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Opinión

19 de Marzo de 2017

Columna de Benjamín Galemiri: Nicole Kidman y yo

Hizo la posición “La Ronda”, luego “El Deleite” y como tenía bíceps, practicó la potente postura “En tus brazos”, a continuación pasó a la maliciosa, aunque demasiado excitante, “Amazona” y siguió como una fiera pantera con “El Trapecio”. “¿Quieres hacer el ‘Cara a Cara’?”, dijo en un momento de éxtasis. Esa posición no la conocía, en verdad no conocía casi ninguna y pensé que iba a desmayarme por el poderío sexual de ella.

Benjamín Galemiri
Benjamín Galemiri
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“Bueno Galemiri, así que quieres hacer una película aquí en París?” Me preguntó cariñoso mi gran amigo judío argentino francés Joshua. “Es lo que más quiero”, le dije. “No pudiste haber caído en el mejor lugar. Resulta que soy muy amigo del director del Centro de Cinematografía en París, Jean-Claude Allegret y pasará un rato por casa en una hora más, supongo. Él es el hombre ‘ábrete sésamo’ que consigue abrir todas las puertas en el mundo del cine francés”, me anunció entusiasmado. “¿De qué trata tu película Galemiri?”, preguntó la mujer de mi amigo que estaba esa noche con nosotros. “Esto de hacer cine no es un chiste para latinoamericanos que andan patéticamente detrás de los premios de los festivales”, comentó seria. Me inhibió un poco su comentario, pero arremetí. “Es una visión nueva, ambientada en el siglo XXI, del mito de la chute (como dicen los franceses a ‘la caída’, o el momento en que el Todopoderoso expulsa a Adán y Eva fuera del Jardín del Edén)”. “Es una gran idea, leí el guión y me reí mucho. Tiene un trasfondo erótico y político descomunal. De hecho Adán y Eva se transforman en terroristas parisinos”, explicó Joshua con entusiasmo. “Eso suena mejor, no debes ser tan controlado porque así no convencerás a Jean-Claude Allegret”, dijo ella, y justamente en ese momento llegaba Jean Claude.

Me miró como un policía que investiga a un posible terrorista. Venía muy borracho y de mal humor. No era un buen momento para contar mi proyecto, mañana estaría borrado y no se acordaría de nada. Bueno, ¡qué importa! Mejor. Mi proyecto parece ser una mierda, pensé. De pronto Jean-Claude dijo, “Leí tu guión y debo decirte que es magnífico. Mira, vamos a hacer inmediatamente un contrato en esta servilleta y la firmamos”. Joshua sonreía, “Hizo lo mismo con Godard y cumplió su promesa”, dijo. “La filmaremos en la primavera parisina, pero con una sola condición”. “¿Cuál?”, pregunté preocupado. “Que la protagonista sea Nicole Kidman”.

Sentí un mareo casi incontrolable y atiné a decir: “C´est magnifique”. Jean Claude se tomó otro pisco sour Catedral y luego otro, como si nada. “Nicole ya está enterada, adoró el guión. Estará mañana a las 12 horas en el Café Zimmer esperándote para charlar un poco”, dijo. “¿Ella está en Paris?” pregunté muy hot. “SÍ, precisamente está filmando una película con Jean-Luc Godard”. Estaba noqueado. Mañana me iba a encontrar con esa diosa de la gran puta. Cuántas veces me masturbé pensando en ella.

Entré al hermoso Café Zimmer, ella estaba sentada con las sabrosísimas piernas descruzadas, hermosas y deseables. Cuando la tuve frente a frente, temblaba, mis manos no conseguían calmarse. Era extremadamente bella, mucho más que en las fotografías y en las películas. Me invitó a sentar, mientras se entretenía observándome, inspeccionándome. “Leí tu guión en el avión y luego lo volví a leer, no podía creer lo bueno que era. Pero háblame tú”, dijo. Traté de recomponerme y le dije algo que quizás sonaba demasiado modesto, pero ella apreció lo genuino que era: “ Es un filme en la que Eva cambia el mundo de los hombres que la rodean, se hace terrorista y roba en el Louvre la Mona Lisa a punta de disparos”. “Sí, es un guión muy ingenioso, cómico, y genuino. ¿Quién hará de Adán?”, preguntó. En ese momento me cargué de energía y potencia y muy al estilo del mundo francés, le dije: “¿A quién te gustaría a ti? Ella sonrió esplendorosamente mientras volvía a descruzar las piernas”.

En ese momento tenía una erección incontrolable, tanto que puse mis manos en mi marrueco para tapar este desaguisado miembro viril. Estaba como un adolescente que no puede controlar sus hormonas. “Ahora ven conmigo a caminar”, me dijo. Recorrimos París hasta el anochecer y terminamos en su hotel. Se desnudó y se echó a reír amorosamente. Me dejé llevar por ella, la reina del sexo. Desnuda era muy excitante, como un gran viaje hacia el placer infinito, aunque ella fue tierna, muy tierna. Hizo la posición “La Ronda”, luego “El Deleite” y como tenía bíceps, practicó la potente postura “En tus brazos”, a continuación pasó a la maliciosa, aunque demasiado excitante, “Amazona” y siguió como una fiera pantera con “El Trapecio”. “¿Quieres hacer el ‘Cara a Cara’?”, dijo en un momento de éxtasis. Esa posición no la conocía, en verdad no conocía casi ninguna y pensé que iba a desmayarme por el poderío sexual de ella. A continuación, descansó un rato teniendo mi pene entre sus manos y me masturbó como Cleopatra lo hacía, luego me hizo un prolongado y delicioso fellatio. Seguido a lo anterior, se lanzó como una leona furiosa y hot, me agarró entre sus brazos y me hizo una posición desquiciante y llena de erotismo, “El Sometido”, que era como la parábola de lo que ella estaba haciendo conmigo, y finalmente terminó con la impresionante “Furor Salvaje”. Cuando terminamos me dijo: “Sabes que estoy casada con Keith Urban. Lo quiero mucho. Así es que tú no abres la boca. Mañana me voy a Nueva York, pero seguiremos en contacto por Skype”.

Volví en el vuelo non stop a Santiago de Chile de Air France con mi pene tan erecto, que comencé a creer que tenía priapismo. Cuando me levantaba para ir al baño, sacaba unas fotos de Nicole, y me masturbaba mirándola. Pero mi amiguito pene no podía controlarse y seguía erguido. Me levanté al menos 40 veces durante el viaje, las azafatas gritaban: “¡Salga ya!”. Y yo seguía en mi faena. Cuando volví a Chile, por las noches me comunicaba con ella, y nos masturbábamos frente a la pantalla de Skype.

Un tiempo después, hicimos mi película en París que ganó la Palma de Oro en Cannes a la mejor película, al mejor guión, y a la mejor actriz. Nicole Kidman estaba sencillamente genial. Naturalmente el productor general, que era el que ponía la plata, puso a Clive Owen, gran actor, al que no dudo Nicole le hacía el amor como lo hacía conmigo. Seguramente echaba de menos los penes largos y gruesos y a hombres que llevaran la iniciativa. Ella se despidió de mí con una frialdad que me apenó .

Con la Palma de Oro en Cannes todas las puertas se abrieron para mí, y firmé un contrato con los hermanos Weinstein para hacer cuatro películas. Vuelvo a mi casa, abrazo a mi esposa y a mis hijos, pero en la noche, vuelvo a encender el Skype. Nicole no me responde. Una vez apareció un mensaje en el aparato que decía: la conversación con su amiga Nicole está bloqueada y lo ha sacado de la red.

Durante un año intenté comunicarme con ella. Me había sacado de su vida, igual como le debe haber hecho a muchos hombres. Volví a ser un sudamericano bajito, con cierto talento, pero despechado.

Entonces, como todas las noches santiaguinas, con una botella de Bourbon, me encierro en el baño y me masturbo mirando otras fotos de la muy deseable Nicole Kidman. Nunca más volví a hablar con ella. Keith Urban la perdonó y Nicole siguió con su carrera, como si no hubiese pasado nada. Todo volvió a ordenarse. Sucedió entonces una cosa a mi favor: aunque la deseaba mucho, nunca me enamoré de ella. Dios es bueno, pensé resignado.

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