Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

30 de Junio de 2015

Columna: Locos, lindos, locos

Uno de los elementos más atractivos de “La comemadre” es la manera en que imbrica ciencia, moral y política. Los aventureros positivistas, concernidos con el desarrollo de la ciencia por sobre cualquier consideración ética, quedan enfrentados con los guardianes de la moral que, a su vez, compiten al interior de la política por definir qué es ético y qué no. En otras palabras: Larraquy vuelve sobre los científicos de cambio de siglo que no consentían a nada que pudiera significar un obstáculo a lo que, para ellos, eran las finalidades de la ciencia. Es la caricatura del científico loco que ahora es la realidad del empresario loco.

Tal Pinto
Tal Pinto
Por

Locos
Publicada originalmente por Entropía en 2010, reeditada el año pasado por Turner, sólo ahora distribuida en Chile, “La comemadre” pertenece a la tradición de esos libros que, una vez leídos, jamás serán olvidados. Sabemos que se avecina algo especial desde las primeras líneas: “Hay quienes no existen, o casi, como la señorita Menéndez. La ‘jefa de enfermeras’. En el espacio de estas palabras entra completa”. Roque Larraquy (Buenos Aires, 1975) es el autor.

A principios del siglo XX el sanatorio Temperley, provincia de Buenos Aires, es una institución en la cual sus distintos médicos especialistas buscan, con poco acierto, una solución al enigma de la muerte. El doctor Quintana, narrador de la primera parte de “La comemadre”, registra en un diario la pareja de actividades que ocupan el tiempo de los médicos: los experimentos orientados a verificar la posibilidad de la sobrevida humana, y los cortejos unánimes a la señorita Menéndez. Larraquy hace bien en no sopesar la importancia de unos y de otros: después de todo, la ciencia es parte de la vida.

Uno de los elementos más atractivos de “La comemadre” es la manera en que imbrica ciencia, moral y política. Los aventureros positivistas, concernidos con el desarrollo de la ciencia por sobre cualquier consideración ética, quedan enfrentados con los guardianes de la moral que, a su vez, compiten al interior de la política por definir qué es ético y qué no. En otras palabras: Larraquy vuelve sobre los científicos de cambio de siglo que no consentían a nada que pudiera significar un obstáculo a lo que, para ellos, eran las finalidades de la ciencia. Es la caricatura del científico loco que ahora es la realidad del empresario loco.
La segunda parte de la novela acontece en 2009. Aquí ya no es la ciencia el tema sino el arte. Un artista contemporáneo, después de un largo etcétera de circunstancias, decide transformar su cuerpo en el repositorio de un arte que se quiere total. El cuerpo como dispositivo modificable, intercambiable y externo. La tensión entre ciencia y moral deviene tensión entre arte y moral. Los límites de la representación son estirados hasta el paroxismo; la consigna es desbordar. Es un gesto dadaísta, es decir, fracasar será su triunfo.
Heredero de Borges, Bioy y cuanto escritor inteligente y astuto haya en la Argentina y en el mundo, Larraquy con esta novela entró de lleno en la magnífica y ostentosa narrativa reciente argentina. Su prosa sin ornamentos comunica tanto como lo que esconde. Sus ataques contra la vanidad que engendra la posteridad, es decir, muchos de aquellos actos inspirados en la originalidad o la conquista de un nuevo espacio, son tan refrescantes como certeros. Sólo basta decir lo que se suele decir: en mí, Roque Larraquy consiguió un fan.

(lectura portada libro)
La comemadre
Roque Larraquy
Turner, 2014, 157 páginas

Notas relacionadas