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Nacional

19 de Enero de 2017

De Patricio a Triana: La historia de una transición a otro cuerpo, otro género y otro sexo

Triana (21) es una mujer transgénero. Su órgano reproductor es masculino, pero luce como mujer igualmente. La transición le ha costado una serie de burocracias: más de seis pastillas al día que significan alrededor de $50.000 mensuales, visitas al psiquiatra, psicólogo y endocrino, constante y meticulosa depilación facial, y un sinnúmero de explicaciones a amigos, familia, secretarias, doctores, y más. Por vivir en un cuerpo de hombre, pasó cinco años sin hundirse en una piscina ni en el mar, hasta que le regalaron su primer bikini. Según la parte de la ciencia, lo suyo es una enfermedad, llamada "trastorno de la identidad de género” en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la OMS.

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La familia de Triana (21) clasifica y recicla la basura en un Punto Limpio de su comuna. Ella aprovecha de reunir todas las cajas que acumula al mes en su pieza y luego las junta con el papel y cartón que se amontona en todo su hogar, separado de los plásticos y vidrios. Lo va depositando en un balde debajo de su ventana: decenas de cajas blancas y azules vacías se hacen notar. Son de Primaquín, pastillas que contienen estradiol -hormona femenina-, pues está en medio de un tratamiento de reemplazo hormonal para lucir como mujer, aunque su órgano reproductivo aún sea de hombre.

También consume Espironolactona, que es una especie de inhibidor de testosterona, hormona masculina. El primero, cuesta alrededor de $10.000, y el segundo $990, y los toma desde marzo de 2016 tres veces al día, lo que significa alrededor de tres cajas mensuales. Este mes, comenzó además a consumir progesterona, recetada por su endocrinólogo. La primera vez que llegó a la consulta del médico endocrino Rafael Ríos, él supo de inmediato el motivo de su visita: “Me vio y dijo: ‘Vienes por la terapia hormonal, ¿cierto?’”, cuenta Triana riéndose.

Con los tres fármacos que actualmente absorbe su cuerpo, ha ido cambiando la voz grave a una más suave y aguda. Paulatinamente, le han crecido los senos y los glúteos mientras también van desapareciendo muchas de sus marcas de acné. La piel, pálida y de esas que difícilmente se broncean, se tornó menos áspera y comenzó a liberarse de vellos corporales. También, se acentuaron sus caderas, un poco como las mujeres que bailan danza árabe. Triana ya luce como mujer, aunque aún tenga pene y testículos y mantenga su nombre de nacimiento en el carnet de identidad. Y se siente cómoda, a diferencia de todos los años que, dice, vivió incómoda bajo ropa y aspecto de hombre y llamándose Patricio, su nombre asignado al nacer.

Triana es transgénero, pues no se identifica con el género de nacimiento. Aún tiene sus órganos sexuales masculinos, y si se operara, por ejemplo con una vaginoplastía, se hablaría de un caso de cambio de sexo. Con esto último podría, si desea y las circunstancias lo permiten, cambiar la “M” de masculino que aparece en su carnet, por una “F” de femenino. Cuenta que fue en segundo medio cuando comenzó a averiguar e investigar en internet lo que le pasaba, y descubrió que tenía un nombre. Antes de eso conocía la palabra transgénero, pero creía que era lo mismo que travesti, es decir, que solamente podía vestirse de mujer. “Pensaba que todos los hombres que se feminizaban mucho pasaban a ser travestis, pero yo no me identifico para nada con eso, entonces pensaba que no tenía más salida que ser un hombre triste que no encajaba”, cuenta.

Más que “decidir” que quería verse como una mujer, relata que tras familiarizarse con la palabra transgénero a través de internet pensó que, en realidad, quizás siempre fue mujer. Dice que conceptualizar su incomodidad con cuerpo de hombre fue la clave: “No lo había puesto en palabras. Comencé a leer historias y me sentía muy identificada. Después leí todas las cosas que se podían hacer (se refiere a los tratamientos) y pensaba: ‘Sería tan feliz haciendo esto‘”.

No se proyectaba como un hombre adulto. “Lo encontraba demasiado incómodo, me imaginaba un futuro triste. No me veía floreciendo como persona”, recuerda. En concreto, se refiere a que no lograba concebir un futuro en que lo trataran de “señor” o en que estuviese bajo la anatomía de un hombre.

Entre segundo y cuarto medio -año 2011 a 2013- solo leyó sobre personas transgénero. Buscaba y se empapaba de saber qué era y cómo podía cambiar su apariencia, mientras daba rienda suelta a sus primeros cambios de transición al cuerpo femenino: dejó crecer su pelo claro y, usando una pinza depilatoria, no dejaba que ningún pelo de barba se asomara por su cara. También comenzó a usar pantalones un poco más ajustados, y poleras de estilo unisex.

Pero no fue hasta 2016 que decidió iniciar el tratamiento para aumentar sus hormonas femeninas y disminuir las masculinas, vestirse abiertamente como mujer -comenzó a usar panties y compró unas calzas plateadas-, y a maquillarse de vez en cuando. Ya desde antes sus amigos cercanos, padres y su hermano sabían sobre su intención e identificación con las transgéneras. “Mis papás al principio se espantaron, pero no porque creyeran que estaba mal, si no que les daba miedo mi futuro”. Luego, por septiembre de ese año, le contó al resto de su familia. Recuerda que les costó acostumbrarse a verla como mujer, pero que ya se ha normalizado todo e incluso le dicen Triana y no Patricio. Esta navidad, de hecho, su abuela materna le regaló aros colgantes. “Éramos cinco nietos. Cuando mi mamá le contó de mi tránsito ella misma lo dijo: ‘Y bueno, ahora tengo una nieta al fin‘”, cuenta Triana.

La segunda semana de enero de 2017, su mamá le regaló el sostén de un bikini que ya no usaba. Con esta nueva prenda, Triana volvió a bañarse en una piscina este sábado 14 pasado, como no lo hacía desde 2011. Como aún tiene pene y testículos, ella prefiere usar shorts de traje de baño con flores moradas. “Me sentía rara en traje de baño de hombre, como en pelota”, explica, como si una mujer pudorosa se tuviese que bañar sin sostén en la playa.

Enfermedad y burocracia
Sus próximos planes son conseguir el cambio de nombre y sexo legal en su carnet de identidad, lo que ya comenzó a tramitar en septiembre pasado. Debe presentar dos testigos que declaren que le dicen Triana y no Patricio, y que lo consideran mujer y no hombre. “Como que se entiende que si te valida alguien más, entonces tu identidad es de verdad”, dice.

Para intentar cambiar el sexo de nacimiento que aparece en la cédula, debe someterse a una vaginoplastía por inversión penneana, es decir, invertir su pene y escroto con el fin de formar un órgano sexual similar al femenino, además de sacarse los testículos.El 28 de febrero de 2017 tiene agendada una hora en Concepción con un cirujano que realiza este tipo de operaciones, e irá junto a sus padres, quienes ya le indicaron su disposición a financiar los $6 millones que cuesta en una clínica privada. Dependiendo de la isapre, podría bajar el monto. Según Triana, solo en esa ciudad y en Viña del Mar realizan tal procedimiento.

La incomodidad de estar en un cuerpo que no siente suyo, de tener gustos e interés sobre cosas que son convencionalmente vistas como femeninas, se conoce como “trastorno de la identidad de género” en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la OMS, y el sistema de salud chileno utiliza las clasificaciones de ese documento (ver capítulo sobre trastornos mentales y del comportamiento). Es decir, la inconformidad de Triana es, en términos duros del manual mencionado, una enfermedad mental.

Por lo anterior, cuando quiso iniciar el tratamiento de reemplazo hormonal para lucir como mujer, el endocrinólogo primero debía contar con un certificado psicológico y psiquiátrico que certificara que ella padece una patología mental. Con ese papel en mano, en marzo de 2016 el doctor Rafael Ríos ya estaba facultado para recetarle las pastillas correspondientes. El endocrinólogo explica que, desde su posición de médico, que se catalogue como enfermedad permite controlar al paciente y darle cobertura.“Ahora, no estoy de acuerdo a esquematizarlo como enfermedad porque a la larga no tenemos claro por qué ocurre”, dice.

Triana se asesoró y orientó con la asociación Organizando Trans Diversidades (OTD), creada en enero de 2015 con el fin de defender y promocionar los derechos humanos de hombres, mujeres, niños y niñas trans. Su presidente, Michel Riquelme (32), explica que casos como los de Triana hacen urgente una Ley de Identidad de Género, que actualmente se encuentra en plena tramitación en el congreso.

Crédito: OTD

Jóvenes mayores de edad como Triana pueden de alguna u otra manera ingerir hormonas del sexo opuesto, cambiar su apariencia y transformarse a  un género distinto del que se le asignó al nacer. También pueden tramitar el cambio de nombre -mediante la Ley de Cambio de Nombre- y de sexo legal, siempre y cuando encuentren a un endocrinólogo y cirujano dispuesto a hacerlo, y a un juez civil que apruebe los cambios en el carnet de identidad. Pero desde OTD abogan por una ley que imponga menos trabas, que deje de diagnosticar una enfermedad en el deseo y necesidad de cambiar de género y/o sexo y que se extienda a niños y niñas menores de 18. Sin embargo, este miércoles 18 de enero la Comisión de Derechos Humanos del Senado los dejó fuera de la eventual normativa.

“Aspiramos a un modelo como el argentino, donde una persona que quiere cambiar su nombre y sexo va al Registro Civil, llena un formulario y en tres meses máximo le entregan su nuevo carnet de identidad”, explica Riquelme. Dice que para el caso del cambio de género, donde se requiere el tratamiento hormonal, debería ser solamente una visita al endocrinólogo donde éste haga firmar un consentimiento informado, eliminando el proceso de visita al psicólogo y psiquiatra, quienes certifican que padecen la enfermedad mental de “trastorno de identidad de género”. Con una Ley de Identidad de Género que no los patologice, explican, se comenzaría a evitar situaciones de discriminación y bullying transfóbico.

Franco Fuica, vicepresidente de OTD menciona otro aspecto de la burocracia que deben seguir en el caso de querer cambiar su órgano sexual. Por ejemplo, si Triana desea realizarse una vaginoplastía por inversión penneana y luego, ya sin pene, se dirige a un juez civil para cambiar el sexo que aparece en la cédula de identidad, tendrá que someterse a las pericias de sexología forense del Servicio Médico Legal para transexuales e intersex. Según testimonios recopilados por The Clinic en diciembre de 2016, dichos exámenes implican preguntas sobre fantasías sexuales, masturbación y tipo de pornografía que prefiere el o la paciente. Cuenta que se les miden los genitales, a veces fotografían, y entre otros procedimientos que catalogan de intimidantes y tortuosos. “Nadie fiscaliza qué pregunta ese psiquiatra”, comenta Fuica.

Frente a esto último, el SML asegura que desde 2012 manejan un protocolo para las pericias a personas transexuales e intersex que elaboraron junto a miembros de la sociedad civil y con representantes de OTD. Éste, se realiza con orden de un juez: “Para rectificar la partida de su nacimiento en el Registro Civil, respecto del nombre, sexo o ambos”, dicen en una misiva enviada a The Clinic Online. También indican que todos los resultados están sujetos a la Ley de Protección de Datos de Carácter Personal N° 19.628, y en qué consiste el peritaje: “Un reconocimiento y examen físico, que se realiza siempre en cumplimiento de la orden judicial indicada. Tiene por objeto orientar sobre el aspecto masculino o femenino que presenta la persona examinada, mediante la evaluación de los caracteres sexuales primarios y secundarios. También se evalúan los antecedentes médicos de la persona, con especial referencia a posibles operaciones de re adecuación corporal y uso de tratamientos hormonales”. Agregan que se requiere documentar con imágenes, pero que la persona puede negarse.

Triana espera no tener que someterse a ese examen cuando pueda operarse y cambiar de sexo. No quiere desnudarse frente a un desconocido, ni ser validada por una tercera persona. No sabe cuándo será sometida a la intervención y por ahora el plan más próximo que tiene en mente es volver a estrenar el bikini en febrero de 2017 cuando viaje a Tongoy.  Será una experiencia nueva: la última vez que tocó el mar fue en 2011 y solo sumergió sus pies.

*Triana solicitó no ser identificada bajo su nombre legal, por lo que Patricio se ha inventado para efectos de este registro.

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