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Opinión

13 de Agosto de 2015

Loco Macaya, ex ladrón de cajas fuertes: “Ahora no hay choros, hay puros giles engrupíos”

El Loco Macaya es una leyenda en Valdivia. En la década de los setenta y ochenta, hizo giras por todo Chile robando cajas fuertes y se escapó cinematográficamente más de una vez de la cárcel. Todo lo que hurtó, lo ahorró pensando en su futuro, como todo choro de la vieja escuela. Ahora está retirado y ve con malos ojos las nuevas generaciones de delincuentes.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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A mí me da vuelta en la cabeza los robos a los cajeros que están haciendo ahora. Como que están hechos pa’ que los choreen. ¿Cómo vai a comparar un cajero automático con una caja Bash o la saturno? Yo las conozco bien: una caja de seguridad le pega 36 mil patadas a un cajero automático, a esas inmundicias que ponen las empresas. Con una caja Bash no podrías meterle oxicorte ni salir arrancando con ella.

Tengo un proyecto pa’ evitar esa cuestión y se lo presenté a un gringo empresario que tiene más plata que bandido mexicano. Mi idea es tener el mismo cajero, pero resguardado con estas cajas de fondos. La gente tendría que abrir dos puertas: la de seguridad bacana y después la de los cajeros. Porque es re fácil robarse un cajero, pero anda a hacerle daño a una caja de las que te digo yo.

El ladrón decente, piola y que hace el choreo abriendo una puerta con una ganzúa suavemente sin molestar a nadie, no está ni ahí con la alarma comunitaria. ¿Sabís por qué? La persona tiene que escuchar que le están robando, levantarse y apretar un botón para que tititití. Pero ni en sueños te despertai con un ladrón piola, no se despierta ni el gato, porque el ladrón piola sabe que la hora del sueño más profundo de una persona es entre las dos y media a las cinco de la mañana. Es así po, hija. Aquí en el barrio han dejado la media escoba los cabros. Hay proyectos para comprar cinco mil alarmas comunitarias pa’ poner aquí y allá. Pucha, la gente contenta. Pero, dime una cosa, ¿a los que le han entrado a robar les ha servido de algo las alarmas? Nada. Es puro cuento. A mí me han entrado a robar como tres veces teniendo alarmas comunitarias y no he sentido ná. Si los hueones no son hueones pa’ robar. Cuando me han robado quedé medio frustrao. Porque ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, ja,ja, ja.

La otra cosa son las rejas. Ahí te dai cuenta del temor de la gente. ¿Cómo vamos a estar los dos con nuestros hijos cenando y preocupados si cerramos o no el portón o la ventana? Vivimos encerrados como en la cana. Uno no puede comer tranquilo. Uno ya no puede tener un buen descanso estomacal para un buen dormir y no tener ninguna preocupación. Uno se termina acostando pensando con las patas y no la con cabeza. Puta la hueá. A las finales, te vai a enfermar de estrés y más encima te van a robar igual. Aunque tengai rejas o alarmas, el ladrón igual te va a chorear. Ya no dan ni ganas de prender la tele. Hasta los ricos andan robando. Es cosa de ver a los ladrones de cuello y corbata que le robaron al Estado como los de Penta.

Ser choro en mi época era ser choro, pero de verdad. No un choro cartón, que por cualquier cosa te echa la aniñá. Ahora se van en pura collera. Son aniñaos a la mala, como los que robaron el aeropuerto, puros giles: los pillaron al tiro. No cachan ná: antes mientras menos mostrabai y andabai más a pata pelá, los ratis no desconfiaban y pensaban que te estaba yendo mal. Si uno tenía que andar más pobre que nunca. Había que usar todas las astucias. Yo dejaba siempre la mitad pa’ que no sospecharan. Te ibai a la segura. Ahora se roban hasta la foto de los abuelos. Ningún respeto. Quieren puro ostentar, son agilaos. Llevan las medias teles, como de cuatro metros, al campamento. Y creen que pasan piola. Es pura inmundicia. Ahora no hay choros, hay puros giles engrupíos.

El choro de verdad, que no le hacía daño a nadie, está en extinción. O ya están retirados y viviendo abacanados.

Los choros que estamos bien, es porque supimos ahorrar plata, pudimos darle educación a nuestros hijos y armar nuestras casas. Porque ser choro antes era una profesión. Nuestros choreos fueron pensando pal futuro. Todo para vivir cómodamente como cualquiera que se ha sacado la cresta trabajando. Claro, yo me saqué la cresta choreando y pagué encanado. Éramos piolas, humildes. Y se hacían apuestas entre choros. Al que le iba bien en la vida, era un choro bacán. Y al que no, era un gil embalao, un gil inválido, que no había logrado nada. Yo hice una apuesta con el negro Lucho, y los dos la cumplimos. Y con escritura en mano. Me compré un predio, puse mis cabañitas y tiré pa arriba. El Negro Rucio, así como el Guatón Omar, están casados con europeas bacanes y con hijos rubiecitos, y con barcitos en Europa. Los cabros de ahora ya no están pensando como antiguamente. No piensan en su futuro.

La violencia de los choros de ahora está acompañada de la droga. En mi época, lo que se tomaba eran los negrosea, una pastilla que tranquilizaba, como diazepan, y esa era toda la huevá. En los sesenta con los jipis apareció la marihuana. Los choros andaban con unas ánforas colgando con unos pitos, pero no te ponía violento, era una volá diferente, uno se sentía más a la pinta, era hagamos el amor y no la guerra. No era como la mugre que viene prensada y la pasta base que te enloquece. Yo sé. Porque fui jipi. Tenía el pelo largo, para hacer mis cosas bien, para disfrazarme cuando choreaba. Era como un choro jipi, una cosa así. Había que ser choro vivo. Hasta en esos detalles te fijabai.

El gobierno tiene que pegarse la cachá de una vez por todas y dejar de pegarse cabezazos. Hablan por la tele y dicen “vamos a construir más complejos penitenciarios”. Como que están llamando a que los delincuentes sigan choreando, porque estamos construyéndoles un nuevo hotel. Imagínese, qué va a hacer un niño que está viviendo en un campamento, el papá borracho, la mamá alcohólica, la casa hecha pedazos, no hay comida a la hora, no hay una cama limpia ni calentita, el cabro está fumando como hombre, y está mal. Viene otro y lo induce, y van a chorear. Fueron sorprendidos, pasan a la cana y allá van a encontrar un plato a la hora, una cama limpia, un baño calentito para poder bañarse. Eso es engendrarle más al niño para que cuando salga, siga haciendo lo mismo, porque están mejor en cana que afuera.

El Sename pinta puro el mono. Dime a quién ha salvado el Sename. ¿Salvó el Sename a Cizarro? No, poh. Entonces, están pintando monos. No pasa ná. Están ganando un sueldo inútil. Los juzgados también quedan pegándose puros cabezazos. Detienen a uno, los pasan cargaos, pero de repente el fiscal no sé, no le lanzaron bien el número de su carnet, y lo termina echando pa’ fuera por mal procedimiento policial. Aquí falta mano de obra y talleres laborales en las poblaciones para que la gente levante cabeza y salga de ese fango que es la delincuencia. Es la única forma que veo. Porque la solución no está en la cana.

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