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Nacional

12 de Junio de 2018

“Una cinta de pornografía gay”: El relato de un seminarista abusado en Valpo

"Con una rapidez impresionante, me bajó los pantalones, me tocó los genitales", recuerda Marcelo Soto.

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Como por goteras siguen apareciendo relatos de personas abusadas por miembros de la iglesia chilena. Toda vez que ya salieron tres obispos y los enviados por el Vaticano, Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, pisaron suelo chileno durante la mañana.

Bío-Bío recoge entonces el testimonio de Marcelo Soto, exseminarista del San Rafael de Lo Vásquez, quien narra lo que sufrió a principios de la década del ’90, cuando el sacerdote Humberto Henríquez, le tocó los genitales e intentó abusar de él. Así lo cuenta:

“Cuando entramos a su dormitorio justo a él lo llaman y él me dice saca alguna película de las que tengo en tal cajón. Yo inocentemente abrí el cajón, tomé una película que estaba en formato VHS y la puse. En ese momento me di cuenta, con gran asombro, que era una cinta de pornografía gay. En ese momento llegó él y le pregunté qué significaba esa película, que yo no podía ni quería ver algo así. Humberto evadió mi pregunta y me argumentó por qué quería ser cura, que se podía meter con hombres y con mujeres, que podía tener plata y poder. Ahí se me acercó y tocó los genitales porque quería practicarme sexo oral. Acordarme de esto y contarlo no es algo fácil, ya que lo he llevado bajo reserva durante muchos años”.

Sobre su reacción, responde que el hecho lo dejó en blanco, “mientras él, con una rapidez impresionante, me bajó los pantalones, me tocó los genitales y yo alcancé a empujarlo. Fueron cerca de 30 segundos en los cuales se me vino toda mi vida encima, sentí que fue una eternidad. Después de empujarlo me subí los pantalones y salí del lugar. En ese momento yo tenía 22 años”.

“Al día siguiente me fui al seminario, llegué mucho más temprano que todos. Fui a mi dormitorio y lloré durante un largo rato sin saber qué hacer, sin tener claro qué era lo correcto. Yo acostumbraba a ser alguien alegre y extrovertido, pero tras ese episodio anduve como una semana más callado que de costumbre y con poco ánimo. Algunas personas se dieron cuenta de eso y me preguntaban qué me pasaba, pero yo no les decía nada. Y después de esa semana decidí denunciar el hecho ante Javier Prado, quien ese momento era el obispo auxiliar de Valparaíso. Le conté lo que había pasado y él me respondió que no podía tomar ninguna determinación hasta conversar con Humberto Henríquez para tener su versión”, recuerda.

De acuerdo a lo que reseña el mismo medio citado, Soto denunció la situación ante el entonces obispo auxiliar de Valparaíso, Javier Prado, y  Gonzalo Duarte, quien era vicario general de la diócesis. Ninguno de los dos hizo nada.

El reportaje completo acá

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