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Nacional

26 de Enero de 2016

Cómo es vivir en una casa del arquitecto Alejandro Aravena

Aravena, a través de Elemental, ha diseñado 14 proyectos de viviendas sociales a lo largo de Chile, subiéndole el pelo a más de 2.000 casas entregadas por el Estado. Su concepto: diseñar una casa con recursos mínimos pero que puede ser ampliable fácilmente por su propietario. Aquí, los detalles de su aporte y la experiencia de quienes han vivido bajo sus techos.

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Villa Verde ELEMENTAL


Casas de Villa Verde no ampliadas. Foto de Elemental

Alejandro Aravena (40) ganó hace solo unos días el Premio Pritzker, el más importante de la arquitectura mundial. Sin duda, en el reconocimiento influyeron sus variadas obras en la Universidad Católica, la Bolsa de Comercio de Teherán (Irán), el Museo de Arte Moderno de Medellín o el edificio de extensión del Kunstmuseum en Basilea (Suiza), sin embargo, hubo otros diseños, mucho más sencillos, que llamarían la atención del mundo.

Se trata de su innovador trabajo con las viviendas sociales en Chile con la firma Elemental, de propiedad del grupo Angelini, la UC y Aravena y socios. Desde el año 2000 ha diseñado 14 proyectos de este tipo en el país, llegando a montar más de dos mil casas, la mayoría de ellas bajo el principio de la vivienda incremental: una casa pequeña con la opción de ser ampliada por sus propietarios. La idea, que ha tenido una buena aceptación por parte de los pobladores, ha contribuido a generar mejores residencias, que buscan subir su valor tras la ampliación, y a un fuerte involucramiento de la persona con su propia casa.

El desafío era usar los recursos que otorgan los subsidios habitacionales para hacer mejores viviendas. “El mercado de la arquitectura de viviendas sociales hoy toma una casa grande y la achica progresivamente hasta que queda en 45 metros cuadrados, que es lo que permite el monto del subsidio. Lo que nosotros pensamos fue: sabiendo que una familia puede vivir relativamente bien en 80 metros cuadrados y que tenemos recursos limitados, vamos a construir la mitad de una casa para ampliarse fácilmente”, cuenta Cristián Martínez, arquitecto de Elemental.

El proyecto de las viviendas incrementales o progresivas nació en un curso que Alejandro Aravena impartió como profesor en la Universidad de Harvard. Para montarlo una de las preguntas que se hizo fue cómo se podía trabajar en torno a la vivienda social con pocos recursos. Por esos mismos días y aún en Harvard, fundó Elemental junto al ingeniero Andrés Iacobelli. De ese taller en una de las universidades más prestigiosas del mundo salió el germen del primer proyecto de la firma: Quinta Monroy.

Se trató de 93 viviendas sociales con el patrocinio del Estado a través del programa Chile Barrio. Inauguradas el año 2004, todas las casas eran incrementales. Inicialmente medían 25 0 36 metros cuadrados pero podían ser ampliadas fácilmente por sus propietarios, ayudados por otro subsidio. El diseño surtió efecto y sería el primer paso para los futuros proyectos de viviendas sociales que Elemental ha realizado en Chile.

Aravena, en entrevista con The Clinic hace unos días, resumió su idea así: “Cuando no alcanza la plata, en vez de hacer una casa chica, es mejor hacer la mitad de una casa buena, para que la gente la termine. La evidencia muestra que una familia puede vivir razonablemente bien en 80 m2, pero la plata alcanza para construir 40. Nosotros planteamos construir esos 40 metros como la mitad de una casa buena, no como una casa chica. Esa vez, la directora de la escuela (London School of Economics), Sarah Worthington, me dijo que ideas como esa en economía me podrían hacer ganar el premio Nobel. Supongo que las ideas que importan son simples, pero no obvias. Son evidentes después de que alguien las dice”.

LA EXPERIENCIA DE LA GENTE

Villa Verde terminada ELEMENTAL


Casas de Villa Verde ampliadas. Foto de Elemental

Magdalena Parra y Mónica Vargas viven en Lo Espejo hace quince años. A principios del 2000 se tomaron, junto a otras 60 familias un terreno cercano a Américo Vespucio y Avenida Cerrillos; el campamento Vista Hermosa. Formaron un comité de vivienda y tras luchar durante siete años, lograron acceder al subsidio habitacional y a un proyecto para trasladarse. Tal como querían, fue en la misma comuna, a sólo unas cuantas cuadras de donde vivían. El mandante del proyecto era Un Techo para Chile y los diseñadores, Elemental.

Cuando por primera vez Magdalena, dirigente del comité, vio los planos de las casas no le gustaron. “Parecían nichos”, dice, por la altura y delgadez del diseño. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que las familias se convencieran, sobre todo, después de reunirse con los arquitectos de la firma. Entre ellos estaba Alejandro Aravena, quien les terminó de explicar que las casas podrían ampliarse fácilmente. “Me acuerdo que él era una persona muy simpática. Nos explicó con peras y manzanas para que entendiéramos que lo que él quería hacer. En el fondo era viviendas sociales dignas”, explica.

Sus casas, en el sector de Las Turbinas de Lo Espejo, eran de 36 o 37 metros cuadrados originalmente, ampliables a 6o y 69 respectivamente. Unas eran de un piso y otras eran dúplex y todas contaban con un baño, dos dormitorios, cocina y living comedor, lo exigido por la política de vivienda social en Chile. Sin embargo, y aunque estaba pensado así, no fue necesario que la ampliaran. El ministerio de Vivienda de la época les aseguró el subsidio de ampliación inmediatamente, antes de que estuvieran construidas. “Se trataba de proyectos emblemáticos del primer gobierno de Bachelet, entonces el ministerio les aseguró el subsidio para que no tuvieran que hacerlo ellos”, cuenta Cristián Martínez. Así las cosas, tanto Magdalena como Mónica y 28 familias más pudieron optar a sus casas completas de inmediato. Tres años después, Elemental realizaría otro proyecto en la comuna que contaría con tres pisos por casa y paneles solares para calentar el agua de uso doméstico.

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Segundo conjunto construido en Lo Espejo. Foto TCO.

Con el tiempo la puesta en práctica de las casas incrementales se consolidó. De las primeras viviendas sociales de Quinta Monroy en Iquique (2004) vinieron las de Valparaíso y Chiguayante el mismo año; Lo Espejo (2007); Temuco, Pudahuel, Renca, Antofagasta, La Pintana y Tocopilla (2008); Lo Barnechea (2010); Rancagua (2012); Entre Ríos, dos conjuntos habitacionales en Constitución (2013); y otro proyecto en Lo Barnechea en 2014.

En Villa Verde, Constitución, vive hace tres años Iván Cid. Perdió su casa en el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010 que azotó a la ciudad. Como trabajador de la empresa Arauco, optó con su subsidio a una vivienda social en Villa Verde, conjunto habitacional de 484 casas diseñadas por Elemental. A ese lugar llegaron cientos de damnificados, que como él, lo habían perdido todo con la catástrofe. Al igual que otros proyectos de la firma se trató de casas incrementales que podrían ampliarse fácilmente. “Nuestras casas están diseñadas para eso. La utilización de los espacios son versátiles e incluso algunos modelos tienen una estructura armada para construir lo que queda”, explica Martínez. Efectivamente, varios de los modelos de Elemental incluyen un techo y una pared de la otra mitad que queda por construir, para que así la tarea sea más fácil.

Villa Verde, en un principio, era un proyecto del plan de vivienda de la empresa Arauco –propiedad de Angelini también– para sus trabajadores. Sin embargo, después del terremoto del 27F, el conjunto habitacional se integró al Plan de Reconstrucción de Constitución (PRES), recibiendo a cientos de damnificados. Pero no fueron las únicas obras de Elemental en la ciudad. El PRES, financiado por el Estado con la participación de Arauco, contempló la construcción de un centro cultural, un teatro, un muelle náutico, una escuela, zonas turísticas, una biblioteca e incluso un parque-bosque con el objetivo de disipar el agua de un posible tsunami. Varios de esos proyectos, orientados a la revitalizar Constitución, estuvieron a cargo de la firma de Aravena y sus socios.

Con Villa Verde preparada para habitar, algunos pobladores las miraban con desconfianza. Es el caso de Lidia Vergara, que también perdió su vivienda tras la catástrofe. “Cuando llegué las encontré muy chicas. Somos cinco en la casa: mi mamá, mi esposo y nuestros dos hijos, entonces quedaba corto el espacio”, explica la presidenta de la junta de Las Camelias de Villa Verde. La casa que le habían entregado a ella, como a casi quinientas familias de Constitución, era de 57 metros cuadrados. Los pobladores tenían la opción de esperar a un segundo subsidio para ampliarlas o sencillamente empezar a construir, para quedar con una vivienda de 85 metros cuadrados.

Pocos dudaron. Muchos ni siquiera esperaron el subsidio de mejoramiento y comenzaron a trabajar en terminar su casa. “Es que esperar dos o tres años para un nuevo subsidio era mucho. La gran mayoría de las familias decidimos ampliar al tiro”, cuenta Iván Cid. También fue el caso de Lidia y su familia. Al tiempo, la casa tenía cuatro dormitorios y era mucho más agradable. “En ninguna vivienda social uno encuentra esta comodidad. Para mí por lo menos es muy bueno”, explica la dirigenta.

Sin embargo hubo otros que no quedaron tan felices con el resultado. Pablo Díaz, habitante de Constitución, reclama la demora de la entrega. Efectivamente, las casas se entregaron en 2013, tres años después del terremoto. El poblador reclama, también, que las casas tuvieron problemas después de terminadas. “Pisos sueltos, puertas mal encuadradas, filtraciones de las llaves de agua”, revela. “Incluso, hay como ocho casas que quedaron sin acceso, solo pueden entrar a sus casas a través de una puerta común con el vecino”. Si bien otros habitantes corroboran el reclamo, culpan de las negligencias a la constructora. “Fue un tema de la empresa que construyó, no tiene nada que ver con el proyecto. Y además, las casas no nos costaron nada y hoy son de muy buena calidad. Se quejan mucho”, dice Lidia presidenta de una de las juntas de vecinos de Villa Verde.

Consultado por la situación, Cristián Martínez explica que las casas con acceso compartido se debieron a problemas insalvables con el terreno. “Hicimos el proyecto en un sector alto de Constitución y eso fue bastante complicado. Efectivamente algunas casas tienen ciertos detalles en el acceso, pero son muy pocas. En Elemental quedamos bastante satisfechos con el resultado en general”, explica.

LOS AVANCES DE ARAVENA Y ELEMENTAL

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Casas de Villa Verde. Terminadas (arriba) y no terminadas (abajo). Foto Elemental.

Elemental, como cualquier otra firma de arquitectos que diseñe proyectos de viviendas sociales, tiene que jugar con las reglas de la política habitacional del país. El dinero que pone el Estado a través del subsidio, según explica Cristián Martínez, alcanza para una casa de 45 metros cuadrados. “En este contexto el mercado del rubro tiene una sola respuesta: pensar en el diseño de una casa grande e ir achicándola hasta que llegue a ese tamaño, sin las condiciones para su ampliación”, explica el arquitecto. La respuesta de Elemental ante la escasez de recursos fueron las viviendas incrementales o progresivas.

El arquitecto Ernesto López Morales, profesor asociado de Urbanismo en la Universidad de Chile y doctor en Planificación Urbana de la University College de Londres, ahonda: “Lo interesante es que la arquitectura de Aravena resuelve un grave problema que se arrastra desde los 80 en la vivienda social en Chile: que no se puede adaptar porque los blocks no permiten un crecimiento bien hecho. Se hace, pero de forma extremadamente precaria. Aravena lo solucionó y eso es un tremendo aporte”, explica a The Clinic Online. Para el arquitecto, la imagen de las casas también pesa al momento de valorar estos proyectos. “Él logró transformar la imagen, le hizo un fashion emergency a la vivienda social, dándole un toque más contemporáneo. Algunos dicen que es esteticista, yo creo que recupera la dignidad de la vivienda social”.

Elemental, desde 2001, diseña viviendas para el quintil más pobre del país y también para grupos medios, que tienen capacidad de endeudamiento. La fórmula de financiamiento para los primeros es el subsidio habitacional más los ahorros que tengan para acceder a una casa de 700 UF, como máximo. En el caso de los grupos medios, el tope es de 2000 UF, a partir del subsidio, el ahorro y un crédito, quedando con una deuda a pagar. Ese ha sido el “público objetivo” de la firma en los 14 conjuntos habitacionales de viviendas sociales que ha diseñado en el país y los otros dos que están en construcción.

Para la doctora en arquitectura de la Universidad de Chile, Viviana Fernández, otro logro de Elemental es “que consiguió que las familias se quedaran donde estaban. Ese es un gran problema de la vivienda social en Chile a lo largo de su historia: que esos lugares, por el hacinamiento y otras razones, expulsan a la gente. En ese sentido la incrementalidad es absolutamente pertinente, entendiendo además que se suma a la gente al proceso”, explica.

En la metodología de la empresa de Aravena la participación es importante. Verónica González es dirigente del conjunto de 213 viviendas sociales Lomas 1 de Lo Barnechea, uno de los dos a cargo de la firma en la comuna. Según cuenta, antes de la construcción de sus casas, Elemental y la municipalidad los incluyó en el proceso. “Nos explicaron todo. De hecho, ya se habían construido unas casas de este proyecto con anterioridad y vimos que los pisos eran de madera y la mansarda del tercer piso era muy pequeña. Les pedimos que lo cambiaran y no hubo problema. Quedó un muy buen espacio. Hay familias que pusieron tres dormitorios ahí”, cuenta. A diferencia de otros proyectos, las viviendas de Lomas 1 se construyeron pensando en los 70 metros cuadrados y no consideraron el principio de la incrementalidad. “Gracias a un mayor financiamiento, entre la municipalidad y el Minvu, pudimos hacer casas más grandes de inmediato y no fue necesaria ampliarlas”, explica Martínez.

En todo caso la incrementalidad de Aravena también le ha valido ciertas críticas. Algunos, cuestionan su poca originalidad. “Hubo otros en Chile que han escrito bastante sobre ese concepto. Por ejemplo, Edwin Haramoto, que fue director del Instituto de Vivienda de la Universidad de Chile. Sin embargo, y aunque varios han ido a la teoría de esa idea, a lo mejor no la han puesto tanto en práctica como Aravena”, explica Viviana Fernández.

Consultado sobre la proyección del proyecto de Aravena hacia un cambio definitivo de la forma de pensar la vivienda social en Chile, el arquitecto de Elemental, Cristián Martínez no vacila. “La vivienda que proponemos plantea una pregunta nueva, abordándola de otra manera, donde ponemos en valor la casa y permitimos que se valorice en el tiempo. Es difícil que el mercado reaccione rápido a estos cambios, pero creemos que de a poco hemos ido influyendo en algunos proyectos. Espero que podamos influir en algo en la política de vivienda y así cambie de a poco”, cuenta.

Ernesto López, en la misma línea, dice que lo de Aravena y su empresa “refleja un estilo de enseñanza de arquitectura en las escuelas chilenas, con una orientación social presente en los últimos veinte años. No es el arquitecto intelectual construyendo monumentos para ricos, como la mayoría los arquitectos del extranjero que se ganan el Pritzker. Eso tiene un importante efecto a nivel sociológico”. Sin embargo, admite que para poder considerar esto un cambio de paradigma falta tiempo. “Es lo que se le critica en Europa. Aravena es muy joven, cosa que no tiene nada de malo, pero su obra aún no se puede ver en el tiempo. Faltan 20 0 30 años para que podamos decir si es que el cambio que ha implementado, significó definitivamente un cambio”.

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