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Poder

25 de Septiembre de 2015

Ex capellán de La Moneda Percival Cowley revela las omisiones de Errázuriz y Ezzati que retrasaron investigación contra Karadima

El sacerdote fue el primero en escuchar a James Hamilton, una de las víctimas del expárroco de la iglesia El Bosque. También el primero en denunciar los hechos a Ricardo Ezzati, quien se los trasmitiría al entonces Arzobispo de Santiago Francisco Javier Errázuriz. Solo dos años después, por boca del propio Hamilton, se enteró que la iglesia no había hecho nada y que se habían escuchado versiones de cercanos a Karadima para restar credibilidad a la denuncia. Cowley: " Yo en ese momento monté en cólera, me molesté seriamente”, reveló en su testimonio ante el ministro que lleva la demanda de las víctimas en contra del Arzobispado por $ 450 millones.

Por
Percival-Cowley

El ex párroco de La Moneda Percival Cowley, en el marco de la demanda que presentaron las víctimas de Karadima en contra del arzobispado, entregó un duro testimonio en contra del ex cardenal Francisco Javier Errázuriz y del actual titular de la iglesia monseñor Ricardo Ezzati. Básicamente los acusa de no haber realizado las gestiones para evitar que el ex cura de la Parroquia El Bosque continuara cometiendo abusos sexuales, de acuerdo a la declaración a la que accedió The Clinic Online.

Cowley asegura que aproximadamente en 2003 se encontró con una de las víctimas, James Hamilton, quien le comentó el hecho y que no era el único afectado. Le indicó que debía hacer la denuncia ante la autoridad respectiva. “En cuanto al relato que él me contó, yo no pregunté nada porque era impresionante y era creíble de lo puro increíble”, declaró ante el ministro de fuero Juan Manuel Muñoz Pardo.

El párroco, independiente de lo dicho a Hamilton, recordó, llamó de inmediato para contar lo relatado por la víctima.

“Yo apenas escuché a Hamilton, llamé por teléfono al que en ese momento era el obispo auxiliar de Santiago, Ricardo Ezzati, a quien le hice presente la conversación habida con James Hamilton, a lo que él me contestó diciendo: ‘casualmente esta tarde estaré con el señor cardenal a quien le haré presente lo que me has dicho’, de eso sí me acuerdo”, aseguró.

Hamilton hizo lo propio y Cowley dejó de verlo por al menos dos años. En ese tiempo, la iglesia había congelado la indagatoria, porque los hechos denunciados no tenían la veracidad suficiente para Errázuriz. Y ello, dijo Cowley, porque se escucharon “sólo algunas voces cercanas a Karadima”.

El presbítero rememoró que después de haber hablado con Ezzati, “no hubo respuesta alguna en el curso de los días, meses y años”.

“Yo no sabría precisar fecha, pero aproximadamente dos años después (2005), volvió Hamilton a conversar conmigo y le pregunté en qué estaban las cosas y Hamilton me comentó: ‘No ha pasado nada’. Yo en ese momento monté en cólera, me molesté seriamente”, reveló.

Junto a Hamilton, también son demandantes José Andrés Murillo, y Juan Carlos Cruz. Se trata de los mismos que se querellaron en contra de Karadima, investigación tramitada por la ministra Jéssica González, quien acreditó los hechos, pero debió sobreseer la causa ya que los delitos de abuso estaban prescritos.

La mentira de Errázuriz

Cowley fue inquirido en esta diligencia probatoria por el magistrado, respecto a la solicitud de audiencia que hizo con el secretario de Errázuriz y al encuentro que tuvo con este último en un funeral, posterior a la segunda conversación con Hamilton.

“Para que diga a qué se refiere con la calificación de mentira hecha por el cardenal Errázuriz”, preguntó el ministro.

Y respondió: “Para mi lo grave fue la calificación de mentira. Yo nunca entendí a qué se refería, si a la petición de audiencia que yo le había formulado por intermedio de su secretario y que no sé si el efectivamente la solicitó”.

Para enfatizar lo anterior y “dejar constancia” en el proceso civil, explicó que le resultaba insólito que sobre dicho episodio, sólo “después de prácticamente 4 años, este cura, fraile menor, haya recibido una carta del cardenal pidiendo perdón por lo de la mentira. Una cosa así no ha pasado nunca”.

Asimismo, apuntó a los costos sicológicos y económicos que sufrieron las víctimas y ahora demandantes contra el Arzobispado por los abusos de Karadima.

“En la medida en que haya alguna dependencia entre el padre Karadima y sus actuaciones con el Arzobispado de Santiago, y sin que ninguno de los que demanda me lo haya hecho presente, se hace difícil no pensar, entre otros, en los costos de servicios de siquiatras y sicólogos y las idas y venidas de Juan Carlos Cruz desde Estados Unidos. Que todos estos costos son consecuencia necesaria, pero no necesariamente directa de los hechos que se le imputan al arzobispado”, indicó.

“En aquellos años era así”

Otro de los que testimonió ante el ministro Muñoz Pardo fue el vicario judicial de la iglesia chilena, Jaime Ortiz de Lazcano, quien ocupa el puesto desde 2011. A eso se suma que participó en la investigación por una de las aristas del caso Karadima. Se trata de la manipulación de los feligreses que realizó el sacerdote Juan Esteban Morales, el sucesor de Karadima en la Iglesia El Bosque.

Morales fue condenado por el delito canónico de “abuso de poder”, en el ejercicio de la dirección espiritual.

En su declaración, Ortiz de Lazcano explicó la relación de dependencia, y obediencia entre un sacerdote, quien tiene, dijo, “mucha libertad para hablar con el obispo”. La respuesta si bien no menciona a Karadima, sí es útil para los demandantes, ya que constituye una prueba del vínculo entre Errázuriz y el entonces párroco de la iglesia El Bosque.

Afirmó también que toda la estructura de la iglesia católica se haya en el Código de Derecho Canónico, “aunque también hay otro documento”.

El vicario judicial se excusó de entregar antecedentes propios de la investigación que le correspondió sustanciar, porque “los procesos canónicos están tutelados por la confidencialidad propia del proceso y en este caso en particular por el secreto pontificio, el cual me impide declarar las cosas que eventualmente puedo conocer”.

Sin embargo, reconoció que las primeras denuncias no tuvieron credibilidad para el Arzobispado, dirigido en 2003 por Errázuriz.

“El manejo que se hizo de esta situación no fue el adecuado, porque ante las denuncias que se presentaron, parece ser que la investigación no habría revelado la gravedad de los hechos y (…) la ponderación que habría hecho la autoridad eclesiástica no calibró la gravedad de los mismos (…) Mirado retrospectivamente, puede ser insuficiente e incorrecto, pero en aquellos años era así”, explicó.

El presbítero aseguró, <strong>en esa línea que “hace no muchos años atrás, es de conocimiento público que en Chile y en otras partes del mundo, se pensaba que con una reprimenda del obispo al sacerdote acusado o cambiándolo de parroquia (…) poco menos que se soluciona el asunto”.

“Ahora tenemos plena conciencia de que detrás de esa conducta hay una patología grave. Antes no”, insistió.

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