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Opinión

22 de Junio de 2016

Bruno Vidal: El principio de autoridad se fue a las pailas y no hay palabra que valga en el mando de la nación

Es triste decirlo pero una vez más somos los mismos chilenos aniquilándonos con querellas intestinas, sin pies ni cabeza. Campea la sorna, la estupidez, el vejamen despiadado

Bruno Vidal
Bruno Vidal
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la moneda a11

El desarreglo de la vida institucional –patentizándose en los últimos años y hoy quedando a las claras en forma grosera– nos está llevando a consecuencias desastrosas. Para qué enumerar los síntomas de la podredumbre moral y política, son de sobra conocidos, demasiado públicos y notorios (la desintegración de la familia es total), de ahí el estado de alarma que suscitan. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que estamos farreándonos una vez más la democracia y sus instituciones, y que nadie se salva en el empeño de echarlas abajo. Todos los actores en juego tienen su tejado de vidrio, todos están interdictos y bajo sospecha. Como diría una pituca de viejo cuño, “es un espectáculo atroz”, o como diría una iñora deslenguada del bajo pueblo, “a estos jetones se les pasó la mano con el choreo”.

Vivimos un descalabro que horada el bien común en sus cimientos. El principio de autoridad se fue a las pailas y no hay palabra que valga. La cháchara cínica es el tono predominante, habla el fraile, habla el militar, habla el político, habla el activista… pero con qué ropa, con qué validez argumentativa, con qué moral. La cadena de mando falla en todos los niveles, no hablemos de conducto regular, la noción de jerarquía se ha devaluado al extremo. Y esa redundancia grotesca de buscar el maná en el pasado reciente de la época autoritaria es muy lamentable y vamos exhumando cadáveres con el solo objeto de justificar lo injustificable, puras movidas para sacarse los pillos, ya tocamos fondo, ya la convivencia se ha hecho insostenible, y a los delincuentes qué les han dicho, actúan desembozadamente, y los vecinos nos agarran pal leseo, especialmente el caudillo nefasto de Evo Morales y no somos capaces de pararle el carro.

Es triste decirlo pero una vez más somos los mismos chilenos aniquilándonos con querellas intestinas, sin pies ni cabeza. Campea la sorna, la estupidez, el vejamen despiadado, nos estamos sacando los ojos nosotros mismos. La falta de profesionalismo es brutal, los límites de la imprudencia temeraria ya no se pueden medir. Estamos perjudicándonos, en lugar de tirar todos para el mismo lado nos desquiciamos en reveses y en autogoles, la idea es fregar la convivencia, hacen nata las catervas y las mafias, cada uno se siente con el derecho de echar la foca y el arte comprometido brilla por su ausencia.

La Presidencia de la República ha quedado totalmente desguarnecida. El movimiento social vale callampa, pura perorata, hemos perdido el norte, entonces más huemul, entonces más cóndor, ni lo uno ni lo otro, puros pericotes y ratas de la peor especie, la patria está atacada por parásitos, por canallas, impera la prepotencia, la falta de solidaridad, escasea la unidad patriótica. Por fortuna el marxismo está de capa caída, si no estaría felizcote echándole leña al fuego, pero los lotes de la androginia poli perversa mueven los palillos y afloran los cahuines, las histerias populistas y las pachotadas. La serpiente pone sus huevos y como es pilla y dolosa y atrevida no los pone todos en la misma canasta. La pus repelente y la corrupción son las notas altas y por desgracia los institutos armados no están dispuestos ni siquiera a un ruido rasca de sables, los altos mandos están en entredicho y eso es muy peligroso. Las condiciones objetivas y subjetivas para dar un golpe de Estado saltan a la vista y vaya uno a decirles a los uniformados pónganse las pilas, se matarían de la risa y es harto probable que el oficial de guardia te diga sin miramientos: ándate a la mierda facho exagerado.

Chile: directo al precipicio, a la destrucción de sus instituciones. A las clases dominantes no les cae la teja, la pequeña burguesía como nunca mostrando la hilacha y al cateo de la laucha y el proletariado a la siga de los petimetres de la pasarela cultural progresista. En esas condiciones el llamado a reformar la Constitución es de una ridiculez soberana. Chile se nos va de las manos. Y lo más desgraciado y patológico: nadie quiere de verdad tomar el toro por las astas y salvar la situación, recuperar la mesura y el talante verdaderamente democrático. Y lo doloroso y pareciera irremediable: faltan hombres hechos y derechos al mando de la nación, escasean los taitas en los diversos oficios, gallos de pelea que den guaraca al que quiera salirse de madre y del buen camino. Pero no se diga que no hubo uno de la patria que llamó la atención. ¡No, señor!

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