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Opinión

16 de Febrero de 2019

Columna de Joaquín Castillo Vial: Los líricos al frente

Durante el último tiempo, el FPMR ha estado muy presente en los medios de comunicación. Cabe recordar la reciente llegada a Chile de Patricio Ortiz, luego de más de dos décadas de haber protagonizado la fuga en helicóptero desde la Cárcel Pública de Santiago: un guerrillero que asesinó a un carabinero y luego se escapó sin cumplir su pena fue recibido como un héroe. El mismo fenómeno lleva a que jóvenes diputados del Frente Amplio hayan visitado en París a Palma Salamanca, fugitivo de la justicia chilena y confeso asesino de un senador en democracia. Todo lo anterior, sumado a las tres décadas del plebiscito de 1988, han despertado la pregunta por el papel que jugó el Frente Patriótico en el retorno de la democracia chilena

Joaquín Castillo
Joaquín Castillo
Por

Joaquín Castillo Vial

Subdirector IES / @jcastillovial

 

Un camino zigzagueante en una carretera de montaña parece ser un lugar idóneo para preparar una emboscada, sobre todo si el objetivo es un mandatario fuertemente escoltado. Así les pareció a quienes dieron muerte a Rafael Leónidas Trujillo, dictador de República Dominicana entre comienzos de los 30 y 1961, año de su asesinato. Al atentado —relatado con virtuosismo por Mario Vargas Llosa en La fiesta del chivo— le sigue una escalada de violencia. Los seguidores del dictador buscan vengar el magnicidio, y para ello se abocan en la persecución, tortura y asesinato de quienes pudieran resultar responsables.

Hay varias similitudes entre el atentado contra Trujillo y aquel que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) organizó contra Augusto Pinochet en 1986. La gran diferencia radica en el fracaso del atentado chileno: por fallas en los lanzacohetes, inexperiencia en el uso de armas o habilidad del chofer de Pinochet, el dictador logró escapar con vida. Al igual que el caso dominicano, aquí también siguió una búsqueda de los culpables. Sin embargo, al mismo tiempo siguió avanzando el itinerario hacia el plebiscito y posterior transición democrática que ha sido tan puesta en entredicho por ciertos sectores de la izquierda.

Durante el último tiempo, el FPMR ha estado muy presente en los medios de comunicación. Cabe recordar la reciente llegada a Chile de Patricio Ortiz, luego de más de dos décadas de haber protagonizado la fuga en helicóptero desde la Cárcel Pública de Santiago: un guerrillero que asesinó a un carabinero y luego se escapó sin cumplir su pena fue recibido como un héroe. El mismo fenómeno lleva a que jóvenes diputados del Frente Amplio hayan visitado en París a Palma Salamanca, fugitivo de la justicia chilena y confeso asesino de un senador en democracia. Todo lo anterior, sumado a las tres décadas del plebiscito de 1988, han despertado la pregunta por el papel que jugó el Frente Patriótico en el retorno de la democracia chilena.

En palabras de sus principales cronistas, el “minuto cero” de la transición puede situarse en 1985. A pesar de los vicios y oscuridades del plebiscito y la Constitución de 1980, la oposición decidió recorrer el camino trazado por el régimen. Ese camino suponía asumir la Carta Fundamental como un hecho dado, y apuntar a la consulta que se realizaría en 1988 como la mejor salida pacífica de la dictadura. Sin embargo, esa estrategia no se adoptó de modo automático. Se desconfiaba de que el régimen permitiera la realización de unas elecciones libres y transparentes, y bailar al ritmo de la música puesta por los militares resultaba, para muchos, intragable.

Mientras la DC y los radicales ideaban el modo en que el régimen cumpliera sus propias reglas, el PC declaraba el año 1986 como “decisivo” para salir de la dictadura por la fuerza. Se enfatizó en las protestas callejeras, se planificó la organización de guerrillas —cuyo gran fracaso fue el descubrimiento de las armas en Carrizal Bajo— y se ideó el atentado a Pinochet. La articulación entre el Frente y el PC, sin embargo, fue trizándose.  El partido ya no estaba seguro del éxito de la vía armada, y los frentistas, a la larga, rompieron con su brazo político.

Como siempre, el contexto determina de manera fundamental el modo en que leemos los hechos del Frente. Así, si las acciones realizadas durante 1983 o 1984 pueden interpretarse como resistencia o lucha armada contra la dictadura, los bombazos o robos de bancos de los años posteriores se tiñen, inevitablemente, de otro color. Cuando la oposición ya logra organizarse en torno a la alternativa democrática o cuando el Tribunal Constitucional obliga a la institucionalización del Servel —hecho que dotaría de credibilidad al plebiscito—, las acciones del Frente no se dejan leer tan fácilmente como una ayuda a la causa democrática. Su historia, además, no termina ahí: descolgados del PC y habiendo ganado la opción “No”, el FPMR siguió sus acciones, que a esas alturas cobraron tintes derechamente delictuales. El secuestro de Cristián Edwards o el asesinato de Jaime Guzmán se vuelven incomprensibles cuando ya la centroizquierda estaba instalada en el poder y la guerra fría había terminado. El idealismo guerrillero dio paso, durante los primeros años del retorno a la democracia, a la peor cara del Frente, pues parecían no conocer otro método que la lucha por las armas.

El Frente Patriótico Manuel Rodríguez fue, no cabe duda, un actor importante dentro de la oposición a la dictadura. Ellos rozaron la historia al emboscar a Pinochet, pero su intento de hacer caer al régimen por la fuerza fracasó aquella tarde de domingo a orillas del río Maipo. Sin ellos, la historia de la centroizquierda quizás habría sido distinta, y tal vez el mismo régimen no se habría ceñido a la letra de su propio itinerario constitucional. Pero más allá de estas especulaciones, está claro que el anhelo guerrillero fue secundario con respecto a la vía política que se recorrió en nuestra transición. Afortunadamente, un discurso político que quizás tiene mucho de pragmatismo y opacidad fue el que permitió transitar un camino que, a la larga, fue exitoso y estable. El otro camino, el de las líricas ensoñaciones de los héroes, terminó en el fracaso y en la violencia.

 

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