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Opinión

26 de Mayo de 2015

Diario de un puto: Sexo por Skype

Por Josecarlo Henríquez No me gustan algunos feriados, menos cuando son fechas familiares o nacionalistas. Disminuyen los clientes y andan pidiendo rebajas. No siempre quieren venir al departamento y el frío no me estimula para salir por tan poca plata. Estos días los disfruto más en casa. Internet me basta para comunicarme con el exterior, […]

José Carlos Henríquez
José Carlos Henríquez
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Por Josecarlo Henríquez

No me gustan algunos feriados, menos cuando son fechas familiares o nacionalistas. Disminuyen los clientes y andan pidiendo rebajas. No siempre quieren venir al departamento y el frío no me estimula para salir por tan poca plata. Estos días los disfruto más en casa. Internet me basta para comunicarme con el exterior, y con Skype, cada vez más, puedo trabajar sin tener que salir.

Mostrarme y dejarme desear a través de la pantalla obedeciendo las instrucciones del cliente-espectador, me resulta estimulante. Es como actuar en una porno on line. Mis clientes pueden grabar lo que exhibo por cámara y verlo después cientos de veces, pero yo sé, y ellos también saben, que hay algo en ese instante digitalizado que no volverán a disfrutar cuando lo reproduzcan.

Eran las 11 de la noche y un cliente por Skype me pidió que me masturbara mientras él me modelaba unas tangas de su polola. Me aseguré de que me transfiriera la cantidad que acordamos siempre, pero él nunca falla. Apareció primero con una tanga verde con lunares negros, se le veía bonita. Tenía lindos muslos. No mostraba más arriba del ombligo. Se agarraba el paquete y me preguntaba si quería verlo con otra, de un color distinto y más sexy. “Póngase lo que quiera. Se ve rico con todo lo de su polola”. En segundos volvió con un colaless rojo de encaje. Su pene se asomaba y las bolas apenas podían contenerse en el trocito de tela triangular. A él le gusta que lo trate como un amigo virtual. Una vez me dijo que gracias a Internet ha podido mantener su pololeo y seguir cumpliendo sus fantasías cada vez que inicia sesión. Tiene suerte de quedar satisfecho con eso. A veces yo también prefiero la web. Tantas relaciones con distintas personas suelen ser estresantes.

Llevábamos 30 minutos frente al computador, él jugueteando con la elasticidad del colaless y yo concentrándome en sus movimientos y muslos para mantener la erección. En un momento la señal comenzó a debilitarse y la imagen de cada uno quedó estática. Nos tomó varios minutos volver a vernos, pero ya estábamos enfriados. Él quería acabar pronto y teníamos que empezar de cero. Esa noche me visitaba un colega que siempre me ha gustado y le propuse a mi cliente vernos follar. Volvió a transferirme dinero suficiente para repartirlo entre los dos y comenzamos. Nos quitamos la ropa tratando de mantenernos en el encuadre de la webcam. No nos costó nada calentarnos. Yo estaba muy entusiasmado de poder follar para otro con mi colega. Estábamos lamiéndonos las tetillas, luego el cuello y cuando ya me arrodillaba para seguir lamiendo, se corta la “videollamada”. El cliente había acabado y ya no necesitaba seguir mirando.

Con mi colega decidimos meternos en su cuenta de Cam4 para mostramos follando. Terminamos agregando nuevos clientes al Skype. Dicen que en este trabajo no se debe cruzar el placer con lo profesional. El problema es que si no fuera por ese cruce, mi trabajo sería tan fome como cualquier otro.

*Prostituto, escritor y activista de CUDS.

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