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Mundo

23 de Enero de 2016

Crónica: El enemigo invisible de la guerra contra Boko Haram

"Los cuerpos mutilados de los aldeanos, niños secuestrados, torturados e incluso destripados, los cadáveres decapitados de nuestros compañeros... es difícil vivir con eso", relata Francis, otro suboficial destinado en Mora, una pequeña ciudad que esta a escasos kilómetros de la frontera con Nigeria.

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Boko Haram EFE

El Ejército de Camerún lucha desde hace más de un año contra el grupo terrorista nigeriano Boko Haram en la zona fronteriza entre ambos países, donde, junto a los islamistas, les aguarda un enemigo inesperado e invisible: el estrés postraumático de los horrores vividos.

Serge es un suboficial del Ejército camerunés que lleva desplegado varios meses en la región del Extremo Norte, la más afectada por los ataques de Boko Haram. Un día más, regresa del frente cansado y, esta vez, también algo desanimado por los erráticos progresos de la lucha.

“No estamos preparados para una guerra tan larga y algunos de nosotros ni siquiera habíamos disparado contra nadie antes”, explica a Efe. Ya en el barracón, las noches son largas y estresantes: hay gritos, llantos y delirios de soldados que no saben cómo asimilar lo que han visto.

Los métodos de Boko Haram son brutales y su estrategia, simple. Ya sea un atentado suicida o un asalto a un pueblo, sus militantes son implacables y usan todas las tácticas que tiene a su alcance para aterrorizar a la población local.

“Los cuerpos mutilados de los aldeanos, niños secuestrados, torturados e incluso destripados, los cadáveres decapitados de nuestros compañeros… es difícil vivir con eso”, relata Francis, otro suboficial destinado en Mora, una pequeña ciudad que esta a escasos kilómetros de la frontera con Nigeria.

Desde finales de 2014, el grupo yihadista ha perpetrado más de una treintena de ataques en suelo camerunés con un resultado de más de 300 muertos, el último de los cuales ocurrió el pasado lunes, cuando un hombre se inmoló en una mezquita en el norte del país y mató a cuatro personas.

Nadie habla de ello, pero la prensa camerunesa comienza a informar de aparentes suicidios entre los soldados que pasan mucho tiempo en el frente. Ni Serge ni Francis quieren confirmar ese extremo, pero los rumores crecen con fuerza.

“Algunos encuentran consuelo en el alcohol y otros lo buscan en sus camaradas. No les tenemos en cuenta lo que puedan hacer porque sabemos que antes de venir aquí no eran así”, añade Serge, que reconoce que no reciben ningún tipo de apoyo psicológico.

Hace un par de meses, la Brigada de Intervención Rápida (BIR), las fuerzas de élite del Ejército camerunés, decidió aumentar el número de efectivos desplegados en el Extremo Norte de 1.600 a 2.400 para que hubiera más rotación entre las tropas, que necesitan descanso tras meses llenos de tensión y combates.

El Gobierno camerunés, a través del portavoz del Ministerio de Defensa, el coronel Didier Badjeck, ha declinado comentar con Efe la situación psicológica de los soldados en el frente alegando que es un tema estrictamente militar.

El doctor Mbozo, del hospital militar de Yaoundé, donde son enviados los soldados heridos en el frente, también rechaza hacer cualquier comentario, porque “las operaciones sobre el terreno siguen marcha y todo lo que sucede allí es material clasificado”, justifica.

El doctor Baliaba, psicopatólogo con amplios conocimientos del estrés postraumático, recuerda que la guerra “es una situación conflictiva que requiere enormes recursos estratégicos. En una situación de urgencia cerca el 20 % de la población sufre trastornos de comportamiento”, incluidos los soldados.

El aspecto psicológico se trata con menos frecuencia de lo que deberían, reconoce Baliaba. “La guerra obliga a pasar un duelo que se manifiesta a través del insomnio, la irritabilidad y la psicosis generalizada”, lo que convierte a cualquier soldado “en un peligro para sí mismo y para su compañeros en el frente”.

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