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Nacional

19 de Abril de 2016

Las definiciones de Rafael Otano sobre Patricio Aylwin y la transición: “es demasiado cómodo decir traidor en esas circunstancias”

El periodista español llegó por segunda vez a Chile en medio de la campaña presidencial de 1989 y se convirtió casi por accidente en un cronista fundamental del primer gobierno democrático pos dictadura. Autor de "Crónica de la transición", ahora, 26 años después, instalado en su departamento a una cuadra de Plaza Italia, mira con distancia lo que ocurrió en el debut de la Concertación de partidos por la democracia. “Yo veo que asumió, digamos, la herencia del pinochetismo o la dictadura pinochetista, y la reciben y en gran parte la asumen”, dice.

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Aylwin

Fue en el verano de 1991, siendo editor de la revista Apsi y escribiendo artículos sobre cultura, cuando Rafael Otano aterrizó en La Moneda. Un reemplazo del periodista de política por el que tuvo que comenzar a llenar páginas con trabajos sobre cómo funcionaba la renovada casa de Gobierno y el gabinete de Aylwin, que llamó la atención de la Editorial Planeta y que terminó convirtiéndose en un libro de consulta obligada para esos años.

El español, oriundo de Pamplona y con pasado sacerdotal, hoy analiza lo que ocurrió en la “salida” de Pinochet y el aterrizaje de un equipo conducido por un sorpresivo líder para la debutante Concertación de partidos por la democracia. Estos son los recuerdos de un testigo ocular del gobierno del hoy fallecido Patricio Aylwin:

Aylwin como Presidente

“El liderazgo de Aylwin fue sorpresivo. Él había sido siete veces presidente de la DC, había sido muy desprestigiado al final de la UP. Yo creo que se le ataca excesivamente y creo que no tiene tanta culpa, como en Europa donde les encanta lo de los buenos y malos, lo perverso de la DC y lo maravilloso del socialismo. No es así. Ojalá fuese tan fácil hacer la historia. Es un poquito más complicada que eso. Pero Aylwin era un personaje gastado. Ya tenía 70 años, que para la época era una edad políticamente jubilatoria, entonces aparece este momento del Carmengate, con todas las circunstancias en las que estuvo Gutenberg Martínez. Como me decía (Jorge) Burgos hace un tiempo, en el Carmengate todavía no estaba preparado el partido para unas elecciones internas, que es una prueba muy fuerte para un partido”.

Los tres mosqueteros

“Había en ese momento estos ‘tres mosqueteros’, que son Enrique Krauss, Enrique Correa y sobretodo Edgardo Boeninger. Boeninger era el que mandaba en realidad, al que le reportaba la gente cosas realmente problemáticas. Ahora, para hablar de la transición de Aylwin es evidente que la dupla Aylwin-Boeninger es la que lleva el peso de la línea gruesa de la transición. De tal manera que todo lo que es concertacionismo, que ya había sido teorizado por Boeninger en lo años 83-84-85. Venía del CEP -donde recala Edgardo- y ahí es donde, esto va a ser importante, se va a ir teorizando sobre esto. Tenían ya el modelo. Uno de los más interesantes era el modelo español, sin duda, por la cercanía política que tenían muchos con los políticos españoles. Sobre todo después del año ’82, cuando gana el PSOE en España y eso también acerca a otros partidos chilenos al caso español. Yo creo que ahí, en ese momento, es cuando comienza a madurarse la transición como un elemento todavía de pensamiento teórico. Por eso va a ser fundamental para todo lo que va a suceder el 88 con el plebiscito y luego el 89, el año en que yo llegué de nuevo. El 10 de noviembre del 89 llegué aquí por segunda vez en pleno desarrollo de la campaña de Büchi y Aylwin. Y ahí con Boeninger y Correa hacen una dupla muy importante, dos temperamentos totalmente distintos, pero que milagrosamente se complementan. Ahí el que es más firme, que tiene un perfil más sólido, se me ocurre que es Boeninger. Es sólido en el sentido en que es flexible, con su doctrina de flexibilidad, de que hay que concertarse. Correa venía de una historia mucho más dura. Había estado afuera, en la Alemania Oriental, entonces tenía toda una historia de visiones todavía, para mi gusto, bastante esquemáticas, que era propio de la época. Pero comienza a producirse, algo que es fundamental, la renovación socialista, que en último término es colocar a este partido de tal manera que pueda entrar en el poder. Es enderezar al PS dentro del poder y sólo se podía dentro de una coalición en la que estuviese la Democracia Cristiana. Uno de los que influyó mucho en la renovación socialista es Gabriel Valdés, que por eso siempre, cuando los socialistas comienzan a criticar su posición, estaba un poco sentido porque no le habían agradecido su gran trabajo para ese proceso de renovación, que al final era una idea de Boeninger”.

“Hay que reconocer a Aylwin algunas virtudes. Él al menos crea una cierta coherencia en su acción y eso se debe fundamentalmente a Boeninger y también a Correa, que sabe explicar muy bien. Ante ese momento la sociedad chilena pedía paz, tranquilidad. Eso les daba una cierta confianza a estos personajes. Enrique Krauss destila bonhomía. No es en sí una persona conflictiva, tenía de vez en cuando unos prontos, unos relámpagos de ira y eso. Entonces creo que fue un buen equipo para lo que Aylwin quería. Y dentro de ellos había una discusión de quienes querían una transición de rayos láser o una transición de salame. Si iba a ser de a poco o aprovechar los tres primeros meses para hacer los grandes cambios. Ya se sabe que la visión de Boeninger era una visión gradualista y la que se impuso”.

El rol de Boeninger

“Lo de Boeninger, esta historia previa, es fundamental para entender a Aylwin. Aylwin se complementa con estos personajes. Aylwin es él y sus personajes. El primero, su amigo: Krauss. Tener a alguien de entera confianza. Y luego esta dupla: el personaje que pretendía la integridad política, que sabes que es fuerte, una columna, que todo os van a requerir de él. Luego de esto, Aylwin se desarrolla políticamente a través de este partido transversal. Este lograr que los distintos partidos dejasen sus insignias y sus ambiciones partidistas en nombre de una transición que fuese más allá. Con personajes fundamentales como Juan Gabriel Valdés, presidente del Senado; Viera Gallo que era presidente del Parlamento. Entonces, ese Aylwin es un personaje que se sabe rodear bien y que crea un equipo informal que le va amparando en su acción política, que es enormemente compleja.

Los partidos se marchitan

“En esos momentos malos, que no digo que sea por responsabilidad de Aylwin, los partidos se desinflan. En el año 92, 93 más o menos. Los militantes ya comienzan a dejar cosas simbólicas como pegar carteles, lo hace gente pagada. Las fiestas o las campañas, ya cada vez hay más gente pagada. Yo no digo que eso esté mal, pero es un indicador de que el partido ya no tiene suficiente ilusión interior para hacer eso por sí mismo. Entonces, ahí los partidos se desinflan. Es muy fuerte en ese tiempo. Lo que pasa es que fue invisible, porque los partidos hablan como si estuvieran llenos de militancia, pero no, ahí los partidos van convirtiéndose en una máquina de cargos, de poder, desgraciadamente. Siempre recuerdo que una secretaria de un partido me dijo que sólo iban a pedir cosas, pero nadie a ofrecer algo. Es bueno que vayan a pedir, pero también que no dejen de ofrecer”.

El cierre de la Vicaría

“También fue invisible cuando cierra la Vicaría de la Solidaridad. Eso, como el cierre de las casas del No, que son invisibles. Uno de los pocos pasajes de mi libro que se citan es el de las casas del No, que la noche del 5 de octubre de 1988 se cierran y nadie dice nada. ¡Y habían sido una máquina de participación, de ilusión, de esencia de todas las edades, de toda la gente! Pero ahora a la cúpula ya no le interesa eso. Entonces, sin decir nada, sin ningún decreto, se cierran. Ese elemento también es muy importante, como la participación. Luego vino el cierre de la Vicaría de la Solidaridad, como diciendo que el tema de los DD.HH. tiene su cause natural por la política y por los gobiernos nosotros ya no tenemos que ver. Porque la Vicaría, a pesar de su origen católico, era también un cauce civil, de alguna manera. Eso fue como decir que la cosa civil no tiene tanta importancia”.

La complicidad

“Ante todo hay que decir que cuando estás en el momento tus elementos para decidir son menores. Y es mejor pecar de no criticar demasiado a criticar demasiado, pero las dos cosas son peligrosas. ¿Cómo veo ahora a ese gobierno y ese personaje? Yo veo que asumió, digamos, la herencia del pinochetismo o la dictadura pinochetista, y la reciben y en gran parte la asumen. O al menos no luchan con suficiente fuerza, amparados en que la correlación de fuerzas en el Congreso no les daba todavía para poder cambiar. Pero poco a poco eso se va convirtiendo en algo que quieren de verdad. O se van acomodando. Y ese acomodo es la idea de que hay una complicidad. Poco a poco en el mundo político se produce entre unos y otros una complicidad. Entre la derecha y la izquierda, entre los senadores designados y los otros. Pueden ser adversarios políticos, pero cada vez se va reblandeciendo más el mundo político”.

La herencia pinochetista

“En el aspecto económico, recogen mucho del pinochetismo. El modelo económico y el modelo moral, el modelo beato. Que no se puede poner la palabra condón, la palabra pareja. Se rechazaba la campaña contra el Sida porque llevaba la palabra pareja, imagina. Todo eso visto ahora es verdaderamente un chiste. Entonces, esos tres capítulos son heredados. Uno, impuesto, que es la Constitución. Y otro el económico y el moral, que es aceptado. El económico porque les había ido bien en la macroeconomía, pero eso no resuelve la microeconomía. Es decir, no hay una sensibilidad suficiente porque por esta banalidad, falta de identificación con los problemas verdaderamente dramáticos que se vivían. En ese contexto, hay un éxito económico que es reconocido a nivel internacional y hay un coro de académicos y políticos que te decían que lo estaban haciendo de maravilla. Y si vienes del último rincón del mundo, ¿quién es insensible a esos elogios? No hay una capacidad, no hay un interés suficiente para traspasar del éxito macroeconómico al microeconómico. Por supuesto te dirán que hubo programas, en el tema de la pobreza, por ejemplo, pero me parece que no es un argumento suficiente”.

La economía acumulativa

“Todavía fue una economía tremendamente acumulativa. Siempre me acuerdo de Tironi diciéndome en mayo del 93 ‘que hay palabras que no me gustan como por ejemplo la de redistribución. Ahora se necesita que el capital vaya acumulando para después avanzar’. Entonces, está bien, vete a saber si técnicamente eso tiene algún agarradero. Pero caramba, si la doctrina que tienes es que la distribución es una palabra que te parece peligrosa, en un país como éste, que tiene una tradición acumulativa terrible, y que después de la dictadura esto se había hecho mucho más grave, entonces había un deseo que el capitalismo se fuera fortaleciendo para después hacer un país moderno normal. Y esto, todos sabemos que si a ti te van dando cosas y cosas, vas pensando que eso es lo normal, que es lo que se debe y que con esa acumulación al país le va bien. Le iba bien, en cierto tipo de parámetros, no cabe la menor duda. Pero a la larga eso iba a producir no solo un malestar sino que una situación social verdaderamente compleja. Un modelo de sociedad que tú avanzabas a 50 años como un modelo perverso de sociedad. Ellos no tenían esa conciencia, pero al mismo tiempo no tuvieron sensibilidades a todos los niveles. Los partidos insistieron apenas para esas cosas”.

El mea culpa económico

“Así que, visto desde ahora, la parte de la justicia quedó muy menoscabada porque ya se crearon los cimientos para una sociedad no injusta, sino que demasiado injusta. Y luego está el último momento de Aylwin, el último mes, cuando dice la famosa frase: ‘el mercado es cruel’. Ese era como una especie de momento en que Aylwin, el viejo democratacristiano de la justicia, y eso es muy interesante de percibir en él, de alguna manera ve que lo ha hecho bien… pero el mercado es cruel. Cuando comienza a ver los malls, cuando comienza a ver que esto es para mucha gente pero realmente para el 30% de la población, 40% o después puede ser para un 50%. Se da cuenta que el mercado no reparte, selecciona. Yo creo que ese final de Aylwin es un poco un mea culpa, al menos en el tema económico”.

El tema de los Derechos Humanos

“Su gran aportación fue el Informe Rettig y luego el intento del año 93, después del Boinazo, de hacer la llamada ‘Ley Aylwin’, que no funcionó de ninguna manera. En el tema de DD.HH., Aylwin dentro de su carácter jurista, intenta algo y no resulta porque era la cuadratura del círculo. Era quedar bien con los militares y todos sus pares, y por otra parte las asociaciones de detenidos desaparecidos, y eso era imposible. Lo fue. Creo que en ese sentido los partidos fallaron. Eran entes cada vez más mecánicos. Los socialistas decían eso porque lo tenían que decir. ¿Pero lo sentían del todo? Yo siempre me acuerdo una anécdota que me contaba uno de los de la comisión Rettig. Me decía que después que sacamos el documento el año 91, cuando iba alguien de la comisión, decían ‘oye, qué bueno’, pero a los dos minutos se dejaba de hablar y nadie quería hablar de eso. Y luego ya se vio que era un argumento, gracias a los grupos de ddhh y los familiares, que son admirables. Siempre digo que es como un coro griego que está al fondo de todo lo que está pasando. Como diciendo ‘ustedes pueden hacer lo que quieran pero nosotros seremos el coro que les va a amargar el éxito’. Fíjate que al final, cuando se hace la inauguración del Memorial a los Detenidos Desaparecidos, no va nadie del Gobierno, solo Belisario Velasco. Nadie del gobierno se atreve a ir. Era fundamental resarcir a las víctimas y a la gente que tenía que ver con ellos. Eso fue un símbolo porque al final del gobierno, Aylwin se siente solitario. Ya entre Boeninger y Correa se produce un pequeño distanciamiento, y entre Correa y Aylwin también. Y se disuelve aquel empuje de los primeros dos años”.

“Ahora, no podemos pedirle lo imposible. Hay que decir: ¿era tan fácil tener éxito? No. Era un escenario en que podían surgir problemas en cualquier momento, en el tema económico, y con posturas irreconciliables. Desgraciadamente nunca cedieron. También tenían un miedo terrible. Aquí todos operaban con miedo. Por lo que podría pasar y que al final pasó, está pasando aún, en los tribunales de justicia. Y ver a docenas de estos y algunos terminan en la cárcel, pero eso estaba fuera del esquema”.

Pinochet y las Fuerzas Armadas

“Pinochet se sentía desbancado de una manera casi injusta porque consideraba que la derrota era debida a la presión, el dinero y la propaganda extranjera, lo cual era cierto. Lógicamente, desde fuera había una presión enorme. Y algo tuvo que influenciar. Pero éste era un personaje. Esto es una tragedia donde hay un protagonista y un antagonista. Lo que es cierto es que su antagonista efectivamente es Pinochet y Pinochet lo trató de pintar en los momentos más claves. Cómo manejaba el miedo. Darle miedo al otro, que es muy militar. Lo que tenían que hacer era dar miedo al enemigo. Es una cosa muy primitiva lo que hace Pinochet. Cuando se colocan trajes de campaña durante los días del Boinazo. Porque al final simbólicamente era que estaban dispuestos a cualquier cosa. Eso es la brutalidad. Todo eso lo hacían desde la impunidad. Era un “no crean que nosotros no podemos”, “cuando toquen a uno de mis hombres se termina el Estado de Derecho”. Imagínate qué directa amenaza. La complicidad y el miedo son casi complementarios. Siempre recuerdo que un ministro de Aylwin me dijo ‘entramos llenos de miedo porque creíamos que era posible que si hacíamos algo que les desagradara podían sacarnos de ahí’. Y luego comienzan a agradarse, a hacer política en conjunto. Poco a poco la dictadura no fue tan dictadura, los demócratas no son tan demócratas. Y bueno, uno entiende que la transición es cesión. Tiene algo de cambio fundamental del Estado, pero al mismo tiempo cesión. Y se legitima que muchas personas que estuvieron del lado de la dictadura puedan ser políticos normales o normalizados en la democracia. Había incluso una excusa de que en dictadura se podía hacer algunas cosas y en democracia no se podía, como decía Franciso Javier Cuadra. Eso tenía una lógica para ellos porque la dictadura había sido como un remedio para que Chile se rectificase y luego viniera la democracia”.

portada cronica de la transición

Boinazo y Enlace

“Creo que efectivamente el tema del Boinazo, lo desencadena lo familiar, pero era el tema que ya empezaban a pasar por los tribunales muchos militares. Esto fue una excusa o un detonante de los problemas que sentía el Ejército y toda las FF.AA., de que lo que ellos creían, o tenían casi seguridad, que con un año del gobierno de Aylwin se terminaba el cuento y ya borrón y cuenta nueva. Y cuando ven que ya no tiene éxito, ellos comienzan a tener mucho miedo, desde el Ejercicio de Enlace en adelante. Ven que las cosas no van tan finas. Cuando presionan a Pinochet que se salga, después que dijo ‘qué economía más grande’, si lograban eso los partidos podían salir al mundo. Pero no. Por eso Enrique Correa no salía, no se atrevían a salir porque les decían que después de todo lo contado afuera, resulta que ahora recibes con abrazos y os haceis una fotografía con él. Estaban muy humillados. Además Lucía Hiriat aparece como caricatura. Hizo un enorme daño. Se parece a la mujer de Franco. Siendo de familia relativamente burguesa, sin embargo, aparece con una cierta vulgaridad, una cierta ordinariez, tal como sale en el libro de Alejandra Matus”.

La no respuesta de Agustín Edwards

“Es efectivo que los dos grandes episodios, no digo que los más importantes, pero los que más determinan el gobierno de Aylwin son efectivamente el 1 de abril de 1991, el asesinato de Guzmán. Y luego cuando nos enteramos el 12 o 13 de septiembre del secuestro de Cristián Edwards. Siempre me acuerdo que nos pidieron a los medios de comunicación que fuéramos delicados porque era Cristián Edwards. Y porque era un secuestro. Y la verdad es que todos cumplimos. Yo seguí todo eso, pero me quedé con la conducta increíble de Agustín Edwards. La indignidad del que tiene poder. Porque después de que fuese recuperado su hijo, entonces una de las presentadoras de TVN, que era muy buena, le pregunta a Agustín Edwards por teléfono: ‘Don Agustín, ¿después de todo lo que ha pasado usted, no tendría una palabra para la gente que tiene a sus hijos o maridos secuestrados desaparecidos y también están sufriendo algo de lo que usted sufrió?’ Era una pregunta esencial, pero que en general los periodistas no hacían de esa manera. Y nada, no dijo nada. Y en cambio a los familiares les preguntaban si habían perdonado, y no tenían idea ni dónde estaban. Hubo además un periodismo, no de malas personas, pero que sí era muy ignorante. No tenían consciencia del drama que habían vivido y es muy fácil caer en eso, porque uno se acostumbra a escuchar y no siente el drama”.

El viejo democratacristiano

“Te diría como perfil de Aylwin es un viejo democratacristiano, que contra lo que se dice tanto, son gente bastante lista. Las más viejas consignas logradas en Europa con la Social Democracia. La verdad es que en ese momento Aylwin era de la vieja escuela DC, con alta sensibilidad social. Que intentaban algo en una sociedad tan injusta como la chilena. Era más ureña, mas beata. Pero era un personaje. La gente lo considera con perfil de traidor por los últimos diálogos con Allende, con el cardenal Silva Henríquez. Yo creo que es demasiado cómodo decir traidor en esas circunstancias. Las presiones por parte y parte eran terribles. Me parece que la manera de ver en el exterior la caída de Allende es demasiado cómoda. Cuando las cosas son muy fáciles de entender, no tienen todos los elementos”.

Las diferencias con Frei

“Frei era muy anticomunista porque era hijo de sus tiempos. De la doctrina social de la Iglesia, que es verdad pero es más un anhelo moral. A él se le puede acusar de idealismo, por querer hacer muchas cosas. A mi Aylwin me parece que es un personaje sin un gran carácter, puede manejarse en momentos complejos pero sin dar una solución genial. El haberse unido a Boeninger es señal de su prudencia. Era amigo de la Concertación, de la unión, del gradualismo, de no ir contra el esquema económico. Y eso hace que no solo Aylwin, si no todas las circunstancias llamaban a ser prudente. Y porque había miedo. Se comenzaba a decir que Allamand era bueno, que Büchi igual hizo cosas. Creo que hay por parte de Aylwin un personaje que es capaz de encontrar soluciones puntuales. Por ejemplo, lo que hace el último día de su gobierno, de amnistiar a varios de los presos políticos. Con extrañamiento, pero al fin y al cabo era sacarlos de la cárcel. Esos son los detalles de Aylwin que es cuando aparece el Andrés Aylwin que lleva dentro. Ahí está su hermano, que también funciona en él. Eso tiene un mérito. Firmar eso. Aylwin al final reconcilió a la DC consigo mismo. Tuvo éxito, entre comillas. Todavía se habla del mal gobierno de Frei, de Lagos, el primero de Bachelet y creo que Aylwin es el que queda mejor. Es mi percepción, dentro de lo que eran la Concertación. Es el apacigüador en ese momento, aunque eso es a costa de elementos social y políticamente bien discutibles. Por ejemplo, de los sindicatos y todos los grupos organizados. O sea, los políticos no quieren que molesten. Y eso se quedó”.

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