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Cultura

10 de Junio de 2019

Crítica de cine “Rocketman”: La verdad y la fantasía de un recuerdo

"Quizás es en este exceso de autorreflexión es que el final queda un poco flojo, quizás demasiado terapéutico o evidente, un abrazo al niño interior que todos necesitamos, claramente, lo sabemos, el cineasta también, y si quedaba alguien que no lo supiera, bueno ahí está. Y hermosamente hecho".

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Rocketman, es un musical inspirado en la vida de Reginald Kenneth Dwight, más conocido por todos como Elton (Hércules) John, como él mismo se bautizaría a partir del nombre de dos compañeros de su banda adolescente, aunque en el film proponen que el nombre de John proviene de otro lado, de una forma mucho más divertida. Es dirigida por Dexter Fletcher, quien si bien no aparece en los créditos fue el director encargado de terminar la película musical de 2018: Bohemian Rhapsody y es a partir de ahí que comienzan todas las comparaciones entre una y otra producción.
Las comparaciones son inevitables, pero, antes de ese ejercicio a veces odioso, quiero detenerme en un par de cuestiones que le otorgan valor por sí sola a la película.

Lo primero es lo hecho por el actor Taron Egerton (Kingsman) el responsable de encarnar al pianista y cantante, quien, lejos de hacer una imitación, realiza una interpretación de Elton John, sin prótesis ni playbacks, tomando los elementos esenciales de la locura, excesos y una profunda tristeza desarrollar su personaje.

Por otro lado, este filme es un proyecto personalísimo del artista que junto con su marido David Furnish, son productores de la cinta. Se dice que esta idea nació cuando vieron el estreno de Billy Elliot, donde el concepto de un niño con talento en un contexto socioeconómico difícil y lo gravitante de la relación con su padre, los impactó, y les hizo querer hacer lo propio. Dato extra es que el mismo “Billy Elliot”, el actor Jamie Bell, interpreta a Bernie Taupin, el letrista y amigo de toda la vida de Elton John, en un papel completamente creíble de un compañero a quien la fama también afecta.

Comparten elenco con Richard Madden (Bodyguard) quien encarna a un demonio con forma de mánager de camisa y corbata, llamado John Reid, y Bryce Dallas Howard como Sheila, también otro demonio del artista, pero este en forma de madre.

Al ser un musical se abre de inmediato la creación de un mundo distinto, que comienza con el número de apertura de The Bitch Is Back, que resume en buena parte lo que veremos en todo lo que dure el filme: personajes que cantan, música que conmueve, juego con la fotografía, diseño de vestuario increíble y un lúdico diálogo entre la verdad y la fantasía que existe tras cada recuerdo. No se le puede pedir rigurosidad a un relato personal, es simplemente una invitación para acompañarlo en su descenso a lo profundo de las drogas, la autocompasión y el divismo, mientras alcanzaba lo más alto de la fama y el dinero. Por eso no es más ni mucho menos que una fantasía musical de un niño con talento, de un hogar de clase trabajadora, que tiene muchas imperfecciones, como una lentejuela que se ha ido descosiendo.

Hay números musicales mejores que otros, pero se nota, que, en el que le da nombre a la obra, hay una coreografía que armoniza adecuadamente con el guion, con un trabajo actoral bello, y que permite entrar hacia aquellos rincones más escondidos del artista.

Y ahora es tiempo de las comparaciones, que, quizás nadie espera, sin embargo, otorgan perspectiva a la hora de hablar de un filme que se merece detenernos a pensar sobre él.

Lo primero que resalta como contraste con el biopic de Queen, es la forma de afrontar el lado oscuro del personaje. En el primero se relegaba a segundo plano, como poniendo debajo de la alfombra los defectos de Freddie Mercury. En cambio, Rocketman se nutre de esa oscuridad, porque admite que es una fuente de autodestrucción, y a la vez es también una fuente creadora y motor de las decisiones de Elton John.

He aquí una diferencia relevante de una obra con respaldo del propio artista que ha hecho el ejercicio de autorreflexión con uno que no o que al menos su grupo de amigos no les interesa abrazar ese ámbito en una confusión entre cariño y respeto. Cuestión que no es que sea más fácil pasar por alto cuando se trata de uno mismo, ya hemos visto series como las de Luis Miguel, pero sí los límites de lo privado y lo público son más claros en un sujeto que se conoce y que con motivo de sus propias imperfecciones ha tenido que pararse un par de veces.

Quizás es en este exceso de autorreflexión es que el final queda un poco flojo, quizás demasiado terapéutico o evidente, un abrazo al niño interior que todos necesitamos, claramente, lo sabemos, el cineasta también, y si quedaba alguien que no lo supiera, bueno ahí está. Y hermosamente hecho.

Para finalizar, expongo mi pequeña posición sobre esta película.

Donde Bohemian Rhapsody era edulcorada y con filtro para todo público, Rocketman es adulta, sexual y excesiva. Sin caer jamás en escenas morbosas o fuera de contexto.

Donde Bohemian era un playback bellamente coreografiado, Rocketman es la interpretación con las voces de los actores y actrices, con sus limitaciones, pero también con sus propuestas y mejoras a las líneas que cantan.

Donde Bohemian funciona mejor para aquellos que no seguían a la banda, Rocketman es para fanáticos y no iniciados, y permite una lectura para todos a quienes deseen acercarse a este relato.

Rocketman es un sí, si disfrutas de la música, de una historia bien contada y de personajes construidos en el mismo soporte cinematográfico.

Título original: Rocketman
Año: 2019
Duración: 121 minutos
País: Reino Unido Reino Unido

Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.

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