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Opinión

21 de Noviembre de 2018

Perdidos en la jungla

Habitamos un momento definitivo. Si no re-conocemos nuestra propia humanidad, si no aceptamos con humildad el vacío de no saber, si no nos conmovemos con los niños que llevamos dentro y con los que afuera sufren por nuestra desidia, no podremos entender ni ejercer nuestro rol en la historia: asumir la interdependencia planetaria, cosechar la riqueza de nuestra diversidad y aprender a convivir como lo que somos, una misma parte del todo.

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En el vacío, la abundancia invita al exceso y el exceso a la perdición. Algo así parece ocurrirnos.

Sobran los medios para encontrarnos, para comunicarnos, para informarnos, pero estamos cada vez más solos, más ignorantes, más intolerantes. Lo que antes era indiferencia, hoy es irresponsabilidad vociferante. El dolor se banaliza, la verdad se prostituye, la tragedia alimenta.

La muerte, como siempre, desnuda nuestra porfiada pequeñez. Y ante ella, en vez de abrazarla, volvemos a construir los muros que ilusoriamente nos protegen.

Esa bala atravesó nuestras cabezas y cada uno arrancó a su cueva, se encerró en sus miedos y contraataco como pudo. La violencia hace eso, desde siempre. Transforma el dolor en ira.

Pero la insensatez de confiar en las armas, la irresponsabilidad de persistir en las trincheras, no se combaten con el simplismo facilista de odiar por las redes. No podemos relativizar la injusticia, naturalizar la ignominia, avalar el abuso. No basta con denunciarlo, debemos practicarlo. No hacerlo, es justificar lo injustificable para no arriesgar los prejuicios que nos constituyen.

La nuestra es la cultura de vivir fuera de uno mismo, sin saber quién cresta somos. Repitiendo las creencias como mantras, hasta dejar de ver los límites que nos imponen. Posteando allá afuera, para impostar un adentro vacante. Tenemos todo lo que necesitamos, menos a nosotros mismos. Y sin eso, somos pura ilusión, meras verdades inventadas, profecías autocumplidas que se heredan, sofistican, solidifican.

Habitamos un momento definitivo. Si no re-conocemos nuestra propia humanidad, si no aceptamos con humildad el vacío de no saber, si no nos conmovemos con los niños que llevamos dentro y con los que afuera sufren por nuestra desidia, no podremos entender ni ejercer nuestro rol en la historia: asumir la interdependencia planetaria, cosechar la riqueza de nuestra diversidad y aprender a convivir como lo que somos, una misma parte del todo.

Tenemos los medios, incluso los fines, pero faltamos nosotros.

*Álvaro García Mintz, sociólogo.

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