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Mundo

1 de Febrero de 2018

Lecciones que se salen de lo habitual en Kenia

Hoy toca estudiar los fonemas ee y ea. Los alumnos de la clase de 10 años de la escuela primaria Hotcourses, en Kenia, levantan la mano para decir palabras que los contengan y la profesora las apunta en la pizarra, pero no es una clase cualquiera; luego las repasarán con tabletas electrónicas. “Poned el nombre […]

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Hoy toca estudiar los fonemas ee y ea. Los alumnos de la clase de 10 años de la escuela primaria Hotcourses, en Kenia, levantan la mano para decir palabras que los contengan y la profesora las apunta en la pizarra, pero no es una clase cualquiera; luego las repasarán con tabletas electrónicas.

“Poned el nombre y el usuario”, dice Beatrice Kantiva, la profesora de inglés y ciencias sociales de esta clase; cada alumno tiene su propio perfil donde va viendo su progreso y donde la profesora va mandando tareas y subiendo la lección.

Esta escuela infantil es bastante peculiar: se encuentra en Nyumbani, un poblado situado en el condado de Kitui (sur), donde habitan familias extraordinarias formadas por una abuela y un grupo de niños y adolescentes cuyos padres han muerto por el VIH o por otras tragedias.

Hotcourses es también uno de los más de 50 centros educativos privados en Kenia seleccionados para el proyecto solidario de inmersión tecnológica de ProFuturo, la alianza solidaria creada por la Fundación La Caixa y Fundación Telefónica.

La idea es crear aulas digitales mediante el envío de grandes maletas que contienen entre 30 y 50 tabletas, un portátil para el profesor, un router para conectarlos entre ellos, y material para cargarlas.

A los profesores, que enseñan a los alumnos cómo usar las tabletas, les asisten un grupo de coordinadores locales que les entrenan y les capacitan.

De hecho, según asegura Nicholas Kyale, uno de los coordinadores de Kitui, “para un niño es más fácil que para un profesor saber cómo se usa una tableta”.

En Nyumbani los profesores son jóvenes y aprendieron rápido, pero en otras escuelas rurales con profesores más mayores han encontrado alguna reticencia para usar las nuevas tecnologías.

El alumnado, vestido con uniforme verde de pantalones hasta las rodillas para ellos y falda de tablas a media pierna para ellas, aprende desde suajili a ciencias naturales, pasando por plástica o estudios cristianos.

En las tabletas viene integrado desde España contenido de matemáticas, lengua y ciencias en tres idiomas (inglés, francés y español), pero los profesores pueden subir sus propios documentos, fotos o diapositivas.

Aunque Kyale confiesa que entre los retos pendientes está que los contenidos se adapten a los cursos superiores.

A pesar de que es una escuela que cuenta con más medios que otras de alrededor gracias a la ayuda internacional, el coordinador explica que es más difícil que niños como los que aquí estudian consigan una tableta porque la mayoría son huérfanos.

“Cuando usas tabletas, los alumnos están interesados y siempre van a clase”, dice Kantiva.

La directora de Profuturo, Sofía Fernández de Mesa, explica que justamente uno de los primeros cambios que ha visto en el año que lleva el programa en vigor en Kenia es la asistencia a clase, pero también el hecho de tener una herramienta que les diga si lo que han respondido es correcto o no al momento.

Nyumbani es un modelo peculiar donde, al convivir en un poblado alejado de la urbe, el absentismo es muy bajo, pero el modelo de ProFuturo también se aplica a otros colegios de Kenia como el St. John’s, un centro de los misioneros combonianos que se ubica en el cuarto poblado chabolista o slum más grande de Nairobi.

El coordinador en este colegio, el italiano Maurizio Binaghi, cuenta que en general los niños faltan porque están malos, porque no tienen dinero para los 16 euros trimestrales que cuesta el colegio, para el uniforme, o porque sus familias no tienen dinero para la comida.

En ese caso, los niños acuden a recoger basura al mayor vertedero de Kenia, que se encuentra a solo unos metros del patio del colegio, para después venderla.

En una de las clases, el profesor Collins Otieng enseña cómo funciona el cambio climático mientras los alumnos de último año de primaria miran los apuntes en sus tabletas.

Él también se sentó un día en los pupitres de madera de St. John’s, por lo que dice que conoce bien las inquietudes de sus alumnos, como las de Pauline, que quiere ser periodista, o la de Celine, que sueña con ser presidenta de Kenia.

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