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Poder

2 de Octubre de 2016

Carlos Peña aborda polémica por libro de sexualidad: “Las quejas están equivocadas”

El columnista más influyente del país reflexionó sobre los límites entre la política y Estado y entregó su apoyo a la iniciativa de la Municipalidad de Santiago.

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peña

El columnista Carlos Peña, este domingo en su espacio en El Mercurio, abordó la polémica provocada por el libro sobre educación sexual para adolescentes publicado por la Municipalidad de Santiago. Para el abogado, esta problemática “permite volver, una vez más, sobre el tema de los límites del Estado frente a la familia”.

“A primera vista, el libro transgrede esos límites y se inmiscuye, sin derecho alguno, en una esfera que debiera estar protegida: el derecho de las familias y los padres a formar a sus hijos. Uno de los aspectos claves de la subjetividad humana lo constituye la sexualidad, cómo se la concibe y cómo se la vive, qué formas de comportamiento han de tenerse por normales y cuáles no, qué tipo de sexualidad es parte de una vida plenamente vivida y cuál, de una vida malgastada. El libro editado por la Municipalidad de Santiago invadiría esa esfera protegida al hacer equivalentes, sin emitir juicio de valor alguno, todas las formas de sexualidad. Reducida a una actividad corporal, exploratoria o gimnástica, el libro contribuiría a que los jóvenes vieran todas las formas de sexualidad como equivalentes, ninguna mejor que otra. De esta manera, el libro invadiría el derecho de los padres a enseñar a sus hijos en qué consiste una vida bien vivida” introduce y sostiene que eso fue lo que quisieron decir Ossandón y Kast cuando criticaron la iniciativa de Carolina Tohá.

Sin embargo, para Peña esas quejas están equivocadas y argumenta las razones porque no se están traspasando los límites entre Estado y familia.

“Desde luego, y como es obvio, sería harto más invasivo del derecho de las familias a formar a sus hijos si el libro de la Municipalidad de Santiago hubiera optado por establecer que hay un solo tipo o forma de sexualidad moralmente correcta a la que los jóvenes debieran plegarse. Si el libro hubiera enseñado a los jóvenes que su modelo debe ser José y el de las niñas, María; que la castidad es virtuosa (y el matrimonio un simple remedio a la concupiscencia); que la heterosexualidad es la única acorde con la naturaleza humana (y las otras formas de sexualidad, manifestaciones inferiores o degradadas), ahí sí que la municipalidad se habría estado inmiscuyendo en lo que no le corresponde, suplantando a los padres en el tipo de vida que quieren enseñar a sus hijos”, sostiene.

Para luego aclarar que “la municipalidad recoge las dudas que los adolescentes plantean y las responde con ánimo descriptivo, sin pronunciarse respecto de cuál de esas conductas debe ser seguida y cuál evitada, en vez de estarse inmiscuyendo en la vida familiar, está dando la oportunidad a que sean los padres quienes se ocupen de la esfera de la afectividad y la vida bien vivida. Es decir, el texto auspiciado por la municipalidad, en vez de invadir la vida familiar y suplantar a los padres, estimula su tarea por la vía de entregar información veraz, que es la única que permite plantear preguntas morales, de esas que los padres deben ayudar a responder a sus hijos. Solo una vez que los padres recuerdan, y los hijos se enteran, que la sexualidad es plástica y puede ser ejercitada de múltiples formas, adquiere sentido la pregunta moral relativa a cuál de ellas debe ser seguida”.

El rector de la Universidad Diego Portales cree que “en esas quejas (y en otras como las que se plantean en temas como el aborto) lo que hay es una mala comprensión acerca de la manera en que las sociedades modernas y democráticas conciben las relaciones sociales”.

“Al liberar a las personas del deber simbólico de someterse a otros, las pone en la necesidad de elegir. Por eso, y al revés de lo que Kast u Ossandón temen, en vez de empujar a los jóvenes a considerarlo todo como equivalente, el libro de la municipalidad, al hacer explícita la variedad de conductas sexuales que a los jóvenes intriga, brinda la oportunidad, desde luego a las familias, para enseñar a los jóvenes a discernir el sentido de la sexualidad. Se dirá que las familias podrán no estar preparadas para hacerlo; pero ¿acaso la queja no consistía en que el Estado se inmiscuía en los deberes familiares? ¿Se preferiría acaso entregar la tarea a la Iglesia Católica o a la simple costumbre o, lo que es peor, al silencio?”, advierte Peña

Por último, concluye que “la entrega de información parece peligrosa; pero no lo es. Revela la necesidad de enseñar a ejercitar la libertad y a elegir. Solo quien crea que el guión de la vida ya está escrito -y que es cosa de aprenderlo- puede espantarse porque se entrega información que obliga y ayuda a discernir”.

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