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Cultura

9 de Septiembre de 2018

“Otakus” cubanos: soñando con Japón desde La Habana

La insularidad es el único rasgo común que parecen compartir Cuba y Japón, una lejanía que no desanima a los cientos de “otakus” cubanos, seguidores del manga y anime nipones, reunidos este fin de semana en La Habana para celebrar la cultura de un país exótico que sueñan con conocer. La antigua fortaleza colonial San […]

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La insularidad es el único rasgo común que parecen compartir Cuba y Japón, una lejanía que no desanima a los cientos de “otakus” cubanos, seguidores del manga y anime nipones, reunidos este fin de semana en La Habana para celebrar la cultura de un país exótico que sueñan con conocer.

La antigua fortaleza colonial San Carlos de la Cabaña, hogar temporal de la comunidad “friki” habanera, reunió a una variopinta multitud que no miró preferencias ni edades, e incluso aceptó a quienes se salieron del guión y decidieron proclamar lealtad a sagas estadounidenses como “Juego de Tronos” y la “Guerra de las Galaxias”.

Juegos de rol, talleres sobre videojuegos, zonas para dibujar, karaoke, encuentros con “youtubers” cubanos y una espontánea pasarela de disfraces hicieron las delicias de los cientos de asistentes al V Festival Otaku Cubano, más modesto que sus contrapartes internacionales pero “que va creciendo poco a poco”.

“Al principio solo venían dos o tres, pero ahora esto se nos ha llenado”, contó a Efe Danela, una habanera de 24 años que en su tiempo libre investiga sobre danzas y las costumbres japonesas, y ahora es una de las organizadoras de un espacio dedicado a la cultura tradicional del país asiático dentro del evento.

Al igual que la mayoría de sus colegas, la “pasión” de Danela por Japón comenzó viendo las series y películas de animación trasmitidas por la televisión estatal cubana: le fascinó “El viaje de Chihiro”, del legendario animador Hayao Miyazaki.

“Esto (el Festival) lo hacemos nosotros mismos, con lo que tenemos, pero sí, ha ido creciendo y cada vez vienen más personas. El anime ha servido para encender la curiosidad, que ya después se extiende a otras partes de la cultura”, explicó.

Danela, junto a su amiga Aitana, fundó hace dos años un grupo de danza japonesa, para el que investigan en internet, preparan las coreografías y cosen ellas mismas la ropa.

Convertida en una suerte de autoridad en el complicado arte de vestir kimonos y yukatas, la joven trata de ayudar lo más rápido que puede a un creciente grupo de entusiastas que quieren saber qué se siente al llevar las prendas tradicionales japonesas, de gran belleza pero poco aptas para el clima tropical de la isla caribeña.

“Hace tremendo calor, pero es muy bonito, a mí me encanta”, asegura Ana, de 16 años, mientras señala a un yukata con flores amarillas, blancas y azules sobre un fondo verdeazul confeccionado por Danela, quien le anudó el obi o faja tradicional con un lazo “para chicas solteras”.

Las amigas de Ana graban cada paso teléfono en mano y le gritan lo linda -“kawaii”, en japonés- que se ve, mientras a un lado, varios niños esperan para ver sus nombres escritos en kanjis (ideogramas del idioma nipón) y otros preguntan cuándo será la ceremonia del té, prevista en el programa de este V Festival.

Mientras las bóvedas de la antigua fortaleza colonial bullen, en el patio con vistas al litoral habanero se mezclan personajes de series y juegos como “One Piece”, “Naruto” y “La Leyenda de Zelda”, ataviados con disfraces que habitualmente ellos mismos han cosido.

Convertidos en las verdaderas estrellas del evento, los entusiastas “cosplayers” (término en inglés para denominar a estos “intérpretes disfrazados”) atienden a las numerosas peticiones de foto sin salirse de sus papeles.

En Cuba, donde es difícil acceder a artículos de uso básico, hacer “cosplay” se vuelve “algo muy complicado, pero no imposible”, resume Ervin, de 21 años, envuelto en una larga capa negra en la que resaltan varias nubes rojas, característica del grupo de villanos “Akatsuki” del popular anime “Naruto”.

“El amor por el manga y el anime es grande. Aunque haya calor uno se sacrifica por interpretar el personaje y trata de parecerse lo mas posible a él, todo eso a pesar de que a veces no tenemos los recursos para hacernos la ropa y los accesorios”, cuenta.

Ervin no para de tomarse fotos e incluso presta su capa a quienes se la piden, entre ellos un pequeño de siete años que llegó con sus padres a la Cabaña porque “es fanático de Naruto y hasta se sabe palabras en japonés”, comenta su madre.

“Yo agradezco la oportunidad de tener lugares como este, que nos dan la posibilidad de vernos, intercambiar, y promover la cultura japonesa aquí en Cuba. Poco a poco se nos van sumando más interesados, quizá esto llegue a ser tan grande como otras convenciones”, aventura.

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