de la Concertación.
“Boric tiene que hacer un esfuerzo por encarar la crisis del sistema político, porque está arruinando todo”
—¿Cree que el espacio que tenía antes la Concertación ahora lo vino a ocupar el Frente Amplio como alternativa?
—No creo. Tengo una buena disposición hacia la gente del Frente Amplio. Yo diría que es un partido en ebullición, porque hay cosas en las cuales uno ve algunas indicaciones de modernidad y otras donde marchan en contra de la historia. Ahora se fusionaron y vamos a saber si tienen disciplina, si vamos a tener verdaderamente un partido en forma o la reproducción agravada de los partidos que se fueron degradando durante la Concertación. Uno de repente mira con escepticismo lo que está sucediendo, porque el sistema político chileno no puede funcionar con tantos partidos.
—En ese contexto, se “agradece” la fusión del Frente Amplio.
—Siempre y cuando sean efectivamente un partido. Porque si son una franquicia donde cada cual hace y dice lo que quiere, eso en vez de solucionar el problema, lo agrava.
—¿Está completamente alineada la alianza de gobierno con La Moneda?
—Le pedimos al gobierno algo que debe intentar, pero que no está dentro de sus capacidades lograr enteramente. Si aquí fuéramos sensatos, las soluciones están sobre la mesa: establecemos un límite para la representación parlamentaria del 5% y pasamos a cinco partidos políticos. Así, de alguna manera, empiezan a desaparecer estos partidos que son siglas. En Chile hay cosas que no resiste ningún sistema político parlamentario o presidencial.
En el parlamento ya no hay bancadas. No hay una bancada que diga “nosotros vamos a votar así”. Cada cual vota como quiere. Y así no se puede gobernar. Echarle de todo la culpa a Boric es fácil, pero injusto. Pero Boric tiene que hacer un esfuerzo por encarar la crisis del sistema político, porque está arruinando todo, la democracia, los partidos y está sumiendo en niveles de desprestigio increíbles al parlamento. Y no se diga que las soluciones no existen.
—Anunció una reforma al sistema político, pero también la agenda de seguridad ha copado todo desde ese entonces.
—Un gobierno tiene que ser capaz de enfrentar dos o tres problemas a la vez.
—¿Y lo logra este gobierno?
—En el plano político, tiene bajo él un desorden. He dicho muchas veces que este gobierno no es una coalición de partidos, sino que es una coalición de ministros. Uno podrá tener desacuerdos con Camila Vallejo, con Luis Cordero, con Mario Marcel o Carolina Tohá, pero son notables ministros. El problema es que cuando uno baja al Parlamento, no le hacen caso a nadie. Este es un gobierno que a nivel ministerial muestra pero muestra un orden, no perfecto, pero con compromiso.
Las peleas en el Congreso son, muchas veces, daños autoinfligidos. ¿Qué fue esto de llegar y poner en el centro de la discusión la multa a los que no votaran? Eso tiene el olor a oportunismo. Un olor fétido a oportunismo. Durante un tiempo estábamos por creer que el gran poder de los pobres es el voto. Uno de los pocos poderes que tienen. Hoy día estimamos que no. Eso es oportunismo. Si la centroizquierda no es capaz de convocar a los pobres a votar por los partidos que ellos tienen, quiere decir que están fracasando.
—¿Por qué decía que ve abierta aún la carrera presidencial? Todo indica que nuevamente habrá una alternancia.
—Porque las encuestas miden, en sus preguntas, siempre la popularidad del gobierno, pero no el descrédito de la oposición. Y ahí, el rechazo a la oposición es muy grande. No es que Boric obtenga 34% de aprobación y por añadidura, la oposición el 66%. Y en segundo lugar, porque la derecha tiene una tendencia canibalística, a las luchas internas muy fuertes. El quiebre entre Chile Vamos y los republicanos es más profundo: Kast no está apostando a la Presidencia de la República en la próxima elección. Está apostando a más largo plazo. Y en consecuencia, para él perder no es un problema. O es un problema menos grave. En cambio, Chile Vamos está apostando a volver al poder ahora.
—¿Cree que José Antonio Kast está apostando más a dar una batalla ideológica, a “capitalizar” desde ser oposición?
—No creo que los republicanos estén en condiciones de librar una batalla cultural. Son muy pobres en ideas y repiten consignas que ya están largamente muertas. Pero tienen un atractivo: pueden ser el partido más votado en la próxima elección. Pero su horizonte no es suceder a Boric, sino el gobierno siguiente.
—Si la carrera está abierta, ¿quién podría capitalizar mejor una continuidad del proyecto actual en La Moneda? Hace unas semanas dijo que un tercer período de Bachelet sería impresentable.
—No hay nada personal o ofensivo con ella, porque es una persona muy respetada, pero para una tercera reelección yo por lo menos no voy a estar ahí. Acá los liderazgos surgen de repente. Pensemos que para la elección que ganó Boric no figuraba hasta bien entrado 2021. Yo no haría ninguna apuesta, pero no veo esto como una carrera corrida.
—Reformulo: ¿ve a este gobierno como proyectable en un segundo período?
—Para eso tendría que afinar la respuesta. ¿Qué quiero decir con “afinar la respuesta”? Proponer seriamente un cambio del sistema político, proponer seriamente una política de control de la violencia que signifique un respaldo muy fuerte a los servicios de seguridad.