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Entrevistas

23 de Diciembre de 2021

Víctor Maldonado, ex asesor DC de Bachelet: “Boric simplificó el programa al máximo y ahora no tiene una carta de navegación”

Víctor Maldonado Gentileza Víctor Maldonado

El ex subdere de la ex Presidenta aborda el complejo escenario de su partido, la DC, en base a dos aristas complejas: el incipientes proceso de convergencia del llamado "socialismo democrático" para una futura colaboración con el próximo gobierno de Gabriel Boric -del cuál fueron excluidos, pese a la histórica alianza con el PS y el PPD-, y la renuncia de uno de sus militantes históricos: Genaro Arriagada. "Los amigos siempre se cuentan las cosas antes de hacerlas", dice sobre la salida de las huestes falangistas de la emblemática figura de la Transición.

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En días de definiciones para la centro izquierda, en este minuto la Democracia Cristiana enfrenta dos puntos críticos. Primero, la organización de un cónclave por parte del PS, PPD, PR, PL y Nuevo Trato, para ver la forma en que colaborarán con el próximo gobierno de Gabriel Boric. Claro, a ese encuentro, no fue invitada la DC -partido que desde el principio se declaró “opositor” a la futura administración-, rompiendo así con 30 años de alianza histórica entre el progresismo laico y el humanismo cristiano, la viga maestra de los gobierno de la Concertación. 

Sumado a eso, la mañana de hoy, 23 de Diciembre, la familia falangista se vio impactada con la renuncia de uno de sus militantes históricos, Génaro Arriagada, hombre artífice de la Transición como Secretario Ejecutivo de la campaña del NO y ex ministro Segpres del ex Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. “Estimada presidenta, los cincuenta y ocho años en que he sido miembro de la Democracia Cristiana, lo recordaré entre lo más valioso de mi vida pública”, dijo en la misiva dirigida a la presidenta del partido, Carmen Frei, según informó El Mercurio. 

Así, con una Falange que disminuyó su influencia en el Congreso y que parece no encajar en los próximos derroteros de la centro izquierda, Víctor Maldonado -sociólogo, también militante histórico de la DC, ex Subdere en el primer gobierno de Michelle Bachelet y subsecretario general de la Presidencia durante la segunda administración de la otrora Mandataria, experto electoral-, aborda la contingencia desde el complejo trance histórico que vive el partido de la flecha roja, algo que, sin embargo, realiza diariamente mediante textos de análisis de coyuntura que comparte con periodistas y cercanos.

¿Cómo interpreta, en tiempos tan cruciales de definiciones en el partido, la renuncia de un militante histórico como Genaro Arriagada?

-Me parece muy impactante porque no había sido comentado antes, la noticia nos sorprende sin haber tenido una conversación previa. Eso es triste. En todo caso es una señal que todos los partidos debieran tomar en cuenta, que ningún partido puede repetir ni hacer lo que venía haciendo hasta ahora. Se necesita renovación, confluencia y validarse desde sus principios. Esa es una tarea pendiente para todos.

Usted menciona la renovación, pero la DC no parece tener una línea de renovación muy marcada. ¿Esto no indica que, además, es una pérdida de la tradición del partido, visto que hay militantes de larga data que estarían disconformes?

-¿Y quién está conforme con los partidos? Si uno ve los últimos fenómenos, se da cuenta que quienes compitieron por la presidencia, casi todos pertenecen a movimientos nuevos o son laterales a los partidos principales. Esa es una falla muy grande que implica una necesidad imperiosa de cambiar. En el caso de la DC eso es así, y lo único que puede mantener a un partido unido es su tránsito hacia una situación diferente: a una renovación de las ideas de sus cuadros y a una apertura mayor a la vinculación con otros. No hay más alternativa.

¿Y cómo se traduciría eso en la situación actual de la DC? ¿Qué reflexiones deberían emanar de este período?

-La DC durante toda su historia ha sido un partido de dos dígitos de votación hasta la última elección. Para encontrar una DC de un dígito de votación tienes que remontarte a la Falange Nacional y a la votación de 1953. Y cuando uno vuelve al punto de partida, un ciclo se cierra. Pero lo que se abre es ver con los mismos principios y la ética que te caracteriza, la posibilidad de atraer a la juventud del momento con los principios de siempre actualizados a la situación actual. 

Eso es posible porque se necesita la confluencia de todos los humanismos que le han dado vida a la democracia en Chile. Nosotros representamos uno y tenemos que evolucionar.

¿Y se podría concluir que eso reafirma una situación de crisis en la DC?

-Sí, aunque el abuso de la palabra crisis hace que uno no se dé cuenta de lo que está diciendo. Una crisis es un momento en el que tienes que optar por un camino y hay dilemas. Bueno, siempre es así, pero ahora eso ocurre más que en ningún otro momento. Cuando un país cambia mucho, ningún partido puede seguir como estaba.

¿Esto iría en la línea de lo que dijo el ex ministro Arriagada en su carta de renuncia? Cito: “En los tiempos que se vienen, los partidos, individualmente y como sistema, deberán ser sometidos a una crítica de sus prácticas, estrategia e incluso revisar su propia naturaleza”. 

-Sí, eso es efectivo, pero le agregaría algo más: los partidos son relaciones fraternas de amistad. La política es dura, es combate, pero también es amistad, y los amigos siempre se cuentan las cosas antes de hacerlas. Entonces, una de las primeras cosas a hacer es aumentar la fraternidad y tomar decisiones después, no antes.

Entonces también reprocha la forma en cómo se dio esta decisión, le habría gustado que hubiera sido colectiva…

-Por supuesto, en eso consiste la camaradería. No existen camaradas de a uno, sino de varios. Y si no me equivoco, no será el único que de a uno tomará una decisión similar. Pero la fraternidad consiste en haberlo contado antes, sino la falla parte del mismo que toma la decisión.

¿Y usted ha tenido la oportunidad de hablar con el ex ministro después de conocer su decisión?

-No. Y en eso consiste: creo que si recuperamos el diálogo interno, habríamos recuperado el 50% de todo lo que necesitamos.

Usted habla del acierto que fue que los partidos de la ex Concertación se pusieran detrás de Boric. ¿Considera que ese apoyo debería expresarse de manera institucional?

-Lo óptimo es que sea siempre una aproximación programática, porque hace que cada cual sea fiel a sus propias ideas. Hay mucha coincidencia dentro de los programas de gobierno, pero ocurrió que al final, para poder ser inclusivo, la candidatura de Boric simplificó el programa al máximo, de tal manera que ahora no se tiene una carta de navegación de cuáles serán las líneas centrales del gobierno. Eso hay que volver a especificarlo. 

Y si se llega a acuerdos programáticos, se va a conseguir un gran producto que es indispensable no sólo para cada uno de los involucrados, sino que para el país. Se necesita sí o sí un acuerdo de gobernabilidad, algo que permita tener mayoría en el Parlamento y tener respaldo ciudadano prolongado durante cuatro años.

¿Ese acuerdo de gobernabilidad deba tener también una expresión en el gabinete?

-Para que haya un cumpleaños, tiene que haber una fecha, invitación e interesados en llevar regalos y todo eso está faltando. Es al revés: lo primero es que quienes ganaron la elección son una candidatura y una coalición que tiene que ordenarse. Según lo que hoy trasciende a la prensa, se hace una necesidad para quienes van a asumir el gobierno buscar más apoyos. Y eso tiene sentido porque con cinco senadores de cincuenta, y con un cuarto de la Cámara de Diputados, ese apoyo no se expresa en el segundo poder del Estado y eso es indispensable.

Entonces: ¿la apertura a dialogar se ha producido? No. Hay intenciones. No hay que apresurarse en esto, de momento es como anticiparse a la fiesta de cumpleaños.

¿Y usted vislumbra a la DC siendo parte de ese pacto programático?

-Cuando se realiza la Junta Nacional de la DC hubo dos acuerdos amplios: apoyar a Boric y que eso no podía ser condicionado a nada. Porque el secreto del triunfo de Boric son dos: la rápida unidad de toda la oposición tras un candidato, y adquirir nuevos adherentes al sumarse mucha gente a la votación. Pero la proporción de votos se mantuvo, lo que quiere decir que son esfuerzos equivalentes. 

Pero cuando se hace el acuerdo de apoyarlo, esto no podía ser condicionado a la entrada del gobierno o a nada parecido. El puesto que quedaba es en el gobierno o en la oposición, y la DC dijo ‘nosotros no condicionamos, nos ubicamos donde la ciudadanía nos puso: en la oposición’. Pero no es oponiéndose, es el lugar que queda cuando uno no está en el gobierno. Hasta ahí va la canción y no la podemos interpretar antes que se empiece a tocar la música.

En un texto suyo, usted llamó la atención sobre el “alejamiento de la polarización que se aprecia en todas las manifestaciones públicas que han seguido al triunfo de Boric”. ¿Desestima la tesis de la polarización que se venía hilvanando desde antes de las elecciones? 

-Hay una constante en Chile, y es que cada vez que uno le da la palabra a la gente común y corriente, siempre sale una gran manifestación pacífica que busca justicia y paz. Nunca falla, siempre es así. Pero no siempre ocurre que los liderazgos políticos coinciden con eso. Siempre creen que es un llamado a una polarización mayor. En la derecha lo que tenemos es algo terrible: quedó representada la polarización más grande que había tenido desde Pinochet. Y esa polarización no se pudo cubrir con ningún ropaje, quedó muy manifiesto que eso era un regreso al autoritarismo moral, ético y político.

En cambio, Boric sufrió un proceso y cuando buscó la mayoría, cambió. ¿Cómo termina el cierre de la primera vuelta? Con Boric con el puño en alto convocando a ‘compañeras y compañeros’ y diciendo ‘no tenemos que ser tan sectarios’. El mensaje de la segunda vuelta, el del triunfo, es con la mano en el corazón diciendo ‘buenas noches, Chile’ y hablando de acuerdos. Esa es una evolución de convencimiento. Ahora, en esa evolución, ese liderazgo ¿Es seguido por su propia coalición? No lo sabemos, ese es un proceso interno que tiene que producirse, no se puede apurar la maduración de ese proceso como a los membrillos, machucándolos todo lo posible. Hay que dar el tiempo, lo que no podemos dejar de hacer es el pacto de gobernabilidad.

Usted también ha afirmado que “el programa de Boric se simplificó y redujo tanto para atraer a la mayoría, que ya no es posible identificar el conjunto de acciones prioritarias que definirán la nueva gestión”. ¿En qué hechos ya se están empezando a sentir las reacciones?

-Cuando uno se simplifica es para convocar, pero es como que borrara la pizarra para poder escribir con letra más ordenada lo que tenía antes. Quedó un Presidente con alto respaldo ciudadano y, por lo tanto, con una capacidad de convocar que no la había tenido nadie en mucho tiempo y, además, con la libertad para poder especificar acciones. En el mismo programa tú puedes tener una ejecución extraordinariamente polarizada o extraordinariamente moderada o una combinación de ambas, que es probablemente lo que se intente. ¿Cómo se va a hacer? Es el Presidente el que convoca, tiene que mantener a su coalición unida. Si la convence entonces, la oportunidad existe, pero esa oportunidad no es por ansiedad, no es porque en la primera foto tengan que estar todos.

Entonces, la labor política es la de converger hasta donde tú puedes hacer converger una gran mayoría. Creo que el espíritu de apoyo lo tiene toda la oposición porque ya se cuadró disciplinadamente, sin ninguna distorsión, ninguna diferencia. Y ahí está la votación de Boric, no hay mejor ejemplo de que todos se unieron. Pero no hay para qué volver la entrada al gobierno un ejercicio de tal ansiedad que todos tengan necesariamente que entrar, colaborar y decir qué es programáticamente para saber si los consensos existen o no. Nuestra obligación es decir lo que para nosotros es vital. Si coincide con el gobierno, fantástico, si no, lo debatimos. Esa es la democracia, que le dicen.

De todas formas, con la composición del Congreso se vuelve urgente un acuerdo lo más amplio posible, por lo menos…

-Es un gobierno en el que los que entren no necesariamente van a ser los que terminen juntos. Tiene que verse en el camino. Es tan intenso lo que viene que movimientos y oscilaciones van a haber. Entonces, aprovechemos todos los consensos que tengamos, porque los debates los podemos dejar ordenadamente en el tiempo. 

Por ejemplo, en el segundo gobierno de Bachelet cometimos un grave error: en la reforma a la educación partimos por los temas más complicados, que menos entendía la ciudadanía y que más reacción pública en contra tuvo. ¿Quién nos dijo que teníamos que meternos en la reforma más compleja por el lado más difícil? Ponte que a Boric se le ocurra empezar con lo que más une, la materia en donde más tenemos coincidencia, bueno, nos vamos por ahí y la vida fluye fácil. Entonces, antes de que el gobierno se constituya, hay que decir ‘el rumbo específico es este’.

Ha señalado que “Boric se ve cómodo en la moderación, pero sería insólito que le ocurriera lo mismo a toda su coalición”. ¿Con esto usted identifica eventuales flancos internos en el futuro gobierno de Boric? 

-Hay una tradición enorme en la izquierda que está representada por Allende, que es instintiva: la coalición se mantiene unida y eso es lo primero que tenemos que garantizar. Y eso también existe ahora. Se va a hacer todo el esfuerzo para que la coalición actual se mantenga unida, y ampliarla no es cambiarla. Ahora, cuando Aylwin ganó, la coalición era amplísima y después de un tiempo algunos pensaron que estaban más cómodos afuera que adentro, por ejemplo, los Humanistas. Eso también puede pasar. Pero eso ni siquiera ha partido, no hay un punto en que Boric diga ‘vamos a implementar esta reforma con esta graduación’ y que unos digan ‘me gusta’ y otros digan ‘no me gusta’. No hay. 

Claro, pueden mantenerse juntos, pero a costa de verbalizar muchas cosas que no se hacen, es decir, mantienes tu verbalización poética, pero se gobierna en prosa, no en poesía: hay que aterrizar. Y aterrizar es doloroso, porque implica seleccionar lo que se hace y lo que no se hace.

“No me imagino a la DC aislada”

¿Qué efecto tendrá la actual posición de la DC en las definiciones que tomará el partido, como en las elecciones internas o en el Congreso Ideológico que tendrán en unas semanas?

-El período que viene para todos los sectores no es un mundo sólo de partidos; es un mundo de federaciones, aproximaciones y coaliciones. Yo no veo a la DC si no es también en una apuesta de centroizquierda fuerte. Tiene que pesar en el Parlamento y eso no se logra si no es al menos el 10% de los que están adentro, eso es una confluencia de centro izquierda. Eso hay que hacerlo y no me imagino a la DC aislada. Lo que veo en la DC también lo veo en los socialistas, en el PPD, en los radicales, en todo el arco que conozco. El futuro de la DC es uno junto con otros para colaborar en construcciones grandes. Ese desafío es el de los nuevos tiempos.

Pero la DC queda debilitada si se mira que hoy el partido no parece tan cohesionado con el resto de los partidos de la centroizquierda, entonces ¿Cómo se vuelve a fortalecer esa cohesión?

-A nadie en la centroizquierda se le ocurre unirse para aislar a otro. Esa mentalidad, que es muy pequeña, no la veo predominando. Veo sí que todo el mundo busca primero a los primos, si uno es socialdemócrata, busca a otros socialdemócratas, porque es la manera que tienes para crecer. Pero si uno recuerda, llegamos a un programa de gobierno con Yasna Provoste que nos interpretaba a todos. 

Entonces, podemos pelear por las mismas cosas que creemos y constituir un bloque que defienda esas cosas. ¿Y por qué dirían que no? Si esto es un juego limpio, no es de pillines. Lo que le decimos a los otros es: constaten que el aislamiento no sirve, es una vuelta larga y de derrota. Hay que mantener los puntos en común y ampliarlos. Nosotros estamos dispuestos a eso.

Entonces, ¿Cómo interpretas el cónclave del socialismo democrático, en donde se juntaron las directivas del PS, PPD, PR y el PL y dejaron afuera a la DC?

-Son los más cercanos entre sí. Bueno, los radicales son algo especiales, porque tienen tantos vínculos con nosotros como con el resto. Cuando estaba Heraldo Muñoz como presidente del PPD, ese era su grupo, lo que él convocaba. Pero eso no es excluyente con que tú quieras integrar a toda la centroizquierda. Y yo no veo a los que cierran la puerta. 

Sí veo en la derecha que ahora que perdieron, lo primero que hacen es decir con quién no se les ocurrirá jamás estar y se están excluyendo unos a otros. ¿Cuál es el futuro de la derecha? ¡Horrible po! El futuro de los disgregados, ¿Para qué vamos a imitar a la derecha? ¿Cuál es la idea?

¿Qué lugar debe ocupar la DC en el próximo gobierno para garantizar que sigan siendo un partido relevante dentro del sector?

-El tipo de liderazgos que necesitamos es el que han presentado nuestras senadoras, como Yasna Provoste y Ximena Rincón, que es la capacidad de que cuando hablan pueden hacerlo más allá de su partido, y que cuando llegan a acuerdos pueden integrar a otros. La fuerza de la DC no es la de sus votos exclusivamente, es la de saber congregar y dialogar con otros. 

Esa tiene que ser su mayor fuerza política, estratégica, de coalición y en eso tenemos que persistir siempre, no hay otro camino más que el de la buena política para la DC y para cualquiera, sino uno sería un Parisi cualquiera en la vida ¿Y qué es Parisi? Un partido que se divide por mitades frente a cada gran decisión, ¿Y cuánto pesa un partido así? Nada. Porque deja las cosas como estaban y para ser intrascendente ya tenemos a Parisi, ¿Para qué más?

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