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Opinión

28 de Marzo de 2019

Cristián Warnken: “Creo que quienes toman decisiones en TV son parte de una elite que desprecia a su propio público”.

Hace más de dos décadas que Cristián Warnken Lihn (58) se dedica profesionalmente a hablar, comentar y producir literatura. Aunque sabe que la híper-especialización produce tedio, ha encontrado formas de reencantarse con su oficio. Al final, dice, leer es como “un encuentro amoroso”: la primera tiene el ímpetu del eros desatado, mientras que a partir de la segunda se aprende a “acariciar” los detalles. En esta entrevista, Warnken asegura que los ejecutivos de la TV pertenecen a “una elite que desprecia a su público”, ensaya una utopía donde los gobernantes acuden ante un consejo de poetas y afirma no perder la esperanza de que, algún día, el presidente Sebastián Piñera reconozca que la idea del control preventivo para los menores de 14 años es una tontería. “Creo en la redención del ser humano”, dice el hombre que sabe que la belleza se esconde en los matices.

Jonás Romero Sánchez
Jonás Romero Sánchez
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Cristián Warnken avisa que llegará tarde a la entrevista. Una marcha en la Alameda tendrá retenido su taxi por –calcula- otros 30 minutos. Mientras, le recomienda a The Clinic probar las arepas que preparan en el café de su esposa, Danitza Pavlovic. “La mejores de Santiago centro”, asegura.

Una breve biografía de Cristián Warnken Lihn (1961, Santiago) debería incluir su pasado como militante del Mapu mientras cursaba la pedagogía en castellano en la Católica, sus primeros experimentos “periodísticos” con las revistas poéticas Noreste y El Corazón –cuyos ejemplares empapelan los baños del café de su esposa- y, evidentemente, sus casi dos décadas a cargo de La belleza de pensar, espacio televisivo donde realizó algunas de las más notables entrevistas en televisión abierta a personajes como Roberto Bolaño y Werner Herzog, entre otros.

Cuando Warnken finalmente llega, lo hace cargando una maleta con kilos de poesía. “El sustento de los programas que hago”, dice, abriendo levemente el equipaje lleno de libros que carga consigo. Cristián trae, además, una carta que leyó al aire hace sólo unos minutos, en la que un reo de una cárcel de Valparaíso describe su programa como “un alimento diario” dentro del penal.

¿Qué te pasó cuando recibiste esa carta? 

– Cuando uno está en un medio de comunicación, estás metido en una máquina, trabajas con la urgencia de sacar adelante un programa. Y cuando te llega una carta así, le da un sentido inmenso a todo. No tengo idea del por qué ese hombre está condenado, ni puedo emitir un juicio de él, pero -y esto es un cliché- la poesía, tiene la capacidad de darte una libertad que no te da otra palabra. 

Hasta hoy, Warnken reniega de cierto “cinismo” que define a la poesía “sólo como un ejercicio técnico o una actividad intelectual”. Para él, la poesía conecta con algo muy esencial del espíritu humano, del alma humana. 

—Cuando transmites poesía, de alguna forma, se la estás devolviendo a la gente. Jorge Tellier dijo “la poesía es un respirar en paz, para que los demás respiren”, o, como dijo otro poeta español, “es lo más necesario, lo que no tiene nombre”. Entonces, enciende leer una palabra así. Y te hace pensar que lo que uno hace.

Durante toda la entrevista, Warnken tendrá la carta en sus manos.  

LA TV QUE DESPRECIA A SU PÚBLICO

Sobre muestras como la de la carta escrita por el reo, Warnken recuerda otro episodio, ocurrido durante los últimos años de Una belleza nueva. “Iba una reunión en TVN cuando estaban cambiando mi programa, de 9:00 a 8:00 am. Yo llegué ahí con la decisión de renunciar, de decirles ‘hasta aquí llegamos’. Y mientras me bajaba del bus para tomar el metro hacia el canal, se me acercó un tipo y me dijo, sin tener idea de hacia lo que yo iba, ‘no renuncie, continúe haciendo lo que hace. No sabe lo importante que es para gente que no tuvo educación un programa como el suyo’.

—Hay una inmensa minoría, el chileno común y corriente que, muchas veces los medios de comunicación -y para qué decir del sistema educativo- ningunean. Y en vez de entregarle la mayor calidad, de nivelar para arriba, nivela para abajo—, dice.

Entonces, ¿no renunciaste ese día? 

Ese día no, pero lo hice tiempo después. Es que llegó a un punto en que parecía una humillación. Una vez un ejecutivo me dijo: “mira Cristián, tú tienes que entender que nosotros apuntamos a un espectador medio, con nivel escolar bajo… ¡como la nana que tenemos en la casa!”. Así, tal cual. ¡Y era un ejecutivo de la televisión pública! 

Eso hace pensar en la crisis que vive actualmente TVN…

Creo que quienes toman decisiones (en TV) están atrapados, son parte de una elite que desprecia a su propio público. Creo que falta convicción y confianza en el público. 

Hay una idea muy instalada que uno debe siempre “hablarle a la señora Juanita en la casa”.

Esa idea le ha hecho daño a los medios de comunicación y a la política. Tenemos a políticos que se preparan para producir la cuña o la frase que será reproducida en Twitter, y muchas de sus decisiones en políticas públicas -te hablo de personas que dirigen al país- están hechas en función de esas “cuñas”, eslóganes, ideas simplificadas. Eso se llama empobrecimiento del lenguaje. Y todos sabemos que las grandes decadencias de las civilizaciones comienzan con eso. 

En una de tus últimas columnas comentaste que: “donde no hay palabras, hay terreno propicio para la violencia”. 

Uno puede encontrar cientos de ejemplos, tanto en estados totalitarios como en el sistema capitalista. En los estados totalitarios marxistas, por ejemplo, en el estalinismo, el leninismo y lamentablemente en Cuba, el sistema se sostiene sobre dos o tres consignas que se repiten hasta el hartazgo. Lo mismo en la publicidad del sistema capitalista, que nos machaca con eslóganes. ¿Y qué se pierde ahí? Los matices, la belleza, la posibilidad de crear. 

“PLACER DE LEER, LINDA CALENTURA”

Mientras se encontraba atrapado en el taco, Cristián Warnken escuchó por la radio que, esa mañana, un fanático neozelandés había asesinado a 45 personas en una mezquita.

—Por eso creo que el lenguaje no es un tema para los lingüistas, los especialistas, es un tema fundamental para la civilización humana. ¿Cómo decimos al mundo, cómo nos decimos y comunicamos? La poesía no es un mero adorno de la realidad, ni aquello que se lee cuando están todos curados en la comida. ¡No po! el poeta es el guardián del lenguaje de la tribu.  

¿A qué te refieres con guardianes?

Nosotros hemos tenido esos guardianes. O guardianas. Si piensas en Violeta Parra, una mujer que vivió y padeció la vida más cruda, el duelo, la pobreza, la incomprensión. En vez de reducir su lenguaje frente a una realidad dura, buscó las más bellas palabras. Y en eso puedo sonar un poco anticuado, pero suscribo la frase que dice el idiota de Dostoievski: “sólo la belleza salvará al mundo”. Pero no la belleza entendida como una ópera para una élite en el Teatro Municipal. ¡La belleza es un derecho humano esencial! Especialmente para los sectores más desprotegidos de ella.

Hace poco un ministro de Estado afirmó no leer novelas de ficción porque le parecían “una pérdida de tiempo”. 

Siempre he creído que la lectura es un placer y nunca una obligación. No me gusta el discurso de “hay que leer”. En el caso de la declaración del ministro José Ramón Valente, puedo decir dos cosas: respeto que alguien no quiera leer novelas. Discrepo eso sí que sea “inútil” leer novelas. Muchas novelas a lo largo de la historia dicen más sobre su contexto histórico que, a lo mejor, un análisis histórico. Por eso Vargas Llosa habla de “la verdad de las mentiras” en la ficción. Es decir, la ficción es una mentira, pero una que dice grandes verdades, donde el narrador es capaz de entrar en las profundidades de la historia, donde no es capaz de entrar el análisis historiográfico o la crónica periodística. 

Me faltó que Valente dijera que, en cambio, leyera poesía, que es el patrimonio más potente que tenemos.

Llevas años dedicado al oficio de leer y comentar literatura. ¿La sigues considerando un momento de placer, de recreación? 

El gran riesgo de profesionalizar una pasión, es que se transforme en una rutina, o que se pierda esa magia única de un libro encontrado al azar. Es un riesgo que vive el profesor universitario dedicado a estudiar a un autor, o un estudiante de literatura que entró en la carrera del doctorado, una cosa nefasta para las humanidades. Eso te hace perder esa ingenuidad primera, ese calor, ¡esa calentura! Gabriela Mistral decía: “placer de leer, linda calentura”. 

Es un riesgo

Creo que es un riesgo, pero lo que me permite mi profesión, es releer. Y según Vladimir Nabokov, la verdadera lectura es la relectura. Porque la primera es como un primer golpe de enamoramiento del texto, pero te saltas muchos detalles. Nabokov dice: “el buen lector es el que acaricia los detalles”. Me encanta esa idea. Hoy, por ejemplo, estuve leyendo poemas que me conozco casi de memoria, pero al releerlos y compartirlos con otros, me hace descubrir algo que no había visto antes. 

Podría parecerse a una primera “cachita”…

Bueno, ja, ja. Ese “primer encuentro amoroso”, tiene eros. Hay un eros tanto en la escritura como en la lectura. Es clave. La primera lectura es la de un eros desatado, una lectura ávida, y luego una lectura calma, que es acariciar. Contemplar ese objeto amado. Demorarse en los detalles. Hoy, por ejemplo, no siento que hoy exista un tiempo para escribir un “La guerra y la paz”. Quizás lo que hay que hacer es escribir haikús.  

Quizás Twitter o Whatsapp nos estén llevando a hablar en haikú

Oye, en cada haikú hay un mundo. “Nadie recorre este camino, salvo el crepúsculo”. Toma. “La luna también ilumina a los ladrones de flores”. La brevedad, el relámpago como lo llamaba Gonzalo Rojas, ¡un verso puede ser un relámpago! “Nieva, y en la ciudad todos quieren cambiar de nombre”, Jorge Tellier. 

“LA NOSTALGIA DE LA REALIDAD”.

Cristián Warnken se asume como un “inmigrante digital”. En su última entrevista con The Clinic, el año 2016, se encontraba dando sus primeros pasos con un smartphone, situación que ya entonces lo comenzaba a dejar en estado de perplejidad.    

— Hasta el momento tengo el whatsapp dominado en la justa medida. Pero, probablemente, se pueda convertir en una pesadilla— le dijo entonces a la periodista Macarena Gallo.

¿Y, lograste domarlo o se convirtió en una pesadilla?

Me di cuenta que era un instrumento interesante de comunicación. Pero ahí viene la trampa. 

¿La trampa?

Es que si esto fuera algo fome, sin posibilidades… ¡esta es la nueva hechicería! Los nuevos magos son los programadores de Apple. Entonces, te viene el deslumbramiento, un ímpetu fáustico de tenerlo todo -mandar fotos, películas y poemas- y de repente, te das cuenta que te estás convirtiendo en el esclavo de ese aparato del que te creías el dueño. 

Entonces la técnica te dominó, un poco

Ahora estoy un poco de vuelta. Un filósofo coreano sostiene que la virtualidad te coloca en un “panóptico virtual”. Todos te están mirando, y tú estás mirándolos a todos. No hay necesidad de un vigilante externo, y es ahí donde la sociedad de la transparencia se vuelve la sociedad del control. 

¿Qué haces para mantener la tecnología a raya?

De repente, desaparezco, me desenchufo. Arthur Rimbaud, el pendejo de Charleville, hacía el ejercicio de caminar por las calles de París en un estado de conciencia tal, que según él se invisibilizaba. Creo que debemos recuperar espacios de secreto, intimidad e invisibilización. Porque esto de estar en una caja de vidrio -como la famosa instalación que fue el adelanto de lo que estamos viendo ahora- no me gusta. Me gusta el secreto, y pienso que el pudor es importante para el erotismo. Y esta suerte de pornografía, donde todos vemos todo de todos, es la muerte del eros. Algo que, de pasada, es de las peores catástrofes posibles en un mundo hipercomunicado. 

Yo pensaba que iba a surgir otra reflexión, la de la muerte del tiempo de ocio. 

Más que eso, lo llamaría la desaparición de las horas muertas, que es cuando ocurren las cosas más importantes. Una revelación, una epifanía, cuando te encuentras con alguien por casualidad. Esas “horas muertas” son las propicias para la contemplación, y es algo que está en peligro. También pasa que perdimos la experiencia de perdernos, local o geográficamente. Antes, para encontrar una calle, yo debía perderme, y al hacerlo, terminaba ubicándome mejor en las ciudades donde viví. Habría que cautelar que no todo esté mapeado, que existan territorios inexplorados. 

¿Qué cosas son las que sorprenden, en ese escenario? ¿Qué cosas les quedan por descubrir a tus hijos? 

Me voy a mandar un carril, una intuición: la vida es pendular. A lo mejor, a veces es bueno llegar a esos extremos, para volver a encontrar el punto de equilibrio. Lo que creo va a pasar con la generación de nativos digitales, o los hijos de sus hijos, es que van a tener nostalgia de la realidad física. El hombre es análogo. 

¿El hombre es análogo?

Hace poco leí un estudio donde una experta visitaba un colegio en un país nórdico, donde todo se hacía con tablets. La experta les preguntó a los niños qué era lo que más les gustaba hacer, y la respuesta más unánime fue: “ir a la librería”. ¿Por qué? Porque los libros no se enchufan, le dijo un niño. Yo veo hoy en los jóvenes esa nostalgia física. Por las cosas que se tocan, que se ven, el encuentro cara a cara. Nostalgia a la realidad. 

EL CONSEJO DE POETAS

Para Warnken, si hay existe algo que deben tener claro todos los ciudadanos del siglo XX, es que todas las ideologías se han derrumbado. “El que diga lo contrario, está siendo intelectualmente deshonesto”, afirma. 

A él, dice, le gusta imaginar un país donde se cumpliera la utopía del poeta Friedrich Holderlin: “muchos méritos tiene el hombre, pero sólo por la poesía hace de esta tierra su morada”.

—Es la idea del habitar poético—dice, y agrega: —Es importante tener puentes, electricidad, pero el hombre no vino solamente para hacer cosas prácticas, sino para habitar poéticamente la tierra. 

¿Cuál sería tu sistema de gobierno ideal?

Yo generaría un sistema de gobierno donde hubiese un consejo de poetas, sabios de la tribu. Con un papel distinto al del Congreso, que no fuesen electos, ni tampoco pagados, pero que los ministros o presidentes, cada cierto tiempo, fueran a pedirles una asesoría. Los políticos y ciudadanos estamos metidos en las discusiones que se dan en las redes sociales. En un sentido común que se va construyendo ideas hechas y de repente necesitamos a alguien que esté en otro lugar. Y la poesía es ese otro lugar de mirar el mundo

¿Distinto de lo que existe hoy?

Pienso que hay que saltar de este racionalismo reductivo a una mirada de la realidad más poética. Donde lo gratuito, lo no utilitario, ¡lo inútil! comiencen a tener un espacio cada vez mayor en la vida de los seres humanos. Y tal vez eso nos va a salvar. 

El liberalismo económico y el marxismo, vienen, en el fondo, de la misma raíz filosófica.  Pero la realidad te sorprende siempre. La realidad supera a la teoría, la vida es mucho más rica que cualquier herramienta de análisis que yo tenga sobre ella. Siempre. La poesía no pretende apropiarse de la realidad, en cambio, la filosofía sí. Julio Cortázar dijo sobre el El Hiperión de Holderlin: “qué distinto hubiese sido si Marx hubiese leído a Holderlin”. 

¿Crees que hay que superar nuestras herramientas de análisis?

Creo que todas nuestras herramientas no nos permiten entender este mundo nuevo en que estamos viviendo. Deberíamos todos declararnos en estado de Epojé (N. del A.: puede escribirse epokhé o epoché), concepto griego usado por la fenomenología, que significa “suspender el juicio”. 

Ahí es cuando diriges la mirada hacia la poesía

Hay que mirar en la poesía, que es nuestro “otro pensar”. O en la sabiduría de nuestros pueblos originarios, que es maravillosa. Hay que estudiar a los yaganes, escuchar sus cantos, entender su mitología, estos sobrevivientes en condiciones extremas. Vamos a tener que aprender de ellos y de la sabiduría del oriente, el Tao. Pero eso da para otro tema. Hay que tener ojo con los chinos… 

Siempre hay que tener ojo con los chinos

¡Es que ya no lo tuvimos! ¡Sonamos! Los chinos son los que se la llevan, los norteamericanos sonaron. Son invisibles. ¿Sabes por qué? Porque son eficaces. Uno de los valores fundamentales de la civilización china, es la eficacia. Y ella no se logra metiendo mucho ruido. Cuando Estados Unidos va a invadir, llama a CNN, inventa cosas que no ocurren, pero el chino, en el arte de la guerra, espera. Y cuando actúa, ¡un sólo golpe! 

Hace poco leí que le sugerías a Piñera leer a Marco Aurelio. ¿Pasó la vieja o está a tiempo de leerlo? 

Soy un hombre de esperanza. El ser humano puede reinventarse y tener un giro. Creo que las ciudadanos valoraríamos que, por ejemplo, apareciera el presidente Piñera diciendo que este control preventivo para los menores de 14 años es un error, una tontería. Imagínate dijera: “me dejé llevar por las encuestas, perdónenme, reconozco mi error”. O mejor: “reconozco que soy egocéntrico, necesito el cariño de los demás, del pueblo, y por tener ese cariño quise hacer esto. Reconozco mi error”. ¡Aplausos! Soy optimista, creo que eso puede pasar. Hoy, necesitamos gobernantes sabios. Presidentes sabios.

¿Crees en la redención?

Creo que las personas pueden cambiar. Pienso que hasta el más abyecto puede cambiar en su vida, quizás por haber leído a Dostoievski cuando niño. Sería terrible el estar condenados a ser quienes somos siempre, y a cometer un error eternamente. Hasta el presidente de la república, que uno lo mira a huevo, podría tener una transformación. ¿Por qué no? 

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En abril comienzan los talleres literarios Viaje a la Palabra, el que Cristián Warnken realiza hace casi 20 años y el que aborda, como le gusta decir, como el capitán de un “barco ebrio”. Recomendadísimo (www.viajealapalabra.cl). Además, en mayo, inicia la 18° versión de los Ciclos de Pensamiento Propio, espacio de reflexión y diálogo que tendrán a Cristián conversando con el físico y filósofo francés, Etienne Klein, ensayista especializado en el tema del tiempo. Entrada liberada  en Centro de extensión PUC (www.pensamientopropio.cl).

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