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10 de Septiembre de 2017

El caballo más famoso del mundo está en Chile: California Chrome, el semental

Su historia es como el sueño americano. Nació de una cruza que costó US$ 2.500 y hoy vale más de US$ 40 millones. Tiene seis años de edad y durante los cuatro que corrió, acumuló casi US$ 15 millones en premios. Ganó el Kentucky Derby, la Dubai World Cup, y estuvo a punto de conseguir la Triple Corona Americana. Desde enero de este año, sin embargo, vive para procrear. En mayo pasado terminó su primera temporada de monta en Estados Unidos, y ahora está en Chile para preñar a 150 yeguas purasangre de Latinoamérica. Su misión: mejorar la raza.

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Cuando el presentador anunció a California Chrome, las más de 200 mil personas que estaban en el hipódromo Churchill Downs se fundieron en un griterío. Aquel 3 de mayo de 2014, todos estaban allí para verlo a él. Llevaba cinco carreras invicto y era el favorito del público para quedarse con la 140 edición del Kentucky Derby, la carrera más prestigiosa del mundo, y la primera de las tres que componen la Triple Corona Americana.

“Chroumi, chroumi…”, le gritaban sus seguidores mientras lo aplaudían. El caballo parecía entenderlos. Levantaba su robusto cuello, se paraba con una pata adelante, inflaba los bíceps, y miraba al horizonte. Se quedaba inmóvil frente a las cámaras hasta que los flashes dejaban de sonar. “Él hacía un show”, recuerda Víctor Espinoza, el jinete de origen mexicano que aquella tarde lo montaba.

California Chrome aún no salía a la pista y todo el mundo ya hablaba de él. A algunos, sin embargo, su favoritismo les caía mal. Entre ellos, un par de criadores de Kentucky, uno de los lugares donde se cultivan las mejores genéticas, que desconfiaban de su pedigree. En un mercado donde hay ejemplares que se transan en más de US$ 70 millones, California Chrome era apenas un sueño: su madre había costado US$ 8 mil y la cruza con su padre otros US$ 2.500 más.

Era prácticamente imposible que un caballo de US$ 10 mil pudiese ganar la carrera más importante del mundo. Menos aún viniendo de California, un estado que pocas veces había presentado un ejemplar sobresaliente. A Víctor Espinoza eso no le importaba. Para entonces llevaba cinco carreras en primer lugar y estaba seguro que ésta sería su consagración.

El caballo entró al partidor número 5, desde donde sólo dos jinetes habían logrado ganar el Derby en toda su historia. Corrió apenas se abrieron las puertas. Llevaba los colores verde y morado. Tiraba como una locomotora. Cien, trecientos, quinientos, mil metros… y California conservaba el ritmo. Se mantuvo tercero durante gran parte de la competencia, hasta que entró en tierra derecha. Víctor tenía una técnica para esos últimos 500 metros. Cuando todos le daban al animal con la fusta, él lo dejaba correr. Luego, cerca de la meta, le propinaba pequeños azotes para mantener la ventaja. Espinoza recuerda el momento exacto en que California Chrome atropelló a sus rivales: “le solté las riendas y corrió tan rápido que los otros no pudieron seguirlo. Para cuando quisieron hacerlo, el caballo ya había terminado la carrera. Les sacó tres cuerpos en pocos segundos”, dice.

California Chrome ganó US$ 1,4 millones. Para Espinoza ese fue su segundo Kentucky Derby, luego de haberlo conseguido en el 2002. Ambos -animal y jinete- se habían convertido en aspirantes a la Triple Corona Americana.

EL SUEÑO DE CALIFORNIA

Hay un concepto que la gente ligada a la hípica repite sin pausa: la idea de que todo esto gira en torno a los sueños. En Estados Unidos nacen 25 mil caballos al año y cada criador sueña algún día con ganar el Kentucky Derby y luego la Triple Corona. Algunos invierten millones de dólares y a veces sus ejemplares ni siquiera logran salir a la pista. Otros, apenas diez mil y lo ganan todo.

Ese fue el sueño de Perry Martin y Steve Coburn, dos aficionados a los caballos que en el 2010 cruzaron a la yegua Love The Chase con Lucky Pulpit, y el 18 de febrero de 2011 se convirtieron en dueños de un potrillo llamado California Chrome. Crearon una sociedad en la cual Martin tenía el 70% y Coburn el 30%, y bautizaron a su emprendimiento como DAP Racing. Aunque había costado muy poco dinero, el animal era una apuesta. En su pedigree había lo mejor de las familias americanas y europeas, al punto que su madre era descendiente de varios próceres de la hípica, que se remontaban incluso a la década del 60: hija de Not For Love, campeón y ganador de las estadísticas de Maryland por 12 años consecutivos; nieta de Dance Number, ganadora de carreras grupo uno y madre de varios padrillos (sementales) campeones; y bisnieta de Numbered Account, campeona de EEUU durante tres años , apodada la “Reina de madres”, y una de las yeguas más influyentes de la hípica mundial.

California Chrome comenzó a desplegar su memoria genética con rapidez. Al año se había convertido en un potro con muy buenas condiciones físicas, pero cuando le tocó salir a la pista casi no rendía. Perdió las primeras carreras y luego ganó una. Fue entonces que Víctor Espinoza lo montó. “El caballo siempre ha sido bueno, pero no lo estaban corriendo bien, no lo dejaban mostrar su potencial”, recuerda.

El jockey cuenta que ambos tuvieron una buena relación desde el comienzo. Dice que es difícil de explicar esa química que se da cuando un caballo encuentra a su jinete, y viceversa, pero que básicamente consistió en dejar que hiciera lo que quisiera. “A él le gustaba correr, ser libre”, dice. La técnica dio resultado. Entre el 2013 y comienzos de 2014 ganaron todas las competencias a las que se presentaron, incluido el Kentucky Derby, carrera donde fue apodado como el “caballo del pueblo”.

Su historia se había convertido en el sueño americano: triunfar viniendo desde abajo. Sus fans, llamados “Chromies”, llenaban todos los hipódromos donde se presentaba y se ponían parches en la nariz, imitando los que ocupaba el caballo para facilitar su respiración: “La gente iba nada más que a verlo a él, era la estrella más grande de la hípica”, agrega Víctor.

El fervor aumentó en la segunda carrera de la Triple Corona: el Preakness Stakes, que se corre en Baltimore. Allí, ante 123 mil personas, California Chrome ganó por un cuerpo y medio. Espinoza aplicó la misma técnica para el remate y el caballo nuevamente atropelló a sus rivales. Aquella tarde del 17 de mayo de 2014, dos semanas después de haber ganado en Kentucky, sus dueños se llevaron 900 mil dólares. En el palco, Perry Martin y Steve Coburn lloraban de euforia.

Si California Chrome ganaba en el Beltmont Stakes rompería 36 años de historia. Desde 1978 que ningún caballo había conseguido ganar la Triple Corona. Tenía tres semanas para prepararse, pero los pronósticos daban por hecho que la obtendría. Ese también era el sueño de Víctor Espinoza. “Con California compartíamos muchas historias, teníamos carreras similares: ambos veníamos desde abajo y queríamos estar arriba”.

Los pronósticos, sin embargo, fallaron. No por falta de condiciones, sino por mala suerte. Apenas unos metros luego de partir, el caballo que corría a un costado le pisó la pata delantera derecha, lesionándolo. California terminó cuarto. Fue la primera vez que Espinoza perdía montándolo: “Pensaba que iba a ganar. Corrió todo lesionado y aun así salió cuarto. Cualquier otro caballo no termina. Cuando le quité la silla, el pobre no caminaba, apenas llegó al establo”, agrega el jinete.

Meses más tarde, California Chrome volvió a las pistas. Salió tercero en la Breeders Cup Classic, y primero en el Derby de Hollywood, a fines de noviembre. Para entonces su fervor había aumentado a tal punto, que una fan con cáncer terminal había pedido como último deseo pasar una tarde con él, y en el Estado de California se había establecido el 11 de octubre como el Día de California Chrome. Ese año fue condecorado por la hípica como el “Caballo del año”. Tanta fue su fama que se transformó en el primer ejemplar purasangre en tener twitter.

EL SUEÑO DE SULLIVAN

En el 2015, California Chrome no volvió a repetir sus triunfos de la temporada anterior. Salió segundo en San Antonio Stakes y la misma posición en la Dubai World Cup, que se corre en Emiratos Árabes. Luego de eso, viajó a Inglaterra, para disputar la carrera Príncipe de Gales, sin embargo, se lesionó días antes de la largada. Fue el fin de la temporada. Ese mismo año, Víctor Espinoza ganó la Triple Corona arriba de American Pharoah, del empresario egipcio Ahmed Zayat. El jinete, que había forjado grandes éxitos con California Chrome, se había convertido en el mejor jockey del mundo arriba de otro ejemplar.

California Chrome padecía la peor de las profecías que rondan a todos los caballos que van a la baja: que una vez que pierden, no vuelven a ganar. De regreso en Estados Unidos, uno de sus dueños, Steve Coburn, vendió su participación. El caballo entró en una etapa de sindicalización, algo así como una apertura en la bolsa: su propiedad se dividió en acciones y éstas fueron transadas. California Chrome no sólo era el animal más veloz de su especie en ese momento, sino que también una empresa que había sido muy exitosa, pero que había tenido un mal año.

Taylor Made Farm asumió parte del control del caballo. El criadero dirigido por los hermanos Taylor, todos de Kentucky, compraron suficientes acciones como para transformarse en representantes del sindicato. A fines de 2015, estaba listo para retornar a las pistas. Sus vestimentas tenían nuevos colores, pero Espinoza siguió siendo su jinete: “California Chrome es especial. Volvió mucho mejor después de perder y el 2016 ganó todo lo que corrió”.

Se tomó revancha en la Dubai World Cup, donde ganó US$ 5 millones, y repitió lugar en la Pacific Classic, donde fue puntero de comienzo a fin con seis cuerpos de ventaja sobre el resto. En sus cuatro años de carreras, California Chrome se había transformado en el caballo que más dinero había ganado en la hípica estadounidense: casi US$ 15 millones.

Se había convertido en un animal admirado desde todas partes del mundo, y desde Chile era seguido muy de cerca por Juan Pablo Sullivan, quien desde el año 2010 era bróker de caballos, algo así como un intermediador entre criadores y clientes: “A mí me contactan para comprar caballos. Viajo habitualmente por distintas partes del mundo viéndolos correr, y en el 2013 vi a California. Llegó segundo, pero era un fenómeno. La gente lloraba por él”, describe.

Sullivan no pudo sacárselo de la cabeza. Siguió toda su carrera desde Chile y cuando Taylor Made Farm entró al negocio, le escribió un correo a Ben Taylor, vicepresidente del establo. Aunque el caballo aún estaba corriendo, le dijo que quería traerlo a Chile para cruzarlo con yeguas finasangre de Latinoamérica. Sullivan ya pensaba en el negocio que generaría el caballo luego de su retiro, uno igual de millonario que las carreras. Como las reglas de la hípica no permiten la inseminación artificial, sino que simplemente el coito presencial, la monta de un caballo alcanza valores insospechados, llegando incluso a los US$ 300 mil.

Sullivan no la tenía fácil. Debía convencer a los hermanos Taylor, y a todos los miembros del sindicato, de que Chile era el mejor país del Hemisferio Sur para la reproducción. Su proyecto comenzó a cuajar cuando el Haras Sumaya, del empresario Oussama Aboughazale, decidió asociarse en el negocio. Fue entonces que Ben Taylor y su hermano Duncan, viajaron a Chile en noviembre de 2016. “Quería demostrarles que éste era un país confiable, que teníamos la estructura para traerlo, un gobierno ordenado, y las mejores aguas y pastos para criar caballos. Les dije que los chilenos somos personas de trabajo, de mucho esfuerzo, que las cosas nos cuestan, que nos golpean mucho los desastres naturales, pero que somos corajudos”, recuerda Sullivan.

Los hermanos Taylor quedaron fascinados: “habíamos visto caballos de Chile venir a Estados Unidos para competir y encontramos en el Haras Sumaya una instalación maravillosa y un equipo muy eficiente. Nosotros queríamos que California Chrome fuese un héroe en el norte y un gran padre en el sur”, agrega Ben Taylor.

Todos los planes de reproducción, sin embargo, quedaron condicionados a una carrera: la Pegasus World Cup, que se correría el 28 de enero de 2017 en Florida. La competencia repartía un pozo millonario, el más grande de la historia de la hípica: 7 millones de dólares al ganador. Sullivan fue invitado por los hermanos Taylor para ver la carrera desde el palco preferencial. Si ganaba continuaría en competencia, pero salió noveno. Ese fue su retiro. “California Chrome es el caballo más famoso que he montado”, dice Víctor Espinoza.

En febrero de este año, el animal comenzó su primera etapa de reproducción y en mayo, el sindicato le comunicó a Sullivan que California Chrome viajaría a Chile durante el segundo semestre. Tendría la posibilidad de montar a 150 yeguas, de las cuales 50 serían del Haras Sumaya y el resto de venta libre. Si bien en Estados Unidos cobraban 40 mil dólares por la cruza, en Chile el precio sería de 15 mil. “Traer a este caballo cuesta más barato que un artista del Festival de Viña del Mar. Mi intención es posicionar a Chile en la hípica mundial. Somos un buen país para criar caballos y convertirnos en un exportador no tradicional. El objetivo de fondo es mejorar la raza, volvernos competitivos”, reflexiona Sullivan.

MEJORAR LA RAZA

Carolina Rojas, la veterinaria a cargo del cuidado de California Chrome, se pone un guante plástico y le mete la mano, y le mete la mano a una yegua hasta el hombro. La toca por dentro, mientras observa en un monitor si está en su período fértil. Ella será la próxima monta del caballo, pero no en este momento, porque el semental tiene día libre. La veterinaria camina hacia la pesebrera y a lo lejos se ve un octágono verde: “Ese es el motel”, dice.

Carolina apunta el centro de montas. Allí, todas las paredes están acolchadas, para evitar accidentes, y el piso ha sido revestido de arena y alfombras de yute, que evitan los resbalones durante el acto. Si la yegua no le queda cómoda –cuenta Carolina- el caballo simplemente no eyacula. “Hay una persona que tiene que asistirlo”, agrega.

Pero no es sólo una. Las montas de California Chrome están lejos de ser actos íntimos. La veterinaria enumera un equipo de siete personas que están presentes cada vez que el animal debe procrear. “Hay una que le sujeta la cabeza a la yegua, otra que le levanta la mano, una que le sujeta el pecho, otra que trae el potro, otra que lo ayuda a penetrar, otra persona que le limpia el pene, y yo que superviso todo”, describe. Mirar, sin embargo, no es su única misión. Cuando todo ha terminado, ella debe ponerse nuevamente los guantes plásticos y verificar que dentro del útero haya semen suficiente para la fecundación.

La exigente tarea de fornicar tres veces al día tiene un héroe anónimo. Un caballo sin nombre que debe excitar a las yeguas antes que California Chrome entre a hacer lo suyo. Un doble de riesgo que los expertos en crianza equina denominan como “caballo celador”. El animal es bayo, un chileno mestizo, y de patas notoriamente más cortas en comparación al estadounidense. Pertenecía al Haras Jockey, de la familia Abumohor, ubicado justo al lado de Sumaya, y fue rescatado de ese lugar sólo para cumplir con esta tarea. “Él ha sido celador de toda la vida. Su pega es preparar la yegua, se le pone un pañal y la monta sin penetrarla, para que ella sienta el peso del potro. El celador se lleva todas las chuletas, para que California no corra ningún peligro”, relata Carolina Rojas.

El precio por todo este proceso es de 15 mil dólares, dinero que no asegura que la yegua quede preñada. Hasta ahora, California Chrome ha montado 35 veces, 15 han sido exitosas, y el resto están en espera. A comienzos de año, en Estados Unidos tuvo sexo con 150 yeguas y 146 esperan hijos suyo. Las montas son sólo una parte del lucrativo negocio de la procreación. En pocos meses más se realizará la venta de madres, temporada en que los criadores ponen en el mercado yeguas preñadas, y allí comenzarán las primeras transacciones por su descendencia.

Sus hijos deberían nacer en enero del próximo año. Luego vienen las ventas de un año, y a los dos ya deberían estar corriendo. Si alguno de ellos llega a ganar, California Chrome continuará subiendo su precio, que hoy se estima en 40 millones de dólares. Así le pasó a su madre Love The Chase, que en noviembre del año pasado se vendió en casi US$ 2 millones, luego de haber sido adquirida en US$ 8 mil. “Yo creo que va a tener hijos muy buenos. Le tengo confianza. Ha demostrado que es el mejor en la pista y va a ser igual como padrote”, dice Víctor Espinoza.

El jinete explica que si los hijos de California comienzan a ganar, el precio del caballo será invaluable. “Nuestra esperanza es que él pueda replicar su velocidad y capacidad atlética natural. Él desciende de una línea muy buena, de un pedigree único, que contiene muchos de los mejores purasangres. Esperamos que algún día la descendencia de California Chrome de Chile venga a los Estados Unidos a competir”, anhela Ben Taylor.

Eso mismo es lo que desea Juan Pablo Sullivan. Que el negocio sea rentable es sólo uno de los objetivos que se propuso cuando inició los trámites para traerlo. Sullivan aspira a una hípica transversal, llena de fanáticos, y con Chile liderando la crianza en el mundo, tal como hoy lo hace Irlanda: “Estoy convencido que éste es el mejor proyecto de la hípica sudamericana en su historia. Estamos trayendo a un campeón. Nos conseguimos a un Beatle en su mejor momento”, concluye.

Ese es su sueño.

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