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Entrevistas

26 de Abril de 2024

Marcela Serrano, escritora: “El dolor, muchas veces, no enseña nada. ¿Dónde situamos, entonces, a la muerte?”

Fotos: Gabriel Renie

La escritora de 72 años acaba de lanzar su más reciente libro, “A vuelo de pájaro”. En él persevera en la no ficción, un ejercicio que inició en 2019, empujada por la muerte de una de sus hermanas: “Me sentí impotente”, afirma. Y explica que no fue capaz de abordar el tema desde la ficción, que sus personajes inventados la abandonaron. Dividido en tres cuadernos, que representan el paso de tres años, los años de pandemia, este texto ofrece la mirada de la autora en torno a la vida. Aparecen -entre otras cosas- la vejez, el ser abuela, el abandono de la idea de vivir en pareja, el disfrute de las delicias, la maravilla de la poesía y el gran aprendizaje sobre el ser humano que representa la lectura de la mitología griega.

Por Jimena Villegas

Cuenta la escritora Marcela Serrano, en su recién publicado “A vuelo de pájaro” (Alfaguara), que vivió una experiencia. Un periodista mexicano la tuvo “largo, largo por la línea hablando intensamente para luego publicar una versión propia” de ese diálogo. Escribió el hombre, dice ella, “lo que a él se le ocurrió” y “con sus palabras”, sin un solo eco suyo. Aquel mal trago, que tenía por motivo conversar del libro “El manto” (2019), que Serrano lanzó después de la muerte de Margarita, su hermana periodista, la llevó a no aceptar nada en vivo con la prensa. 

Desde entonces busca lo que le parece “el único control posible” sobre lo que esa prensa hará con ella: contestar preguntas por escrito. Por eso este no-diálogo. Por eso es que no habrá una sola contra pregunta. Por eso el ejercicio se hará, esencialmente, en torno a lo que en “A vuelo de pájaro” -un volumen de 464 páginas- parece asomar. Por eso esta entrevista a Marcela Serrano va a partir así: 

-¿Está contestando este cuestionario desde el campo o desde el Parque Forestal?

-Desde mi escritorio en el Parque Forestal.

-Su libro se llama “A vuelo de pájaro”. ¿Por qué?

-Porque la mirada que elegí para cada día es vista desde lo alto, por encima, robando retazos.

-“A vuelo de pájaro” tiene tres cuadernos. ¿Hay alguno que la identifique o le guste más que el otro? ¿Por qué?

-Me resulta más celebratorio el primero, el Cuaderno de las Delicias. Los otros dos son más sintéticos, pero más duros.

-¿Hay algún/a autor/a que le haya servido de inspiración o ayuda para desarrollar este formato?

-Si, un poeta afroamericano, Ross Gay, que buscó fortunas durante un año y las publicó.

-¿Para quién escribe usted?

-No lo sé, eso va cambiando a medida que pasan las páginas. Un día escribo para mí, otro para mi editor, otro para mis hijas, a veces -las más- para nadie.

***

Marcela Virginia del Rosario Serrano Pérez, nacida el 28 de julio de 1951, decía de sí misma en 1991, cuando presentó su primera novela “Nosotras que nos queremos tanto”, que era una “escritora tardía”. A los 40 años, dejaba atrás por completo una primera carrera como artista plástica, para dedicarse a su verdadero oficio, el de escritora. Hoy ella dice -lo dijo el sábado 20 de abril, durante una conversación en la Fundación Cultural de Providencia- que antes que escritora es lectora, que puede incluso dejar de escribir, pero no de leer. 

“A vuelo de pájaro” da cuenta de esa afirmación, porque está lleno de citas literarias. Serrano es una devoradora de libros. En su nueva publicación hay de poesía, de mitología clásica, del Evangelio que lee cada día o de autores contemporáneos imprescindibles, como el historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari, de quien declara para esta entrevista: “Harari me articuló conocimientos que tenía desparramados y eso se lo agradezco. Y me ayudó a entender a las personas desde su pasado más lejano, las etapas de su desarrollo, en buenas cuentas, de dónde venimos”.

Durante la charla en Providencia, Vicente Undurraga, que es también el editor de Marcela Serrano, habló de un “estilo tardío”. En él, esta autora ha abandonado la ficción y a los personajes que -decía ella antes- la poblaban todo el tiempo. Hoy escribe de sí misma, el personaje es ella misma. 

En la idea de que existe este “estilo tardío” está el filósofo, crítico y teórico literario y musical Edward Wadie Said, quien acuñó la expresión en su obra póstuma. Said examina en ese volumen el trabajo de grandes creadores de la música y la literatura en su ocaso. Descubre -se ha dicho- que esos creadores colisionan con el gusto vigente e, incluso, con su obra anterior. ¿Está Marcela Serrano en su ocaso? ¿Colisiona con quien ella ha sido a través de sus trabajos anteriores? 

“Yo sé que soy vieja”, declara la escritora en “A vuelo de pájaro” y da dos razones que explican esa vejez: no volverá a enamorarse y no leerá de corrido “Las mil y una noches”. 

-Durante todo el libro se ve una especie de batalla contra la vejez, su propia vejez. ¿No estaba preparada para envejecer?

-Nadie está preparado. Una cree estarlo, pero es mentira. Y no es que yo batalle, eso es inútil, es que simplemente se constata y eso es un golpe duro e irreversible.

-¿Qué la avergüenza de su propia vejez? ¿Es que la menosprecia en oposición a como -dice usted- se sobrevalora la juventud?

-No, no. ¡Cómo voy a menospreciarla! Y personalmente no sobrevaloro la juventud, basta la publicidad para esa tarea. No me avergüenza mi propia vejez, es otro el sentimiento: es resistir el deterioro. Creo que era Churchill quién decía que envejecer era simplemente estar siempre cansado.

“El dolor, muchas veces, no enseña nada. ¿Dónde situamos, entonces, a la muerte?”, dice Marcela Serrano.

-Habla de un cuento llamado “La Vieja de Mierda”. ¿No se sentirá así usted, cierto?

-Por supuesto que no. Es decir, soy una vieja de mierda en muchos aspectos, pero no como aquella del cuento.

-Escribe: “Cuesta pensar que el envejecimiento no tenga delicia alguna”. ¿Podrían servir los paquetes para tercera edad buenos, bonitos y baratos de Sernatur? ¿O los descuentos en el pasaje del metro?

-Seguramente todo aquello sirva, pero no es mi caso. Existen muchas delicias, desde la independencia personal, el alivio de todo lo que quedó atrás, la libertad de vivir cómo a una se le ocurra, el tener tiempo para lo que importa. Y el de gozar lo acumulado.

-Y, de verdad, se puede pensar sin complejos que a los 72 se es muy joven aún.

-¡No! No se es muy joven a esta edad. Lo que no significa que hayamos terminado de vivir.

-Últimamente se oye o se lee la siguiente frase: en la vida nada es bueno ni malo, sino solo una experiencia humana con potencial de aprendizaje. ¿La convoca esa frase?

-No me convoca en absoluto. El dolor, muchas veces, no enseña nada. ¿Dónde situamos, entonces, a la muerte?

-Tiendo a pensar que es una frase que invita a mirar la existencia desde una perspectiva en la que se hace difícil hacer juicio moral de las cosas. ¿Tal vez necesitamos eso en estos tiempos?

-Recién leía a un psicólogo italiano que hablaba justamente de la necesidad de recuperar la moral. No confundamos la moral con los valores católicos o conservadores. Creo que estoy de acuerdo con él. La guerra, el hambre, todo el sufrimiento entraña una moral.

-Escribe: “Se pierde lo que se ha amado”. ¿Qué ha perdido usted?

-A seres queridos, más que nada.

-De lo perdido, ¿qué es lo que más le duele? 

-La muerte. La ausencia.

-Dice que lee el Evangelio todos los días. ¿Por qué se le hace necesario?

-Se transformó en un hábito. Me gustan sus historias y más que nada, su lenguaje.

-Leer el Evangelio no es lo mismo que leer la Biblia. En el primer caso resuena una connotación religiosa. ¿Se siente religiosa?

– No, no soy religiosa en absoluto. Prefiero el Evangelio porque en él se retrata el amor y a un hombre amable. La Biblia es violenta y la figura de Yahvé es aterradora.

***

Puede que al recorrer “A vuelo de pájaro” alguien note que Marcela Serrano va colando un tono crepuscular. La poesía, probablemente, ayuda en eso. Pero las páginas, divididas en tres partes, que equivalen a tres años de entradas o escritos breves, hechos en plena pandemia, están llenas de vida. En el “Cuaderno de las Delicias”, el “Cuaderno del Asombro” y el “Cuaderno del Sol” parece estar toda ella. Divertida y mordaz, reflexiva, llena de asombro, auto flagelante también. 

Sus líneas traen para el lector ideas sobre la memoria y traen a sus hermanas, una aproximación a la muerte, el ser mujer, sus pulsiones, sus dolores, el miedo a las arañas y -sin duda- una intensa capacidad de buscar el disfrute. Gozar, incluso si son asuntos sencillos, o quizá hasta triviales, como un amanecer, un vaso de vodka para cerrar la jornada, un cigarrillo en la terraza de su campo en Mallarauco, su cama mullida, el magnolio que se atrevió a florecer, las araucarias frente a su balcón en el Parque Forestal o la luna, que ha sido descubierta por su amado nieto mayor, Marcel. 

Hay en “A vuelo de pájaro” -como dirían en Centroamérica- pura vida. El texto completo está dedicado a la artista visual Lotty Rosenfeld, quien fue su gran amiga y murió mientras Marcela Serrano daba vida a este libro. A causa del encierro pandémico no pudo despedirla como se despide a los seres queridos. 

-¿Qué le ha aportado la poesía a su manera de ver y de escribir?

-Sobre la escritura, no lo sé, no lo he detectado. Pero sobre su lectura, me ha ampliado el universo, me ha regalado un lenguaje determinado que me ilumina junto a la certeza de que la poesía es la hermana mayor de toda la literatura. 

-¿Qué significan hoy sus hermanas para usted? ¿Es ese significado algo que haya evolucionado con el tiempo?

-No, no ha evolucionado en absoluto. Desde la infancia hasta hoy vivimos el mismo sentido de clan. Si antes jugábamos hoy conversamos, el espíritu es igual. Tenemos un chat que suele activarse de noche donde nos ponemos al día de la jornada.

-¿Qué es lo que más extraña de su hermana Margarita?

-La risa.

-Esa muerte también se llevó a sus personajes de ficción. Usted solía decir que esos personajes la poblaban. ¿Nunca le dio miedo eso que estaba pasando?

-Es muy raro cómo los personajes de ficción me abandonaron. Ellos me venían a buscar y, como tú bien dices, me poblaban. Y de repente, con la muerte de mi hermana, partieron. Pero no me dio miedo, ellos -los personajes- sabrán lo que hacen. Si vuelven, los recibiré gustosa. Si no, no importa.

-En el sentido de ese poblamiento, al menos ahora está en paz. ¿O no es así?

-Es divertido… no lo había pensado. La verdad es que mientras los escribía no me incomodaron.

-¿Por qué le parece laxa la ficción hoy?

-Es un problema personal, no general: yo me sentí impotente frente al tema de la muerte, no fui capaz de abordarlo desde la ficción.

-Usted tiene dos hijas. Ninguna es escritora, como sí lo era su madre. ¿Qué hay de usted -más allá de los genes- en ellas?

-Sin embargo, la menor estudió literatura. Menos mal ninguna quiere ser escritora, no se lo aconsejaría. Creo que heredaron una mirada sobre el mundo y su asombro y entienden la vida como parte de un colectivo, son politizadas e interesadas en lo social. También el sentido del humor para reírnos de nosotras mismas. 

-¿Qué le ha significado ser abuela?

-Luz, pura luz. En la relación abuela-nieto no aparece el deber cotidiano de educar, de poner límites. Eso inevitablemente opaca las relaciones. Existe una enorme libertad que privilegia el goce por sobre la autoridad.

-Durante el libro anuncia que viene Octavio. ¿Significa eso que hoy es abuela por dos?

-Sí, ahora tengo dos nietos, y tendría muchos más si fuera por mi elección.

****

“A vuelo de pájaro” cuenta que Marcela Serrano se ha separado de quien fue su tercer marido, el abogado, académico, político, diplomático y exministro Luis Maira. De él heredó un gato, Messi. Escribe ella: “Por supuesto me lo pasó a mí en cuanto se vio incapaz de cuidarlo, historia conocida”. También declara que ama este estado de mujer independiente, que partió en 2018, en la capitalina calle Mosqueto: “Y hoy me descubro como una solterona, una eterna solterona desde siempre”. 

Marcela Serrano va pasando también por piezas musicales, que la acompañan a transitar por momentos de soledad necesaria, y por el silencio. Escribe sobre cuánto ha aprendido de convivir con sus animales, Pamuk, el gato que duerme en su cama, y los perros. La pandemia fue para ella, como para la mayoría de los humanos sobre el planeta, durísima. 

Sus razones no son las de la masa, porque tuvo espacio vital donde moverse y tuvo naranjos que ver y que oler. Pero ese encierro asustado la llevó a registrar muertos conocidos, le mostró cuánta desigualdad se impone y cuán vulnerables somos los humanos. Cada constatación de inequidad que quedó en el libro tiene su correlato culposo: “Casi no soporto mis privilegios”, dice en la página 52.  

-¿Qué es la culpa para usted? ¿Le sirve de alguna cosa la culpa, que siempre está?

-La culpa es una mierda, todas lo sabemos. Es la esencia de la cultura católica en la que fui criada. Creo que hay que enfrentarla, analizarla y tratar de despedirla.

Marcela Serrano dice que “la vida en pareja tiene sus días contados, los matrimonios se disuelven como burbujas”.

-¿Qué la hace sentir que es “una asquerosa privilegiada”?

-Eso lo sentí mucho en la pandemia, dado que la viví en el campo, con aire, con verde, con tierra y con buena compañía, mientras otros se hacinaban y se ahogaban en el cemento y la soledad. Pero tampoco puedo ignorar que provengo de un lugar privilegiado y de una educación privilegiada, además de trabajar y ganarme la vida en algo elegido por mí.

-Dice: “Estuve mi vida entera emparejada”. Se asume que sigue así, porque también declara que ha bajado la cortina. ¿No se empareja porque no quiere o porque no puede?

-Me da risa la pregunta. Cuando se ha estado la vida entera emparejada se han hecho mil concesiones a las que ya no estoy dispuesta. Es muy rico vivir decidiendo por sí misma y actuar por sí misma, sin la necesidad de proteger a otro. No le hago asco a los hombres, pero de ahí a emparejarme hay una enorme distancia.

-¿Cuál es el problema (si lo hay) de estar emparejada? Usted misma nota que el abrazo es natural a los humanos.

-Cada una tendrá sus propias razones, no soy quién para dictar cátedra al respecto. Creo que la vida en pareja tiene sus días contados, los matrimonios se disuelven como burbujas, en la hostilidad de la vida actual nadie aguanta mucho a otro. Demasiadas parejas solo se soportan y se aferran uno al otro por terror a la soledad. Si, los abrazos son maravillosos, pero ¿necesitas de una pareja para ellos?

-Se llama a no ser golosa, a no pedir más. ¿Por qué no? En pedir, se dice, no hay engaño.

-Cuando cumplí setenta años me vi obligada a hacer una cierta recolección de esos años y mi conclusión fue que mis plegarias habían sido atendidas. Por ello mi agradecimiento es enorme, sería desmedido pedir aún más.  

-Afirma: “Yo podría haber nacido en Bajos de Mena”. Pero no fue así. ¿Hubiera querido nacer ahí? 

-No, no habría querido nacer en Bajos de Mena. Ni trabajar limpiando baños, como el japonés de Wim Wenders, por supuesto que no. He sido muy afortunada por el hogar en que nací, por mi infancia y por haber podido optar sobre qué tipo de vida llevar.

-También dice que ganar plata es una delicia. ¿Ha ganado mucha plata en la vida? ¿Ganar (o no) plata fue alguna vez tema para usted?

-Ganar plata fue siempre un tabú para las mujeres, uno más de tantos. Existían las herederas, no las que vivían de su trabajo. No sé en qué momento se decretó que era un tema prohibido, por eso lo traje a colación en mi libro. En cuanto a la pregunta, ganar plata nunca fue un objetivo para mí y fui la primera en sorprenderme de que ello sucediera. Durante el exilio y en la dictadura, ya en Chile, pasé penurias, como muchos. Luego trabajé varios años en cosas que no me interesaban mayormente. Entonces, recibir derechos de autor y vivir de ellos, por supuesto, fue una delicia.

-Cuenta que el PS le ofreció ser candidata a diputada. Quizá lo habría logrado. ¿Tal vez usted hubiese sido un aporte?

-Quizás, no hay cómo apreciarlo. Pero no tengo dudas de que aporto más escribiendo.

-¿Puede ser que para desarrollar cambios se necesita el poder? Incluso si quien lo detenta no lo valore, como pasa con usted.

-Para los cambios, se necesita poder, no cabe duda. Tanto el del Estado como el de la sociedad civil. Por ejemplo, mayo del 68 en París cambió toda una cultura en el siglo XX y el poder como tal estaba ausente. Lo mismo podemos decir del estallido chileno, para bien o para mal.

-Usted pasó años al lado de un político y tuvo al presidente Boric como yerno: ¿Le parece que sea compatible ejercer el poder y no tenerle aprecio o apego?

-He vivido cerca de la política la vida entera, mis dos abuelos fueron parlamentarios, mi casa materna era muy politizada. Lo que no aprecio es ejercerlo, quiero decir, que lo ejerzan los otros, no yo. Le tengo respeto al poder, pero no me interesa ser parte de él, lo que son cosas distintas.

-Pasada la ya primera mitad de su gobierno, ¿cómo evalúa el desempeño del Presidente?

-No se puede aislar al Presidente y dejarlo fuera de contexto. Creo que hay gente buenísima en su gabinete, que han hecho muchas cosas buenas, que han sido ferozmente torpedeados por el Congreso, por la derecha y por la prensa. Y en la economía, es genial que luego de los retiros de los fondos no estemos en recesión. Veremos cómo serán los dos años que quedan.

-El lunes 17 de mayo de 2021 usted escribió: “¿no habrá perros guardianes en nuestra nueva Constitución, articulándose para que nada cambie”. Pero al final, después de dos ejercicios, nada cambió. ¿Qué siente hoy?

-Frustración. Me desilusiona quedar con “lo menos malo”, pero cualquier cosa era mejor que el mamarracho de los republicanos. No entiendo que ellos no sacaran una lección de la Constituyente anterior. Me da rabia habernos farreado el primer intento, con aquellos excesos tan inadecuados. Qué ganas dan a veces de reescribirlo todo.

***

Marcela Serrano se niega a dar entrevistas en vivo y escribe que se siente “fea y pasada de peso”, pero -muy sinceramente- eso no es verdad. Es cosa de mirarla. En la Fundación Cultural de Providencia se la vio espléndida y divertida. Amada por sus lectoras, que llenaron la sala donde se presentó y a las que pidió disculpas por -como también escribe en “A vuelo de pájaro”- “no ser la escritora de siempre”. 

La de ahora es, parafraseando a Said, una de estilo tardío. Nadie dice, no obstante, que eso sea peor. Puede, incluso, que sea mejor.

-“La imagen / la puta imagen”. ¿Qué es la imagen para usted? 

-Sencillamente cómo te ven los demás.

-¿Cómo vive o experimenta el feminismo hoy y cuánto ha cambiado en usted? 

-Soy la misma feminista de toda la vida. Aspiro a la igualdad y a nueva forma de humanismo.

-¿De verdad siente que el tiempo odia a las mujeres? ¿Por qué?

-Escribí esa frase a raíz de un hombre que se mira al espejo y se lo dice a sí mismo. Es más fácil envejecer para el otro sexo, se les exige menos, la publicidad no está centrada en ellos, los validan más en la vejez. Para resumir: los hombres se ponen interesantes con las canas, nosotras las teñimos.

-Dice usted: “Si un Dios de verdad existiera”. ¿No existe Dios verdad? ¿O tal vez sí?

-Creo que no.

-¿Le sirve si le digo que hay quien afirma que en verdad Dios es usted?

-Eso es megalomanía.

El último libro de Marcela Serrano.

-Sus primeros trabajos artísticos usaron el desnudo, el suyo. Esos eran desnudos de cuerpo. ¿Puede ser que en esta etapa el desnudo suyo sea emocional?

-Esa es una pregunta inteligente, no lo había pensado. Quizás, a fin de cuentas, soy una gran exhibicionista. Lo meditaré.

-Dice pertenecer, por ser escritora, o sea alguien que ejecuta y sobresale individualmente, a “una cofradía de puros engreídos”. ¿Se siente engreída? ¿Lo es?

-No, no creo ser engreída, más bien lo opuesto: auto flagelante.

-¿Por qué odia la frivolidad? Hay escuelas psicológicas que explican que solo odiamos de afuera aquello que nos refleja.

-Odio cierta frivolidad, las personalidades frívolas. No odio en absoluto las pequeñas frivolidades que hacen la vida más divertida.

-¿Algo que quisiera decir después de terminar este ejercicio en torno a su libro?

– ¡¡¡¡No!!!! ¡¡Nunca había contestado una entrevista tan larga!!

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