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Poder

13 de Diciembre de 2015

La columna de Carlos Peña: “Los gobiernos fracasan cuando los ciega el ideologismo”

"En su discurso del jueves, apenas un par de horas después de conocerse la decisión del Tribunal Constitucional, la Presidenta Bachelet reaccionó: "algunos quieren impedir que cumpla mi palabra, no me conocen. Quieren frenar la gratuidad, no lo van a lograr". La reacción de la Presidenta revela una verdad que se había insinuado y permanecido levemente soterrada, pero que ahora sale a la luz y quizá sea la explicación de buena parte de los tropiezos gubernamentales. Se trata de un rasgo de la personalidad presidencial: la obstinación", escribe.

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En entrevista con La Tercera, el abogado y rector de la UDP, Carlos Peña, se refirió ayer al revés que sufrió el gobierno en el TC en materia de gratuidad en la educación. En ese medio, Peña habló de que en la glosa había una obvia contradicción.

Este domingo, en su habitual columna en El Mercurio, el analista vuelve a hablar del tema y ahora apunta a lo que denomina “obstinación”.

“En su discurso del jueves, apenas un par de horas después de conocerse la decisión del Tribunal Constitucional, la Presidenta Bachelet reaccionó: “algunos quieren impedir que cumpla mi palabra, no me conocen. Quieren frenar la gratuidad, no lo van a lograr”. La reacción de la Presidenta revela una verdad que se había insinuado y permanecido levemente soterrada, pero que ahora sale a la luz y quizá sea la explicación de buena parte de los tropiezos gubernamentales. Se trata de un rasgo de la personalidad presidencial: la obstinación”, escribe.

La obstinación (Herman Hesse escribió un texto en el que la elogia) consiste en obedecer al “propio sentido”. Equivale a lo que Max Weber (quien desconfía de ella) llamaba convicción: el apego irrestricto a un cierto objetivo final con desprecio de las consecuencias que se producen al perseguirlo a ciegas. El obstinado (para usar el término de Hesse) o el convicto de un solo objetivo (como diría Weber) cree que la única forma de medir el resultado final de su acción es el logro de la meta que tiene a la vista. Frente al atractivo de ella, enfrente de su seducción, la realidad se le estrecha, se encoge y todo lo demás principia a importar poco o nada”, argumenta.

Tras citar esos argumento, se pregunta Peña si “¿acaso no es eso lo que le ocurre al Gobierno? ¿No tiene la Presidenta una voluntad obstinada que fuerza a sus asesores y ministros a ponerse detrás de lo que ella persigue, aunque el análisis racional aconsejaría esperar para tener éxito?”

“Solo así se explica que mientras la ministra Delpiano, por ejemplo, plantea que es mejor postergar la presentación de los proyectos de reforma a la educación superior, la Presidenta ordene que, fuere cual fuere la circunstancia, esos proyectos (hasta ahora inexistentes) se presenten en diciembre”.

Según Peña, y con este ejemplo a cuestas, “los gobiernos fracasan cuando los ciega el ideologismo; es decir, cuando un relato fantasioso de la realidad los inunda; pero también fracasan cuando los asesores o los ministros, por falta de carácter o por simple incompetencia, dejan que la obstinación presidencial desplace a la deliberación”.

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