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Opinión

16 de Enero de 2017

Adelanto de “La Noche del Mundo” del escritor argentino Alejandro Modarelli: “A la gran Pedro Lemebel”

Este texto forma parte de “La Noche del Mundo”, último libro de Modarelli publicado por Editorial Mansalva que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile el jueves 19 de enero de 2017 a las 19:00 hrs en tributo a Pedro Lemebel en el segundo aniversario de su fallecimiento ocurrido el 23 de enero de 2015.

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“Pedro está aferrado a la vida como a una pija inagotable”, decíamos en diciembre último. La loca no se entregaba, aunque se le escapara toda la sangre por la garganta. Su lecho final era una apuesta gótica, de Yegua del Apocalipsis. Pero ahora no se debatía contra el Estado de sitio sino contra las órdenes de la Parca: “Ni la dictadura ni el SIDA me mataron, y ahora me lleva este maldito cáncer”…

El gran orfebre de la literatura trola latinoamericana se iba. La doña de población. La cola ocurrente del mercado popular de la Vega y la Pérgola de las Flores. Pero también el activista rojo, porque en Chile no hay roto proletario que no se sienta, o que no se haya sentido, rojo. Ni marica roja que no haya lamentado una vez que los camaradas la dejasen olvidada, maltratada o escondida en el furgón de la historia.

Se iba la vecina de la feria que interpelaba de tú a tú a los cuicos del barrio alto, pero también la comunista que retaba a los custodios de la moral revolucionaria. La que daba consejos de compras a las mujeres, mientras seducía de soslayo al puestero. Vean cómo se lo lleva al tipo al zaguán, y cómo así se lleva, también, a la izquierda. Cómo les lame el cuerpo… Es una serpiente de mil recursos la Petra, ¡mediante qué gozos provoca la pequeña muerte de su presa! ¡Cómo vuelve deseoso el cataclismo! Es la metamorfosis propia del barroco, créanme. Cambia la Petra de piel, batallan ahí los sexos, no hay ya paisaje diáfano frente a ese fetiche. Nadie queda indiferente delante del artista. Tampoco la revolución.

La Lamebien supo trazar metáforas, incluso mientras en diciembre se subía a la misteriosa barca, tan de mala gana, resistiendo la partida. Fui testigo de ese esplendente ocaso del gran artista visual y escritor. Una agonía que era a la vez traumática a lo Frida Kahlo y cómica a lo Chaplin, qué otra cosa con él. “¿No es cierto que vas a escribir sobre esto, Morda?”, me preguntó. Y de a poco voy cumpliendo.

Mírenla en su silla de ruedas, fugándose con nosotras del encierro hospitalario. Faraona del Zanjón de la Aguada en un Nilo delirante. Ordenándonos robar una rosa de un jardín paquete de Providencia, que apretaba después entre los dientes, con todas sus espinas: ahí tengo la foto. Una rosa sujeta contra el pecho en la cama, como si se tratase de la amiga Gladys Marín, la pasionaria de Chile, convertida ella misma en rosa en el dibujo de Balmes, que Pedro tenía colgado en la casa.

Reíamos esa tarde noche, decíamos obscenidades. En el cuarto de la clínica del cáncer Arturo López Pérez hablábamos del bulto del kinesiólogo y de las maricas mostaceras. El juego con el significante mostaza forma parte del glosario de las locas, imagínense porqué.

La morfina que reclamaba a cada rato le traía fantasmas de ciudades. “¿Estamos en Buenos Aires?”. No, prima, no estás… A pesar de saber cuánto la amás, no estás en Buenos Aires. Quizá sea este cielo de plomo, esta niebla rioplatense en pleno Santiago. Quizá sea que te quedaron para siempre tatuados en el cuerpo los lunares libertarios de 1984, ¿te acordás? “Me quieren más en la Argentina que acá”, decidiste creer y por supuesto no te contradije. Estabas enojada con las torsiones neoliberales del universo gaycito santiaguino. Tampoco te gustaban los nuevos referentes burgueses de la literatura maricueca trasandina. Ni Simonetti ni tampoco Jaime Parada, que detesta a Víctor Hugo Robles, el Che de los Gays. “Si lo odia al Che, me odia a mí”. Fuiste así de solemne, imperativa… Ojo, que nadie se nombre tu heredero en el universo fruncido de las letras.

Eras la gran trola de la crónica trola latinoamericana. Entre tanta próstata. Te gustaba decir literatura trola, y no gay. Fuiste, te aseguro, mi nodriza literaria. Nos unían aires de familia, me dijiste. Aires de poesía y abyección. Y tuve que despedirte entonces, como a mi madre la devoradora. Con vos se fue otra de mis grandes mujeres, alguien que me parió la porción más sonora y femenina del alma.

Por eso, quiero dar hoy testimonio de tu voz de partera, Pedro Lemebel, musa de mis crónicas putonas. Estrella Mira, que luce cola violeta. Pero diré, con la pluma en la retaguardia, en la retaguardia golosa de Lezama Lima: “Deseosa es la escritora loca que huye de su nodriza literaria”, más cuando una es barroca y de barro, y barrosa queda aunque enjoyada.
Sombra de tu sombra, no abandono tu sombra, hijo de Violeta Lemebel. Aunque abandono, sí, tu mano si ella me retiene. Por más que me sigas de cerca en el camino, tengo que seguir sola la marcha.

A las locas argentinas y a las locas chilenas ni los Andes ni los hielos (fuegos) continentales nos separan. Por eso digo: Déjenles la guerra de huevones a los generales de las dictaduras. Nosotras somos cóndoras de vuelo mariposa, y nuestro cuartel es un cine X de butacas quebradas; la esquina noctámbula donde el chongo malo, pura verga, afila la navaja. Pero la que en verdad provoca en los cuerpos la pequeña muerte -el último goce (ay qué dureza la del chongo, mientras se le almibara la sangre) es nuestra boca de arrabal sexual.

Los milicos verdugos nos llamaron subversivas. Eso es nuestro orgullo. Culo y letra nunca nos faltaron. Si no nos asesinaron más allá de la Panamericana prostibularia, como a las travestis, fuimos las locas violadas por mal deseadas. Trapo de comisarías. Cuello donde hunde el filo el chongo arrepentido, después del despojo. Eso fuimos, y durante años seguimos siéndolo. Los viejos demócratas se olvidaron de incluirnos en el Nunca Más, aunque ahora quieren recitarnos en El Corán de los perdones.

Y si llega ese perdón, como parece venir llegando aunque nunca del todo, no hagamos de nuestros corazones órganos del cuerpo mayoritario ni presas del mercado; que sigan siendo al estilo tuyo, Pedro Lemebel, unos insaciables reos en fuga.

Pero usted tranquila, mi Pedro. Déjese de hacer malabarismos sobre la odiosa barca, y prepárese a bajar. Seguro que en esta orilla que lo recibe crecen racimos de pijas. Como es socialista habrá pijas para todas y para todos. Déjeme una para cuando yo llegue. Y, mientras tanto, aproveche para dormirse un rato, prima. Duérmase de una vez, peligrosa pasión.

* Texto leído por Alejandro Modarelli en un homenaje realizado a Pedro Lemebel en la sede de la Federación Juvenil del Partido Comunista de Argentina, Buenos Aires, 25 de febrero de 2015. El mismo texto forma parte de “La Noche del Mundo”, último libro de Modarelli publicado por Editorial Mansalva que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile el jueves 19 de enero de 2017 a las 19:00 hrs en tributo a Pedro Lemebel en el segundo aniversario de su fallecimiento ocurrido el 23 de enero de 2015.

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