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Poder

12 de Diciembre de 2015

Carlos Peña, tajante al analizar derrota del gobierno en la gratuidad: “había en la glosa una obvia contradicción”

"La glosa pues fue mal diseñada puesto que, por una parte, presume establecer un derecho de acceso gratuito y, por la otra, priva a algunos de ese mismo derecho", opina el abogado y rector de la UDP.

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carlos peña a1

 

“Era predecible. Y justo porque era predecible, resulta sorprendente que el gobierno, luego del fallo, parezca haber quedado sin conducta, atónito”, es parte del análisis que hace Carlos Peña, abogado y rector de la UDP, luego del revés que el gobierno sufrió este jueves en el TC respecto de la glosa de gratuidad.

Para Peña, en entrevista con La Tercera, “hubo una reacción inmediata de la Presidenta y los ministros, pero pareció más una confesión emocional acerca de cuán incómodo les resultaba el fallo, que un discernimiento político y práctico acerca de cómo resolver el problema que planteaba”.

Sobre el fallo adverso en sí, dice que “la glosa pues fue mal diseñada puesto que, por una parte, presume establecer un derecho de acceso gratuito y, por la otra, priva a algunos de ese mismo derecho. Como lo hice saber en su momento al propio gobierno, había en la glosa, a mi juicio, una obvia contradicción entre el propósito declarado de la medida y el medio elegido para ejecutarla”.

Consultado sobre el porqué de dicho error, según su apreciación, responde que “el gobierno no parece tener la capacidad de traducir la inspiración política de su programa (por ejemplo, la idea que la educación es un derecho social) en un conjunto racional de políticas públicas (por ejemplo, una reforma de la educación superior a fin de adecuarla a esa idea)”.

“Hay un déficit severo de racionalidad técnica o instrumental en el gobierno. Hay en él la afirmación frecuente de ciertos objetivos (como la gratuidad), pero muy poco discernimiento a la hora de pensar cómo alcanzarlo de manera permanente e imparcial. Esto tiene nada más que dos explicaciones. O hay un empecinamiento de la Presidenta que se impone sobre la cautela racional de los asesores (y ve esto ya no como un desafío político, sino personal, como lo dejó ver en la reacción frente al fallo), o los asesores son ineficientes o incapaces de hacer ver a la Presidenta el verdadero escenario. Es urgente, pues, que el gobierno haga esfuerzos para poner su capacidad técnica a la altura de su habilidad retórica. El prestigio de los equipos gubernamentales y de la Presidenta está en juego: no es posible que un gobierno que hizo de éste el objetivo principal de su programa llegue a la mitad de su período sin lograr diseñar una política que le permita alcanzarlo”, asegura.

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