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Opinión

8 de Marzo de 2019

Directora ejecutiva fundación Niñas Valientes : “A las mujeres se nos enseña que nuestra propuesta de valor es la apariencia física”

El año 2018 fue un año que removió a Emilia Vergara Goldzvieg (24) y lo define como uno lleno de aprendizaje y feminismo. Era voluntaria de un colectivo que educaba en base a los efectos negativos que tienen los estereotipos de género en las niñas y adolescentes. Ahora dirige una fundación que busca empoderarlas y animarlas a que escribirán su propia historia.

Florencia Limonado
Florencia Limonado
Por

 

Es ingeniera comercial de la Universidad de Chile, amante del fútbol, hincha de Los Cruzados y feminista. El 2017 estuvo de voluntaria durante cuatro meses en el colectivo La Rebelión del Cuerpo, y tras ello emprendió camino en Niñas Valientes, espacio del cual es parte del directorio .

La fundación no tiene fines de lucro y apuesta por impulsar la equidad de género a través de la educación emocional de niñas y adolescentes, con perspectiva de género, y centrada en el fortalecimiento de su autoestima y pensamiento crítico. “Lo que buscábamos era que no existiese la posibilidad de que las niñas puedan llegar a vivir lo que están viviendo las mujeres hoy en día. ¿De qué manera podíamos prevenir eso? Nos dimos cuenta de que lo más eficiente era a través de la educación”, afirma la directora ejecutiva de Niñas Valientes.

Emilia Vergara conversó de su trabajo en la fundación, de su historia, del sexismo que vivió en la universidad y de cómo para ella “lo más lindo es que las niñas empiecen a vivir la sororidad. En ellas viene el cambio, ellas tienen la voz”.

A partir de los estudios que han hecho desde Niñas Valientes, que arrojaron que el 58% de las niñas entre 14 y 25 años, invierten mayor tiempo en su apariencia y en cómo se ve su cuerpo en la sociedad. ¿Dónde crees que está la raíz de esto y por qué es un problema?

-La raíz está en que a las mujeres se nos enseña que nuestra propuesta de valor es la apariencia física, y por lo tanto es lo único que importa y hay que demostrarlo. El problema es que estamos perdiendo talento femenino, las niñas están dejando de usar espacios porque no se sienten cómodas. Todo el día reciben mensajes de que son insuficientes y el origen está en una construcción social. Finalmente, pasa lo que estamos acostumbradas que pase: mejor restarnos.

¿Cómo ha sido la diferencia de trabajar con mujeres, en la Rebelión del Cuerpo, a trabajar con niñas?

-Yo creo que la mayor diferencia es que con las mujeres adultas, una se hace cargo de una historia súper construida, por lo tanto de un cambio que va a ser más difícil y más lento porque tiene que hacerse cargo de toda la historia hacia atrás y de encontrar momentos donde se inician las cosas. Se puede hacer, obviamente, pero es más complejo de cambiar. Se necesita despertar, hacer conciencia, eliminar conductas que tenemos interioridades y naturalizadas. En cambio, trabajar con niñas es muy bonito porque, si bien ya tienen una historia súper grande, es poder trabajar con cuadernos que están mucho menos escritos.

¿Cómo conociste a Nerea de Ugarte, fundadora de La Rebelión del Cuerpo y de Niñas Valientes?

-Fue carreteando jajaja. Nos pusimos a conversar y me preguntó “Emilia, cuál es tu lucha o causa dentro del feminismo?” y recuerdo que fue muy difícil responder pero ahí le dije desde la guata que lo que más me motivaba a luchar porque me cargaba era el micromachismo. Empecé a hablarle de situaciones súper cotidianas pero que la gente no se da cuenta. En ese momento ella me dice “en dos semanas más lanzaré un colectivo que tiene mucho que ver con lo que tú me dices” y ahí me di cuenta de que no era la única que lo pensaba. Ahí partió mi voluntariado en La Rebelión y no paré.

¿Que ha sido para ti Niñas Valientes?

-Entrar a la fundación fue un regalo. Estaba saliendo de la universidad y quería trabajar en algo que tuviese perspectiva de género y como ingeniera comercial, desde el área de la administración, no habían organizaciones que se dedicaran a esto. Me junté con Nerea para saber si conocía de algo y me comentó la idea de la fundación y me preguntó si quería acompañarla a sacar adelante este proyecto. Dije que sí.

En el transcurso de tu carrera, ¿te pensaste así?

-No. Yo quería trabajar en la cárcel. Trabajé dos años como voluntaria ahí y quería seguir ahí porque la gente de la cárcel está olvidada. Hay una vulneración de sus derechos enormes y yo quería hacer un proyecto en el cual pudiesen ser un aporte para la sociedad. Y ahora que lo pienso, me hace mucho sentido lo que hago ahora porque a nosotras también nos vulneran derechos.

¿Cómo ha sido tu experiencia en cuanto a sufrir algún tipo de violencia?

-No hay mujer que no haya vivido violencia. En mi historia, la violencia simbólica ha estado muy presente. Estereotipos de belleza, la necesidad de calzar con el “ejemplo” de mujer perfecta estuvo siempre presente. Eso se mezcla con la participación en diferentes espacios. Yo dejé de hacer muchas cosas que quería porque no calzaban con el estereotipo de niña y mujer. Soy futbolera a morir y afortunadamente en mi familia es validado, pero en el colegio nunca pude jugar fútbol, me lo prohibían. En la universidad los espacios son súper masculinizados y me daba mucha vergüenza. Hasta el día de hoy me arrepiento de nunca haber hecho una pregunta en clases, me daba pánico. Y ahora pienso que limité mis oportunidades de aprendizaje, y también las de mis compañeras porque si hubieran visto que una levantaba la mano, nos veíamos todas impulsadas a hacerlo. Inconscientemente me fui callando porque le entregué, a la sociedad, el poder de determinar dónde y cómo tengo que comportarme.

¿Cómo ha sido todo este aprendizaje para ti?

-Lindo. Me he dado cuenta de que lo que construimos le está haciendo sentido a las mujeres. Es difícil hacer la mirada para atrás pero hay muchos factores: lectura de mi vida, hacerme cargo de cambiar mi propio actuar al mismo tiempo de ayudar a otras. Es súper importante que recordemos que esto es gracias a todas las mujeres que lo hicieron años atrás y no se mostró su trabajo, se invisibilizó. Traemos al momento la voz de las que ya no están. Perdimos el miedo de salir a la calle de nuevo y todo coincide con un año donde esto despertó.

Para este año esperan consolidar la fundación en los colegios y para el futuro esperan trabajar con primera infancia y poder incorporar diversos tipos de trabajos a la problemática que nosotras abordamos.

Emilia quiere erradicar de verdad la violencia de género en las salas de clases. “Creo que a la fundación le queda harto rato. Lo más lindo sería que tenga que morir porque significaría que habremos solucionado o sido parte de la solución del problema”, finaliza.

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